jueves, 18 de noviembre de 2010

Demonios



Allí vienen, surgiendo de las sombras, con las fauces abiertas y enseñando los colmillos, aquellos pensamientos que, escondidos, atacan, traidores y taimados, cuando más desprotegidos, por expuestos, nos hallamos. Son pensamientos fermentados al abrigo de lo oscuro, pensamientos infernales vecinos de Palinuro, y, como él, víctimas mortales del albur de los dioses iracundos.
Pensamientos infecundos, surgidos de espantosos cenagales; deformes monstruos de la mente, que combatiré inútilmente, pues es inmune al raciocinio la razón de su esencia pestilente.
Como hienas voraces ya se aprestan, muerden, desgarran y devoran; ya asestan, hienden, escarban y destrozan: son pensamientos que surgen del horror al vacío y la impotencia; son, huelga decirlo, depredadores de conciencia, enemigos de la luz y de la risa, del eterno azul y de la brisa, de la clarividencia.


Portadores de lo grave y del pesar, siempre dispuestos a lastrar las ansias de vuelo, propagadores del temor y el desconsuelo, siempre prestos a tornar en acíbar el almíbar de un pretendido cielo, asaltan, los temidos pensamientos, la precaria fortaleza donde se refugian, heridos y maltrechos, mis más puros sentimientos, si deshechos por su mismo sentir que no acierta a seguir, por caminos más derechos, su tortuoso y honesto decir sí; ya el bastión cede y se derriba, y el corazón, saliendo por la brecha, nada estrecha, procede a una deriva que, desarbolado, sin timón que lo gobierne, lo deja a merced de tormentas y huracanes, fiado tan solo a un horizonte que se cierne y se acrecienta, envidiando la destreza de un valiente Magallanes.


Pensamientos afilados, ideas feroces, reflexiones sanguinarias, llegan, formando hordas imaginarias, para combatir mis ansias de victoria: en el torbellino de la vida alcanzar la gloria de una existencia digna, aquella que por propia se convierta en mi ansiado paradigma. Venid, mis abyectos pensamientos; lacerad, si pretendéis mi sufrimiento. Inmune soy a vuestro veneno nauseabundo que traéis del ultramundo; blindada mi alma a vuestro filo, resbalarán las dentelladas en mi piel de cocodrilo. Venid, vosotros, mis pensamientos más rastreros, nada podréis contra este espíritu señero del que procedéis; nada vuestro horror, nada vuestro espanto, pues me cubre un manto de invulnerable amor.


*****