viernes, 28 de diciembre de 2012

El Polifemo de Góngora: La Belleza del Genio (IV)






Nec, si quaesieris, odium Cyclops amorne
Acidis in nobis fuerit praesentior, edam:
par utrumque fuit...
(... mira, si me preguntaras qué era en mí más apasionado el amor 
de Acis o el odio del Cíclope, te diré: uno y otro eran iguales)
Galatea. Las Metamorfosis, L XIII, vs 756-757. Ovidio

...Tibi enim succumbimus uni,
quique Iovem et caelum sperno et penetrabile fulmen,
Nerei, te vereor...
(Que sólo ante ti me rindo,
y yo, que desprecio a Júpiter, al cielo y al rayo penetrable,
te venero a ti, Nereida)
Polifemo. Las Metamorfosis, L XIII, vs 856-858. Ovidio  

Viendo el fiero jayán con paso mudo
correr al mar la fugitiva nieve...
Fábula de Polifemo y Galatea: estr 61, vs 481-482
Luis de Góngora y Argote.


Acis, Galatea y Polifemo en Las Metamorfosis de Ovidio 
cabe El Polifemo de Góngora

.....Es, Publio Ovidio Nasón, poeta portentoso, con una enorme y, a la vez, sutil capacidad descriptiva capaz de transformar el detalle más nimio (pero más sugerente) en imagen inolvidable. Este amor al detalle, esta cualidad finamente observadora, este acertado recurso estilístico, es constante en su copiosa producción, ya se trate de Las Cartas de las heroínas, Cosméticos para el rostro femenino, El Arte de Amar, Los Fastos, Las Tristezas o la obra que nos ocupa: Las Metamorfosis
Noble entre nobles, de ascendencia patricia, vivió inmerso en la época de mayor esplendor de la muy esplendorosa Roma. Allí, en los círculos más exclusivos de la nobleza romana, de la nobleza ilustrada y culta, se dedicó a la creación literaria en temas que pudieran ser considerados poco elevados, pero que él elevó a la categoría de ejemplares: reflejo de una época y de un estilo de vida. Si de menor tono lírico que Virgilio, en cambio poseyó el don de llegar a muchos sin por ello verse resentida su categoría como creador y como poeta. Más en contacto con la realidad que le tocó vivir, menos aficionado a frecuentar las altura olímpicas que el mantuano, no por eso dejó de verter en sus escritos un caudal inmenso de fantasía: la que rebosaba en las mentes de un pueblo para quien lo mágico era parte consustancial de la realidad. Cultura ávida de cultura, la romana, no dudó en absorber el Panteón griego, su génesis y sus leyendas. Ovidio sería un compilador excepcional de este Panteón, de estas leyendas. Sus Metamorfosis sirvieron y sirven de base y punto de partida, muchas veces, para quien desea acercarse a aquel mundo que tanto ha influido en la cultura Occidental. 
Son, Las Metamorfosis, una especie de teogonía o teodicea hesiodiana en las que se cuentalas muchas transformaciones que los dioses provocaron en el mundo, desde el origen de los tiempos, cuando sólo el Caos existía, hasta llegar a éste que conocemos (que conoció Ovidio). Él mismo así lo dice en su invocación preliminar: 

"Mi inspiración me mueve a hablar de formas cambiadas a nuevos cuerpos: dioses (que sois vosotros quienes lo cambiáis), inspirad mi proyecto y desde el comienzo primero del mundo dirigid mi canto sin interrupción hasta mi propia época."

Y eso hará a lo largo de los XV  libros de que está compuesta la obra. Desde el libro I, en que describe la Creación, clasifica las Edades del Hombre, da cuenta de la Batalla de los Gigantes, relata la primera Asamblea de los Dioses, informa de la vesania de Licaón por quien los dioses, otra vez en Asamblea, tras el consejo de Júpiter, decidieran enviar El Diluvio a la tierra para acabar con el mal (cosa que, a la vista está, consiguieron a medias)... Después ya vendrá la primera transformación en los personajes de Deucalión y Pirra, y la Serpiente Pitón, y Apolo y Dafne. Así todas las transformaciones que dieron lugar a todas las cosas mudables que la vida produce. Y así hasta llegar al Libro XIII, en que tratará de Galatea y su amor por Acis, y del Cíclope Polifemo y su amor por Galatea, y de la furibunda ira de éste al verse despreciado por Galatea en beneficio del joven y apuesto pastor, quien pagará con su vida la dicha de la posesión de la Nereida: pago que no será la muerte por el cíclope pretendida, sino una fantástica transformación en río. Lo cuenta espléndida y amenamente Ovidio a lo largo de tres capítulos (Galatea, Galatea y el Cíclope y Acis) y 138 hexámetros dactílicos (vs 760-897). En este relato se basan con preferencia todos cuantos han escrito acerca de este desdichado amor triangular (uno de los primeros de la historia, por más que sea legendaria). 

Hay en el tema elegido un marchamo de originalidad que lo dota de un atractivo recurrente: por primera vez se cuenta un triángulo amoroso, en el que uno de los protagonistas -un ser deforme y monstruoso- es capaz de sentir como el más romántico de los humanos, al tiempo que ser víctima de una furia sólo al alcance de titanes. El tema, como digo, será recurrente en la imaginería popular, y por difusión (o perfusión) en la literaria. Es la figura de la Bella y la Bestia la que aquí tiene su origen (incluyendo en tal figura la que, al correr del tiempo, inspiraría una derivación antropoide: King Kong, en tantas cosas semejante al cíclope: es un ser monstruoso, de proporciones ciclópeas, vive en una isla, su morada es una cueva rocosa que pende sobre el mar, se enamora tierna y poderosamente de la Bella e intentará matar a su romántico competidor, en este caso sin conseguirlo... su amor será su perdición); y como su gestación tiene lugar en el pueblo que inventó -también- la tragedia, su final es trágico -no para Polifemo, si para el infortunado pastor-, aunque dulcificado por una transformación salvadora.
Muchas son las conclusiones que un tal tema y una tal historia, así contada, es capaz de sugerir: el amor despreocupado entre jóvenes hermosos, ajeno a la prudencia y víctima del destino que se empeña en hacer desdichados a los hombres tras dejarlos probar las mieles de lo eterno; el amor que un ser, a priori concebido lejos de las veleidades amorosas, ser hosco y brutal, formidable en su fuerza, más formidable aún en su orgullo, es capaz de sentir por la belleza; el desdén que la belleza pregona y necesita para una mayor posterior satisfacción; el juego que el amor previene y solicita frente a la pasión irrefrenable que convierte lo rendido, tras la burla y el desprecio, en despiadada Némesis vengadora; lo vano de toda dicha contra la fuerza de los elementos, contra lo irremediable del tiempo que monstruoso devora todo lo efímero y mortal...

Los 138 versos de Ovido, a los que hay que sumar el eco del ditirambo El Cíclope, de Filoxeno de Citeria (436-380 a.C.) y, sobre todo, las referencias que en los Idilios IV (Los Bucolistas) y XI (Cíclope) realiza Teócrito (310-250 a.C.), serán las fuentes de la Fábula de Polifemo y Galatea gongorina. Don Luis convertirá esos 138 hexámetros en 63 octavas reales. En muchas ocasiones sigue el guión ovidiano, en otras, lo elude, y en otra más, en fin, se lo salta y recrea algo que en aquél no existía. La obra de Góngora no puede considerarse, pues, una simple traspolación del latino (sí un admirativo y cumplido homenaje), sino una excelsa recreación del mito (fábula) que ensancha los horizontes. Nadie como él -como Luis de Góngora- hizo antes o haría después una tan sugestiva y conseguida reelaboración del triángulo amoroso. Nadie antes o después de él encumbró aquella fábula al mismísimo Olimpo de los dioses de la creación lírica, nunca nadie con tal luminosidad ("oscuridad", en todo caso, para los cíclopes cegados por astas de prejuicios y romo entendimiento, por más que erudita disposición). Si el estilo de Ovidio es ameno y bellamente descriptivo, el de Góngora es sublimemente alusivo; si el del sulmonesí es ágil y elegante, pero ligero, el del cordobés es alambicado y complejo, pero no menos dotado de elegancia que en su caso adquiere tintes nobles; si la intención del Nasón de L'Aquila está fecundada por lo didáctico y ejemplar, la del no menos nasón del Betis se funda, ante todo, en la obra de arte cuyo fin es el placer estético preñado del intelectual. Ovidio refunda las referencias de la fábula que hasta él llegaron, Góngora hace lo propio dieciséis siglos después, añadiendo la experiencia de esos mil seiscientos años a la original. Ovidio fue original en la forma y en el modo, Góngora, además de en lo estilístico, también en los contenidos. Su argumento -el de Don Luis- siendo el clásico, lo supera, va más allá, que la suma de todos los anteriores: coloca la fábula como supernova en el firmamento literario.

 

Cotejo sintético entre la obra ovidiana y la gongorina
.....Ciñéndonos a la relación que mantienen las respectivas obras de ambos autores, estas son las referencias más aparentes (primero se citará la alusión en Ovidio, para seguidamente ubicar su lugar, en caso de que lo tuviere, en Góngora): 

- La descripción de la belleza de Acis, en Ovidio, es breve (vs 753-754); en Góngora, además de otras alusiones indirectas, ocupa las estrofas 33 y 36.
- El Cíclope, a causa del amor por Galatea, descuida sus labores de pastor, dejando los rebaños sueltos por la isla (vs 761-763); Góngora lo trata en su estrofa 54.
- Polifemo se sienta sobre un peñasco sobre al mar a cantar su amor, su dicha y su desdicha, por Galatea (vs 778-780); Góngora lo cita en la estrofa 43.
- Mienta Ovidio el pino, que Polifemo coloca ante él como bastón para descender por las escarpaduras  en los vs 782-783; Góngora hará lo propio en una dualidad bellísima en la estrofa 44, que dará pie al canto del cíclope.
- El Canto del Cíclope en Ovidio está más desarrollado que en Teócrito (que también lo cita), y lo hace -ese desarrollo- de manera secuencial; en Góngora es aún más extenso. Estas son sus partes:
- Enumeración de las bellezas de Galatea (vs 789-797); Góngora lo reduce a la estrofa 46.
- Sus malas cualidades -de Galatea- (vs 798-809); Góngora lo omite.
- Loa de la cueva que le sirve de morada a Polifemo (vs 810-812); Góngora la describirá al inicio del poema en las estroas 5 y 6.
- Las copiosas riquezas frutales que posee el cíclope (vs 812-820); Góngora introducirá el original recurso del zurrón para nombrarlas (estr 10 y 11).
- Alaba, el cíclope, la abundancia de su ganado (vs 821-828); Góngora lo desarrolla en la estrofa 49.
- Invita a Galatea, Polifemo, a estar con él, instándola a que salga del mar (vs 838-839); en Góngora se ubica tal acción en la estrofa 47.
- Se mira Polifemo en el mar en calma (a modo de espejo), no encontrándose feo (vs 840-841), acción que también citan tanto Teócrito como Virgilio; será en la estrofa 53 donde lo coloque Góngora.
- Alaba su propia pilosidad (vs 844-850); Góngora lo describe en la estrofa 8.
- Se jacta de su ascendencia divina, como hijo de Neptuno (vs 854-855); estr 51, en Góngora.
- Compara su único ojo con el sol (único ojo del cielo) (vs 851-853); será en la estrofa 53 donde Góngora recree magistralmente tal comparación.
- El final de la Fábula difiere bastante en el modo en que se relata, que no en el idéntico resultado: Acis será transformado en río para burlar así la muerte que pretende infligirle Polifemo, al arrojarle una enorme roca, y permanecer junto a Galatea (pues ella al ser Nereida y Acis fuente que dará al mar, podrán seguir disfrutando de su mutuo contacto, aunque ya los abrazos y lo besos serán menos sensuales). Estas son las diferencias y similitudes en ambos:
- En Ovidio Polifemo conoce de antemano los amores del Acis y su amada Galatea, pero reprocha a ésta la preferencia que demuestra por el pastor (vs 850-861) y amenaza venganza contra él (vs 862-866). Manifestando su rabia y furor (vs 866-872). Todo lo cual no está explícitamente en Góngora.
- En Góngora la relación entre Acis y Galatea surge súbitamente en el transcurso del poema (en El Polifemo gongorino se nos hace el relato de toda la historia: se presenta, se gesta, se anuda y se desenlaza -aquí reside, también, una de sus mayores virtudes: su redondez perfectamente circular), si bien se da por sentado el amor de Polifemo por ella. Es por lo que, yo creo, el final en Góngora es tan abrupto, si magistral: el arrebato de celos al ver cómo fortuitamente (mientras tiraba unas guijas de piedra a las cabras que interrumpían su canto -esto no está en Ovidio, a pesar de ser un recurso harto ovidiano, por lo anecdótico y acertado) descubre los amores de su amada y el pastor, haciendo del infausto amante certero blanco de su furia, al que atina con una gran peñasco que arranca a la montaña. (Ovidio vs 882-884; Góngora estr 62).
- En Ovidio el final es más dilatado, la transformación de la sangre de Acis en agua ocupa los vs 887-890; en Góngora se resuelve en un único verso: el final de la estrofa 62.
- La transformación de Acis en río tiene lugar en los vs 890-897, en Ovidio; mientras que en Góngora se prolonga en una portentosa estrofa final (63), cuyo último verso, como no puede ser de otra manera, es un maravilloso verso bimembre (yerno le saludó, le aclamó río).

En resumidas cuentas, Ovidio recogió, amplió y precisó el canon de la fábula original griega, y Góngora lo recreó forjando con él una rutilante joya, a la que añadió labrado, esmeril y engaste dignos de la más refinada factura. Obra maestra absoluta de la orfebrería poética barroca, la Fábula de Polifemo y Galatea, por sí misma, justifica todo un movimiento estético que gracias al poeta cordobés alcanzó en nuestro país (España) su más culta y elevada expresión.

-o-o-



FÁBULA de POLIFEMO y GALATEA

Parte 3
Estrofas XLIII-LXIII

Tercera y última parte de la Fábula, donde se relata el amor de Polifemo y tiene lugar su célebre canto; canto mechado de momentos románticos más propios de galán que de monstro, y que es toda una declaración de intenciones de que incluso en el corazón de un ser monstruoso puede habitar el amor y la ternura... pero también la furia despiadada y la cólera aplastante cuando no se atienden los requerimientos de un tal amor desubicado. Desenlace de la Fábula, con la transformación de Acis en río.
...

43
Su aliento humo, sus relinchos fuego,
si bien su freno espumas, ilustraba
las columnas Etón, que erigió el Griego,
do el carro de la luz sus ruedas lava
cuando, de Amor el fiero jayán ciego,
la cerviz oprimió a una roca brava,
que a la playa, de escollos no desnuda,
linterna es ciega y atalaya muda..

44
Árbitro de montañas y ribera,
aliento dio en la cumbre de la roca,
a los albogues que agregó la cera,
el prodigioso fuelle de su boca;
la ninfa los oyó, y ser más quisiera
breve flor, yerba humilde y tierra poca,
que de su nuevo tronco vid lasciva,
muerta de amor y de temor no viva.

45
Mas, cristalinos pámpanos sus brazos,
amor la implica, si el temor la anuda
al infelice olmo que pedazos
la segur de los celos hará aguda.
Las cavernas, en tanto, los ribazos
que ha prevenido la zampoña ruda,
el trueno de la voz fulminó luego;
referidlo Pïérides, os ruego.

Comienza esta tercera y última parte del poema con un encabalgamiento de la acción: mientras la pareja de enamorados se dan a batallas de amor en emboscados campos de hierba, Polifemo bufa de amor no correspondido por Galatea. Es el crepúsculo (¡qué manera más colorista y alusiva de expresar los diferentes momentos de día!), cuando el caballo que tira del carro del sol (Etón) se hunde tras el océano occidente (allí donde Hércules erigió las Columnas que llevan su nombre), espumando el freno (horizonte) de espumas (las olas)... cuando ciego por el Amor (ciego = vendado; a su vez), apoya su frente en un saliente de las agrestes rocas que le hace las veces de atalaya sobre los acantilados (y que, no obstante, su forma de oquedad que le hace parecer faro, es linterna ciega y atalaya muda.
Curiosa imagen la que inicia la estrofa 44, en un tiempo en que los deportes de equipo aún no tenían la reglamentación que ahora tienen: árbitro de montañas y ribera, nos dice el poeta para indicar seguidamente que lo era por hacer sonar (no el silbato, que regula y apercibe) sino la formidable zampoña que formó con cien cañas y cera. Y aquí otra vez magistral, incluso sin poder él conocer la imagen que acabada de crear tomaría un significado mucho más expresivo al correr del tiempo: Galatea, al escuchar la zampoña (el silbato) del cíclope (del árbitro), siente tal temor (ahora se da cuenta de las consecuencias de su entrega a Acis. Existe sentimiento de culpabilidad que el silbato de Polifemo delata) que ser más quisiera mera brizna de hierba, flor efímera (que pasa desapercibida), tierra poca (intrascendente), que la yedra lasciva que se siente muerta de amor y (ahora) de temor no viva (¡¡¡!!!).
Mas a pesar de todo, sus brazos -de Galatea-, no ya de nieve o de cristal, sino semejantes a cristalinos pámpanos, no sabe si la atan por amor o por temor la anudan a aquél (infeliz) olmo que (ya anuncia) la afilada segur de los celos hará astillas. Galana manera de decir qeu Galatea quedó petrificada (en hielo) al escuchar la flauta del monstro. Tras el anuncio del rudo pífano, el trueno de la ciclópea voz se deja oír (más que lo refieran las inspiradas Piérides, pues que el canto lo mereciera)...
...

46
«Oh bella Galatea, más süave
que los claveles que tronchó la Aurora;
blanca más que las plumas de aquel ave
que dulce muere y en las aguas mora;
igual en pompa al pájaro que, grave,
su manto azul de tantos ojos dora
cuantas el celestial zafiro estrellas!
¡Oh tú que en dos incluyes las más bellas!

47
Deja las ondas, deja el rubio coro
de las hijas de Tetis, y el mar vea
cuando niega la luz un carro de oro,
que en dos la restituye Galatea.
Pisa la arena, que en la arena adore
cuantas el blanco pie conchas platea,
cuyo bello contacto puede hacerlas,
sin concebir rocío, parir perlas.

48
Sorda hija del mar, cuyas orejas
a mis gemidos son rocas al viento;
o dormida te hurten a mis quejas
purpúreos troncos de corales ciento,
o al disonante número de almejas
-marino, si agradable no, instrumento-,
coros tejiendo estés, escucha un día
mi voz, por dulce, cuando no por mía.


Comienza el Canto de Polifemo dirigiéndose a su amada Galatea, desde esa atalaya sobre el mar, comparándola a un cisne (por su blancura y elegancia) y a un pavo real (por su porte y dignidad), comparando los ojos que pueblan las plumas del pavo con las estrellas del azul (zafiro) firmamento, de entre las cuales sus ojos son las más bellas.
La insta a que salga del mar, a que abandone la compañía coral de sus parientes (hijas de Tetis), para que así cuando la luz del carro del sol se oculte, sus ojos la restituyan (redunda en la comparación ya expresada en la anterior estrofa).Realiza el poeta, en la segunda parte de la estrofa una compleja y complicadísima imagen que une: la naturaleza divina (adore) de su estirpe, emparentada a la de Venus (venera) que tornara plateadas la blancura de su pie, y a cuyo contacto sin concebir rocío (era opinión popular que las ostras eran fecundadas por el rocío para formar perlas) parirán perlas.
Emplaza Polifemo a Galatea para que la escuche: sorda hija del mar (a mi amoroso reclamo), que haces oídos sordos a mis gemidos como si fueses roca al viento de mi voz, o bien despierta de tu sueño entre bosques de coral, o deja de tejer horrísonas castañuelas con las valvas de las almejas, déjalo todo y escucha mi voz, sino por lo mía, al menos por lo dulce.
...

49
Pastor soy, mas tan rico de ganados
que los valles impido más vacíos,
los cerros desparezco levantados
y los caudales seco de los ríos:
no los que, de sus ubres desatados
o derribados de los ojos míos
leche corren y lágrimas: que iguales
en número a mis bienes son mis males.

50
Sudando néctar, lambicando olores,
senos que ignora aún la golosa cabra,
corchos me guardan, más que abeja flores
liba inquïeta, ingenïosa labra;
troncos me ofrecen árboles mayores,
cuyos enjambres, o el abril los abra
o los desate el mayo, ámbar destilan,
y en ruecas de oro rayos del Sol hilan.

Hace, el cíclope, reconocimiento de su condición de pastor, más pastor pródigo en riquezas; pasando a realizar el catálogo de sus bienes: primero, de sus ganados, tan pingües que valles impiden (de ovejas repletos), los cerros hacen desaparecer (ocultándolos el número de cabras), y los caudales seca de los ríos con el número de su copia de vacuno cuando se acercan a beber. Mas estos bienes, expresados en el las repletas ubres que manan leche, son tan profusos como sus males, que atestando sus ojos se le van en lágrimas tras el amor no correspondido de Galatea.
Excelsa estrofa, la 50, dedicada al néctar de las hacendosas abejas (sin miedo a errar, creo que, de los muchos versos dedicados por el poeta a tan laboriosa grey, esta octava es el súmmum). Sudando néctar, lambicando olores (verso bimembre y metáfora agudísima), posee tan numerosas colmenas -a las que no puede acceder la golosa cabra- que contienen más celdas que flores liban las abejas que los labran. Enjambres ocultos en los grandes árboles que, ya en abril o desatados en mayo, rezuman esencia de dulce ámbar que parece hilada con los rayos del sol en ruecas de oro (las mandíbulas melíferas de la abeja).
...
.

51
Del Júpiter soy hijo de las ondas,
aunque pastor; si tu desdén no espera
a que el Monarca de esas grutas hondas
en trono de cristal te abrace nuera;
Polifemo te llama, no te escondas,
que tanto esposo admira la ribera,
cual otro no vió Febo más robusto,
del perezoso Volga al Indo adusto.
.

52

Sentado, a la alta palma no perdona
su dulce fruto mi robusta mano;
en pie, sombra capaz es mi persona
de innumerables cabras el verano.
¿Qué mucho?, si de nubes se corona
por igualarme la montaña en vano,
y en los cielos, desde esta roca puedo
escribir mis desdichas con el dedo.

53
Marítimo Alcïón, roca eminente
sobre sus huevos coronaba, el día
que espejo de zafiro fue luciente
la playa azul de la persona mía;
miréme, y lucir vi un sol en mi frente,
cuando en el cielo un ojo se veía;
neutra el agua dudaba a cuál fe preste:
o al cielo humano o al Cíclope celeste.

Da comienzo Polifemo a relatar sus muy variadas cualidades y excelentes atributos. Hace valer su ascendencia divina (de Neptuno, aunque referida, por parentesco, al supremo Júpiter), de quien podría jactarse de ser nuera (en carro nupcial de líquido cristal). Polifemo reitera su llamada, reclamándole salga de su ocultamiento, pues él es esposo más robusto de cuantos viera el sol desde el tumultuoso Indo al ancho Volga.
Da cuenta seguidamente de su colosal estatura refiriendo: su facilidad para coger frutos de los árboles aún sentado; si de pie, su sombra es capaz de abarcar un rebaño innumerable de cabras; y aunque la montaña se corone de nubes por pujar más alto que él, será en vano, pues que desde la roca en que ahora se halla, puede escribir en el cielo sus desdichas (de amor) con la mano.
Escena maravillosa, esta de la estrofa 53, en qeu Polifemo habla de su característica más señalada, aquella a la que debe el genérico nombre: su condición de ser monocular: un día claro y despejado, en que el mar estaba en calma y parecía un espejo, Polifemo se miró en él y vio lucir un sol en su frente cuando en el cielo un ojo se veía (el sol) (perfecto quiasmo, dualidad apropiadísima), que aún vuelve a bordar, rubricando el doble quiasmo en un último verso bimembre prodigioso: neutra el agua (juez impávido) dudaba a cual fe prestarse: o al cielo humano o al cíclope celeste (¡¡¡!!!). ¡Genial, otra vez! Versos así han tejido y remallado la corona de áureo laurel alrededor de las sienes de Don Luis (cuando no, haya sido el mismo Apolo quien la tejiera con rayos de sol al quedar deslumbrado por tanta maravilla).
...
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54
Registra en otras puertas el venado
sus años, su cabeza colmilluda
la fiera, cuyo cerro levantado
de Helvecias picas es muralla aguda;
la humana suya el caminante errado
dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,
albergue hoy por tu causa al peregrino,
do halló reparo, si perdió camino.
.
55
En tablas dividida, rica nave
besó la playa miserablemente
de cuantas vomitó riquezas grave,
por las bocas del Nilo el Orïente.
Yugo aquel día, y yugo bien suave,
del fiero mar a la sañuda frente
imponiéndole estaba, si no al viento,
dulcísimas coyundas mi instrumento,
.
56
cuando, entre globos de agua, entregar veo
a las arenas ligurina haya,
en cajas los aromas del Sabeo,
en cofres las riquezas de Cambaya;
delicias de aquel mundo, ya trofeo
de Scila que, ostentado en nuestra playa,
lastimoso despojo fue dos días
a las que esta montaña engendra harpías.
.
57
Segunda tabla a un Ginovés mi gruta
de su persona fue, de su hacienda:
la una reparada, la otra enjuta.
Relación del naufragio hizo horrenda.
Luciente paga de la mejor fruta
que en yerbas se recline, en hilos penda,
colmillo fue del animal que el Ganges
sufrir muros le vio, romper falanges.
.
58
Arco, digo, gentil, bruñida aljaba,
obras ambas de artífice prolijo,
y de malaco rey a deidad java
alto don, según ya mi huésped dijo,
de aquél la mano, de ésta el hombro agrava;
convencida la madre, imita al hijo:
serás a un tiempo, en estos horizontes,
Venus del mar, Cupido de los montes».

Canta ahora Polifemo cuánto le ha cambiado caer enfermo de amor. De cómo en otras puertas decoran su puerta las cabezas de los ciervos (que por sus astas miden su edad), o las de otras fieras colmilludas (jabalíes) cuyo espinazo está erizado de aguzadas cerdas como picas de piqueros helvéticos, y de cómo en otro tiempo en la suya pendían las de los hombres (que antes allí eran pasto de impiedad), pero que ahora, por causa de la dulcificación de su carácter por obra y gracia del amor, todo peregrino que pierde el camino, allí encuentra albergue.
Relata el dulcificado y canoro cíclope cómo una nave ligurina (italiana) precedente de Egipto cargada de riquezas del Oriente encalló en sus costas mientras él se encontraba tocando la zampoña y mirando al mar (buscando a su amada, o dedicándole su música): contempló como la rica nave desarbolada entregaba a la playa su botín: esencias aromáticas procedentes de Saba y piedras y metales preciosos de Cambaya, que son delicias de aquel mundo del cual provienen y que Scila (los taimados arrecifes donde mora la terrible diosa) se cobra como trofeo, arribando a las playas donde permanecieron durante dos días a merced de los ladrones que como arpías se esconden en las montañas.
Y refiere de cómo uno de los náufragos, un genovés, en su gruta se albergó, y, con él su escasa hacienda, como si de una segunda tabla de salvación fuera; y allí reconstituyó su enflaquecido cuerpo. Después le relató el terrible naufragio sufrido. Y como recompensa del trato recibido (de la fruta madurada en paja o secada al aire) le hizo hizo entrega de un arco labrado en el colmillo de marfil de un elefante índico, y una aljaba bruñida por esmerado artífice que fue ofrenda de un rey malaco a una deidad java (según me refirió mi huésped). Este arco Polifemo quiere regalar a Galatea para que penda de su hombro y se convierta, así, bella flechadora, en Venus del mar y Cupido de los montes.
...

59
Su horrenda voz, no su dolor interno,
cabras aquí le interrumpieron, cuantas
-vagas el pie, sacrílegas el cuerno-
a Baco se atrevieron en sus plantas.
Mas, conculcado el pámpano más tierno
viendo el fiero pastor, voces él tantas
y tantas despidió la honda piedras,
que el muro penetraron de las yedras.

60
De los nudos, con esto, más süaves,
los dulces dos amantes desatados,
por duras guijas, por espinas graves
solicitan el mar con pies alados;
tal redimiendo de importunas aves
incauto meseguero sus sembrados,
de liebres dirimió copia así amiga,
que vario sexo unió y un surco abriga.

61
Viendo el fiero jayán con paso mudo
correr al mar la fugitiva nieve
(que a tanta vista el Líbico desnudo
registra el campo de su adarga breve)
y al garzón viendo, cuantas mover pudo
celoso trueno, antiguas hayas mueve:
tal, antes que la opaca nube rompa
previene rayo fulminante trompa.


La casualidad hace que el rebaño de cabras interrumpa (no su dolor interno, sino su canto) la voz de Polifemo, cuando su pie herrabundo y su cuerno sacrílego (que no respeta el símbolo de Baco) amenazaban profanar las viñas; a lo que el fiero pastor responde con tantas voces como piedras lanza con su honda (para ahuyentar al cabrío), con tan mala fortina que el muro de yedra traspasan (tras el cual Galatea y acis se dan al amor).
Los amantes al sentir la lluvia de tejos, se creen causa y objetivo de los proyectiles, con lo cual desanudan los tiernos abrazos y salen corriendo hacia el mar con pies alados, sin reparar en las duras guijas ni en las espinas sobre las que más que correr vuelan; tal que liebres sorprendidas por el incauto campesino, abrigadas en el surco de las tierras labradas, dedicadas a sus faenas amorosas.
Es entonces cuando Polifemo descubre a los amantes, al ver huir a la fugitiva nieve (que es Galatea), pues el cíclope posee vista tan aguda que es capaz de distinguir los detalles de un escudo líbico a gran distancia, con su ojo único (adarga breve). Al ver a Acis, el monstruo enfurece tanto que, derribando cuantas hayas halló en su camino, se precipita hacia la playa lanzando un grito horrísono tal que el trueno que precede al rayo...
...

62
Con vïolencia desgajó, infinita,
la mayor punta de la excelsa roca,
que al joven, sobre quien la precipita,
urna es mucha, pirámide no poca.
Con lágrimas la ninfa solicita
las Deidades del mar, que Acis invoca:
concurren todas, y el peñasco duro,
la sangre que exprimió, cristal fue puro.

63
Sus miembros lastimosamente opresos
del escollo fatal fueron apenas,
que los pies de los árboles más gruesos
calzó el líquido aljófar de sus venas.
Corriendo plata al fin sus blancos huesos,
lamiendo flores y argentando arenas,
a Doris llega, que con llanto pío,
yerno le saludó, le aclamó río.


Y desgajando con violencia infinita el extremo puntiagudo de una gran roca contra el joven lo lanza, de tal suerte que la cónica piedra cae sobre el desdichado convirtiéndose ya en su urna, ya en pirámide -no pequeña- bajo el que sus restos están apresados. La ninfa solicita (en Ovidio será sólo Acis quien solicite favor y ayuda de los dioses marinos, en Händel es el Coro quien recuerda a la Nereida que tiene el poder para enmendar las cosas), haciéndose eco de la invocación de Acis, a las deidades del mar auxilio. Y éstas asisten -todas- al infortunado, trocando el peñasco duro en fontana y la sangre de Acis, en agua que de él mana. (se inicia la transformación del pastor en río)...
Apenas si los miembros del infeliz amante fueron opresos por el peñasco lanzado por Polifemo. que su transformación permitió calzar con aljófar de sus venas (sangre transmutada en agua) las raíces de los árboles más vetustos. Sus huesos (su cuerpo todo) así permutados en fluida plata corren hacia el mar lamiendo flores y argentando arenas (humedeciéndolas), y llegando a donde Doris (deidad marina, madre de Galatea), con llanto pío (respetuoso y quedo), lo saludó yerno y lo aclamó río. (Soberbia imagen la del yerno/río llegándose a su madre y diluyéndose en ella: ya pertenecerá por siempre a Galatea; poco importa que, según Apiano, la ninfa acabe en los brazos de Polifemo, con quien engendrará tres hijos, la intensidad y belleza del amor vivido con Acis lo compensará todo -y más, una vez Góngora se haga eco de tan fantástico acontecimiento).


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GALERÍA

POLIFEMO. EL POLIFEMO ESCULTURAL
La Fontaine Médicis au Jardin du Luxembourg

POLIFEMO en la PINTURA
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Polifemo y Galatea (fresco) - Pompeya (45-79 d.C)
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Polifemo en presencia de Galatea (fresco) - Pompeya (45-79 d.C)
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Polifemo y Galatea (fresco) - Pompeya (45-79 d.C)
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Polifemo y Galatea (c siglo II d.C.) - Mosaico Romano (Córdoba)
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Polyphemus (1526) - Giulio Romano
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The Cyclops Polyphemus (1595-1605) - Annibale Carracci
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Polyphemus Innamorato (1597) - Annibale Carracci
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Polyphemus (1639-40) - Guido reni
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Acis et Galatée surpris par Polypheme (2e quart 18ème siècle) - Lucas Auger 
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Polyphemus (1802) - Johan Heinrich Ischbein 
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Polypheme - Gustave Moreau
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Galatea (1880) - Gustave Moreau
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Galatea ( 1896) - Gustave Moreau
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The Cyclops (1914) - Odilon Redon
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EL POLIFEMO ESCULTURAL
La Fontaine Médicis au Jardin du Luxembourg

Jardin du Luxembourg: Fontaine Médicis (Grupo escultural: Polifemo sorprende a Acis y Galatea) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 1, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 2, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 3, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 4, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 5, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 6, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 7, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 8, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 9, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 10, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 11, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 13, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 14, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 15, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 16, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 17, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 18, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 19, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polifemo sorprende a Acis y Galatea (détail 20, Fontaine Médicis) - Auguste Ottin
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Polyphemus - Corneille van Cléve
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Polyphemus - Corneille van Cléve
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Polyphemus - Corneille van Cléve
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Polyphemus - Corneille van Cléve
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APÉNDICE MUSICAL

Relego aquí la fragmentaria obra de Lully, por dar lugar preferente a la de Händel en versión de la Académie Baroque d'Aix-en-Provence, dirigida por Leonardo García Alarcón, que si bien no es tan afortunada y preciosista como la adjuntada en el post anterior de la Royal Opera House, al incluir subtítulos en francés, creo aconsejable su inclusión en la cabecera.



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