viernes, 15 de octubre de 2010

Capilla de Sansevero: Veladuras y Revelaciones





Quid fuit, quid est, quid erit.
"Soy todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será
y mi velo jamás fue corrido por ningún mortal"
Inscripción grabada en la base de la estatua sedente,
cubierta con velo negro, de Isis, en Menfis.




Isis desvelada; veladura revelada. Revelación que el velo, mágicamente, proporciona.
Pocas veces un horáculo ha sido desmentido con tanta marmórea rotundidad, confirmando, a un tiempo, la sentencia en él emitido, como en este sacrosanto y taumatúrgico lugar de misterioso ordenamiento. Es San Severo, dicen, una representación hermética de verdades veladas, reveladas por esas fantásticas estatuas que nos muestran la verdad de sus formas traspasando la simple condición de materia -milagroso mármol- para hablarnos de un mensaje que desvela el significado de ese tridente verbal: fue-es-será.

La excelsa piedra, la piedra soberbia, la piedra sublimada, el privilegio de la piedra, su manifestación más portadora de alma: el mármol, como vehículo de misterios arcanos; también de belleza ultraterrena, de singular emotividad contenida en sus moléculas de perfecta caliza cristalizada, sometida a la prodigiosa creatividad y la porfiada voluntad del genio humano, hasta crear -ínclito demiurgo- un golem que traspasa velos y durezas, límites y prejuicios, para convertirse en trasunto de aquél modelo de arcilla al que un dios aburrido insufló la Vida.
Surgen, así, exuberantes de hermosura, pletóricas de sentido, fantásticas de emoción, La Pudicizia, El Desengaño, El Cristo Velado, pero no solo ellas, todas las esculturas que, quizás no tan sublimes, pueblan este templo erigido a mayor gloria de lo Eterno, quizás proyectado con esa intención: tender un portentoso puente que de esta vida mortal, de tibia, trémula y efímera carne, conduzca, salvando el abismo, a una eternidad salvífica, portando en su estructura, de habilidad más propia de dioses que de hombres, un mensaje de inmortalidad revelada, consoladora.

Quiere, esta entrada, ser escaparate y exposición, también escenario de aedo.
Veladuras: las obras en su física contemplación, en su autoría, en su descripción y significación, en sus detalles de velo hacia afuera. Prosaica materia necesaria, conocimiento que orienta, ilumina, enfoca y muestra.
Revelaciones: velo corrido, ya, por la emoción que nos insinúa la contemplación intelectiva materializada en palabra reveladora, sugerente de sentidos ocultos, del verso que rehace la labor del escultor incidiendo, con el escoplo y el buril de una inspiración portadora de imágenes y sensaciones, en los límites pulidos de la metáfora y la alusión.
Canto fervoroso a la vida más allá de la muerte, a la muerte vencida, al tiempo derrotado, al genio divino y divinizado de quienes, no siendo más que hombres, creyeron en la divinidad que anidaba en su fecunda esencia de seres creadores.


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Veladuras
(Sobre un texto de Sergio Cabaco en La Hornacina)

En el año 1590, Govanni Francesco di Sangro, Duque de Torremaggiore, hizo construir una capilla anexa al Palazzo Sangro, cuyas obras se prolongaron hasta el año 1608, unos dicen que como acción de gracias ala Virgen María por haberlo librado de una grave enfermedad, otros con motivo de la expiación de un crimen perpetrado entre sus muros (la muerte de María d'Avalos a manos del Príncipe de Venosa, en oscuras circunstancias).

En 1609, ya fallecido el duque, su hijo, Paolo di Sangro, encargó a Vitale Finelli el escudo de la familia y el toisón de la puerta de la capilla y al escultor Michelangelo Naccherino, la estatua de su hijo Ferrante, fallecido a los doce años, que fue colocada en el templo, dedicado a Santa María de la Pietà, en 1613. Naccherino, nacido en Florencia, fue dsicípulo de Juan de Bolonia y se estableció en Napoles en 1573, donde se convierte, junto a Pietro Bernini, en el escultor más importante de la ciudad.

En 1644, Alessandro, hermano de Paolo, ordena hacer al artista Giacomo Lazzari -de la escuela carraresa, seguidor de Giulio Mencaglia- una estatua que representara a a su padre, y en 1642, su sobrino Giovani Francesco, hijo de Paolo, encarga a Mencaglia, la tumba del suyo. Diez años más tarde, sería también el propio Giovanni Francesco quien encargara a un artista, cuya identidad se desconoce, la tumba d esu tío Alessandro.

Desde mediados del siglo XVII, no se realizarían nuevas obras en el templo hasta 1735, por parte de Raimondo di Sangro, Príncipe de Sansevero, quien planteó un ambicioso proyecto de enriquecimiento y ampliación con una cripta para albergar las tumbas de sus descendientes. Ello supuso la eliminación de algunas esculturas existentes, como la de Ferrante, aunque el príncipe mandó conservar su lápida dedicatoria. Para ello, encargó al escultor véneto Antonio Corradini la ejecución de un programa iconográfico al que sus sucesores tuvieron que atenerse rigurosamente.

El propio Corradini ejecutó tres esculturas marmóreas: El Decoro, la más floja de las tres; la Tristeza que sirve de pila de agua bendita en el lado derecho de la capilla, y La Modestia (la Pudicizia, 1751), sin duda la mejor de todas ellas, caracterizada por un plegado sumamente estilizado que evidencia el espléndido desnudo de la obra.
Sucesor de Corradini es Francesco Queirolo, quien como el resto de seguidores, tuvo que firmar una claúsula que le prohibía trabajar para otros clientes.

Queirolo, muy alabado por entonces en en Roma y en Génova, es el autor, entre otras piezas, de La Sinceridad (1754), y de una de las obras maestras de la capilla: El Desengaño (1754), escultura en mármol erigoda por Raimondo di Sangro en memoria de su padre que representa a un hombre que está metido en una red de la que está a punto de liberarse con la ayuda de su intelecto (hay quien defiende que de la fe), simbolizado en un ángel. La red de nudos que envuelve la figura es, como afirma Causa Picone: "obra virtuosista hasta la provocación".



Sin embargo la obra más admirada y perfecta es el Cristo Yacente (Cristo Velado) esculpido por Giuseppe Sanmartino (1753). Paisano de Vaccaro y Ribera, Sanmartino se aparta del boceto previo de Corradini y ejecuta una obra que entusiasma al príncipe y supone un punto de referencia para los escultores de la segunda mitad del XVIII y principios del XIX. En palabras de Causa Pîcone: "Sanmartino altera el efecto ilusionista de Cristo bajo la sábana, lo desnuda y vuelve patético y naturalista según la más estricta observancia local. Desaparece el artificio delicadamente posbarroco del ancho lienzo drapeado y en su lugar nos encontramos con el colchoncillo comprimido bajo el peso de la figura. Los instrumentos de la Pasión, apenas esbozados por Corradini en forma de materia dúctil y frágil, serán modificados y asumirán el peso realista y concreto de una naturaleza muerta del siglo XVII". Esculpido originalmente para la cripta, la gran belleza del Cristo Yacente ha hecho que siempre permanezca en el centro de la capilla, salvo un tiempo que estuvo situado a un lado de la misma.

Tras el brusco despido de Queirolo, en el año 1759, su discípulo Francesco Celebrano, pintor y escultor, será el encargado de la dirección de las obras, siendo el autor del original monumento a Cecco di Sangro (1766), de la escultura llamada El Dominio de Sí mismo (1767) y del impresionante altorrelieve ubicado en el altar mayor del templo sepulcral, que representa el descendimiento de Cristo.

Otro discípulo de Queirolo, Paolo Persico, trabajo a las órdenes de Celebrano y a su arte corresponde La Suavidad del Yugo del Matrimonio (1758), escultura que sigue muy de cerca el estilo de Queirolo y Corradini. También pertenecen a Persico los Ángeles Dolientes del altar mayor (1766), y, posiblemente, la gloria de estuco con ángeles y putti que enmarca la pintura de la Pîedad.

Por último, mencionar la labor pictórica y escultórica de Francesco Maria Russo, autor de la Gloria del Paraíso (1749) colosal fresco que adorna el techo de la capilla, y del monumento a Raimondo di Sangro (1750). También se le atribuyen la pequeña cúpula del ábside, relacionada igualmente con el buen hacer de Celebrano, y la decoración arquitectónica pintada en la balconada del lado derecho del altar mayor.


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Revelaciones

Sueño de Piedra
.
Sueño de la piedra, sueño de piedra.
Sueño encerrado en la piedra,
sueño nacido de la piedra.
Piedra transfigurada, piedra clamorosa.
Piedra transformada en cincelado poema,
en aria pétrea de gravedad eterna,
en melodía callada o en grito de piedra.
Sueño o hechizo, resistencia
a no ser más que piedra inerte,
lóngeva, arcana, telúrica promesa.
.
Piedra, piedra, piedra, piedra,...
Con cada golpe el cincel te desvela:
¡Despierta Piedra !
Y la piedra no quiere despertar
si no es para ser sueño que sueña.
Caricias, quiere caricias la piedra,
del duro cincel en mano diestra.
<<¡Despierta!>>, dice la mano que gobierna,
acariciando la piedra más que piedra.
Y la piedra se estremece y se deleita,
sudando esquirlas va alcanzando el climax
poco a poco, emergiendo forma bella,
entre gemidos y jadeos esculpidos,
de sus virginales entrañas de doncella.
.
Y al fin, del sueño ya despierta, hará soñar
a quien la mire, piedra ya no piedra,
y vea no un bloque de fría consistencia
si no el alma ardiente que en ella sueña.


*

.
Rosas de Ispahan esculpidas en piedra,
guirnalda que ciñe, casta, las caderas
del velado sueño de una mujer bella.

. Pétalos de mármol en corola prieta,
ceñidor fragante de fragante piedra:
Rosas de Ispahan que desde el mármol sueñan
que son tiernas flores sobre carne tierna.
.
Pronto partió, en esplendor de primavera,
la bella hacia un reino que es nicho de piedra.
Silencio en el jardín llegado de Persia,
las Rosas de Ispahan se quedaron huérfanas.
.
Mas el amor, que desconsolado queda,
buscando eternidad, le erige en ofrenda
su imagen esculpida en marmórea piedra,
con Rosas de Ispahan, que al ensueño apresta.
.
Burlan a la muerte plenas de belleza,
lapidariamente vivas, siempre frescas,
coronando el vientre de esta efigie eterna,
Rosas de Ispahan soberbiamente pétreas.

*

.
No sabe la piedra qué más admira
si las bellas formas que representa
o la hábil mano con que fue esculpida.
Dilema dichoso de la obra maestra.

*

..
Desde el corazón de la marmórea piedra
el latido aprisionado se subleva,
lucha, se hace voz, golpe a golpe prospera,
con la alianza del cincel en mano diestra,
hasta que en clamor de luz al fin gobierna:
victoriosa rebelión, forma perfecta.


*


Piedra alba clamorosa
pocas veces más bella,
algunas tan hermosa,
que la que a una doncella,
como lápida sella
en escultural glosa
-asaz voluptuosa-
que imagen fiel es de ella.

*

Destila la piedra, en su forma perfecta,
esencia de eternidad tan manifiesta
que aquel que la mira arrobado lamenta
ser de carne mortal y no quintaesencia.

*

Piel de albo mármol, a la caricia ajena,
un liviano velo te oculta y te muestra,
haciendo resaltar la insolencia obscena
de tu sensualidad rotunda y siniestra.

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Ilustraciones
Capilla de Sansevero (Santa Maria de la Pietà, Nápoles)
El Desengaño (Francesco Queirolo)
El Cristo Velado (Giuseppe Sanmartino)
La Modestia (Antonio Corradini)

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Puso Música
Giovanni Battista Pergolesi
Stabat Mater

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Links de interés:


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