lunes, 15 de abril de 2013

Sobre "La Inteligencia de las Flores" (3) - GALERÍA: Henri Fantin-Latour (Bouquets 1)





Diríase que las ideas acuden a las flores de la misma manera que se nos ocurren a nosotros. [...] 
Parece que tienen nuestra propia paciencia, nuestra perseverancia, nuestro amor propio; 
la misma inteligencia matizada y diversa, casi la misma esperanza y el mismo ideal. 
La Inteligencia de las Flores, Cap XIX. Maurice Maeterlinck


La INTELIGENCIA de las FLORES
Maurice Maeterlinck
(Fragmentos)
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....."No es fácil hacer comprender, sin figuras, el mecanismo extraordinariamente complejo de la orquidea: trataré, sin embargo, de dar una idea suficiente del mismo, por medio de comparaciones más o menos aproximativas... [...]
.....Escojamos una de las orquídeas más abundantes de nuestras regiones, la Orchis maculata, por ejemplo, o más bien, porque es un poco más grande y de observación más fácil, la Orchis latifolia, la Orchis de anchas hojas, vulgarmente llamada pentecostés. Es una planta vivaz que alcanza de treinta a sesenta centímetros de altura. Es bastante común en los bosques y en las praderas húmedas, y lleva un tirso de florecitas rosadas que se abren en mayo y junio.
.....La flor tipo de nuestras orquídeas representa con bastante exactitud una boca fantástica y abierta de dragón chino. El labio inferior, muy prolongado y pendiente, en forma de delantal festoneado y desgarrado, sirve de apeadero o descanso al insecto. el labio superior, redondeado, forma una especie de capucha que abriga los órganos esenciales, mientras que en el dorso de la flor, al lado del pedúnculo, baja una especie de espolón o largo cucurucho puntiagudo que encierra el néctar. En la mayor parte de las flores, el estigma u órgano femenino es una pequeña borla más o menos viscosa que, paciente, en el extremo de un tallo frágil, espera la llegada del polen. En la orquídea, esta instalación clásica ha quedado desconocida. En el fondo de la boca, en el sitio que ocupa la campanilla en la garganta, se encuentran dos estigmas estrechamente adheridos, sobre los cuales se clava un tercer estigma modificado en un órgano extraordinario. Lleva en su parte superior una especie de bolita, o mejor dicho de media pila llamada rostellum. Esta media taza está llena de un líquido viscoso, en el que se encuentran dos minúsculas bolitas de las que salen dos cortos tallos  cargados en su extremidad superior de un paquete de granos de polen cuidadosamente atado.
.....Veamos ahora qué sucede cuando el insecto penetra en la flor. Él se posa sobre el labio superior, extendido para recibirlo, y, atraído por el olor del néctar, trata de llegar al cuernecito que lo contiene en el fondo. Pero el paso es intencionadamente estrecho; su cabeza, al avanzar, tropieza necesariamente con la media pila. En seguida ésta, atenta al menor choque, se rasga, siguiendo una línea conveniente, y pone al descubierto las dos bolitas untadas del líquido viscoso. Estas últimas, en contacto inmediato con el cráneo del visitante, se pegan sólidamente a él,  de modo que, cuando el insecto se separa, de la flor, se las lleva, y con ellas los dos tallos que sostienen y en cuyos extremos se a hallan los paquetes de polen atados. Tenemos, pues, el insecto coronado con dos cuernos rectos, en forma de botella de champaña. Autor inconsciente de una obra difícil, visita una flor vecina. Si sus cuernos permaneciesen rígidos, iría simplemente a dar con sus paquetes de polen en los paquetes de polen cuya base se empapa del líquido contenido en la media pila vigilante, y del polen que se mezclaría con el polen nada resultaría. Aquí se manifiesta el genio, la experiencia y la previsión de la orquídea. Ésta ha calculado minuciosamente el tiempo que el insecto necesita para chupar el néctar y trasladarse a la flor próxima y ha notado que, por término medio, empleaba treinta segundos. Hemos visto que los paquetitos de polen van sobre dos cortas espigas insertas en las bolitas viscosas; pues bien, en los puntos de inserción se encuentra, debajo de cada espiga, un pequeño disco membranoso cuya única función consiste  en contraer y replegar, al cabo de treinta segundos, cada una de estas espigas, de modo que se inclinen describiendo un arco de noventa grados. Es el resultado de un nuevo cálculo, no de tiempo esta vez, sino de espacio. Los dos cuernos de polen que coronan el mensajero nupcial guardan ahora una posición horizontal delante de la cabeza, de modo que, cuando aquél penetra en la flor vecina tropezarán exactamente con los dos estigmas adheridos, sobre los cuales se encuentra la media pila. 
.....No es esto todo, y el genio de la orquídea no ha llegado al fin de su previsión. El estigma que recibe el choque del paquete de polen se hala untado de una sustancia viscosa. Si esta sustancia fuese tan enérgicamente adhesiva como la que encierra la pequeña pila, las masas polínicas, una vez rota su espiga, quedarían todas pegadas a ella, con lo cual habría acabado su destino. Pero es preciso que esto no suceda; es preciso no agotar en una sola aventura las probabilidades del polen, sino multiplicarlas todo lo posible. La flor, que cuenta los segundos y mide las líneas, es química por añadidura y destila dos especies de gomas: una sumamente pegajosa y que se pone inmediatamente dura al contacto con el aire, para pegar los cuernos del polen a la cabeza del insecto, y la otra muy diluida , para el trabajo del estigma. Esta última sólo es bastante adherente para desatar o apartar un poco los hilos tenues y elásticos que envuelven los granos de polen. Algunos de estos granos se pegan a ella, pero la masa polínica no es destruida; y cuando el insecto visita otras flores, continuará casi indefinidamente su obra fecundante. 
.....¿He expuesto todo el milagro? No; habría que llamar aún la atención sobre muchos detalles omitidos, entre ellos, sobre el movimiento de la pequeña pila que, después que su membrana se ha roto para poner a descubierto las bolitas viscosas, levanta inmediatamente su borde inferior, a fin de conservar en buen estado, en el líquido pegajoso, el paquete de polen que el insecto no se halla llevado. Cabría notar también la divergencia muy curiosamente combinada de las espigas polínicas sobre la cabeza insecto, lo mismo que ciertas precauciones químicas, comunes a todas las plantas; pues muy recientes experiencias de Gaston Bonnier parecen probar que cada flor, a fin de mantener intacta su especie, segrega toxinas que destruyen o esterilizan todos los pólenes ajenos. He aquí, a poca diferencia, lo que vemos; pero en esto, como en todas las cosas, el verdadero y gran milagro empieza donde se detiene nuestra mirada."
[Cap. XVI]



....."A estas pruebas de inteligencia la vanidad un poco pueril del hombre opone la objeción tradicional: sí, las flores crean maravillas, pero esas maravillas, son eternamente las mismas. Cada especie, cada variedad tiene un sistema y, de generaciones en generaciones, no introduce ningún mejoramiento apreciable. Es cierto que desde que las observamos, es decir, desde hace unos cincuenta años, no hemos visto al Coryantes macranta o a las Casetideas perfeccionar su armadijo; es todo lo que podemos afirmar, y es en verdad insuficiente. ¿Hemos intentado siquiera las experiencias más elementales, y sabemos lo que harían al cabo de un siglo las generaciones sucesivas de nuestra asombrosa orquídea bañera puestas en un centro diferente, entre insectos insólitos? [...]
.....Las flores precedieron a los insectos en la tierra; por consiguiente, cuando aparecieron éstos, aquéllas tuvieron que adaptar a las costumbres de esos colaboradores imprevistos toda una maquinaria nueva. Este solo hecho, geológicamente incontestable, entre todo lo que ignoramos, basta para establecer la evolución, y esta palabra un poco vaga ¿no significa, en último análisis, adaptación, modificación, progreso inteligente?"
[Cap. XXIII]
....."Que se diga, a propósito de la orquídea como de la abeja, que es la Naturaleza y no la planta o la mosca la que calcula, combina, adorna, inventa y razona, ¿qué interés puede tener para nosotros esa distinción? Domina esos detalles una cuestión mucho más elevada y más digna de nuestra apasionada atención. se trata de descubrir el carácter, la cualidad, las costumbres y quizá el fin de la inteligencia general de donde emanan todos los actos inteligentes que se cumplen en la tierra. Desde este punto de vista es desde donde el estudio de los seres --entre ellos las hormigas y las abejas--, en quienes se manifiestan más claramente, fuera de la forma humana, los procedimientos y el ideal de ese genio, es uno de los más curiosos que se pueden emprender. Parece, después de todo lo que acabamos de observar, que esas tendencias, esos métodos intelectuales son al menos tan complejos, tan avanzados, tan notables en las orquídeas como en los himenópteros sociales. Añadamos que un gran número de móviles, que una parte de la lógica de esos insectos agitados y de observación difícil nos escapan todavía, al paso que descubrimos sin trabajo todos los motivos silenciosos, todos los razonamientos estables y sabios de la pacífica flor."
[Cap. XXIV]

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REFLEXIONES al SOCAIRE de La INTELIGENCIA de las FLORES

Reflexión 3: Justificación, Intuición y Saber
.....El hombre busca continuamente subterfugios con los que convencerse a sí mismo que su proceder es el correcto y adecuado. El ser humano, que sepamos, es la única criatura que necesita autojustificar su existencia, pues no parece poder vivir sin horizonte, sin proyecto vital, sin finalidad.
Se dice: "la existencia tiene una finalidad, ha sido concebida por un motivo: la voluntad de Dios", y para sustentar esta afirmación --que necesita-- inventa una teodicea, en la que deposita sus esperanzas y ansia trascendente; idea, pues, un Dios, una voluntad omniscente y todopoderosa que todo lo ordena, y en ese ordenamiento, el hombre se coloca a sí mismo, como emanado a su imagen y semejanza, en un lugar prominente y preeminente justo por debajo del Dios mismo --que es su creación. Así el hombre escapa al vértigo de sentirse abrumado en un mundo, una existencia sin finalidad alguna. Incapaz de concebir una conciencia del infinito sin participar de él, se negará a admitir la muerte del alma, y concibe, para apuntalar esa negación, un espíritu que participa de todas las cosas, inmaterial, trascendente, no supeditado a la materia corruptible y efímera, liberado de la tremenda losa de una muerte sin finalidad, de una muerte que es toda fin, el fin.
.....El hombre crea la Religión para escapar al vértigo de la existencia sin motivo ni razón. Necesita concebir algo que no muera, que esté al abrigo del acabamiento, algo hacia lo que tender cuando la materia que compone nuestro cuerpo se descomponga. Y hay muchos hombres a los que no les sirve algo tan abstracto o ambiguo como un espíritu impersonal, ubicuo, disgregado y congregante; no, necesitan un dios personal, cercano, semejante, por eso crea el hombre los símbolos: en ellos proyecta sus esperanzas, sus miedos, su zozobra y angustia, su consuelo, a modo de puentes o cordones umbilicales que lo unan al Dios matricial.

.....Pero la Naturaleza tiene sus propias razones que desbordan o superan la capacidad de comprensión humana. Al hombre no le queda más que intuir o especular a cerca de esas razones, que en ningún caso serán morales o éticas, conque la Naturaleza obra (también a través de él). Esta intuición sería así una especie de "sentido extra" capaz de percibir, si bien de forma grosera y borrosa, la razón natural de la existencia. Incluso la parcialidad de ésta, como una sola posibilidad entre otras muchas: sólo se concibe aquello que es, y porque se concibe, es. El cómo es lo que resulta inconcebible, imposible de conocer, pues sus atributos escapan a la capacidad humana de conocimiento. Mas, aunque imposible de discernir claramente, de elucidar con prístina exactitud, si le es posible al ser humano captar el sonido de la razón de su existencia con los oídos de la intuición.
.....¿No será la inteligencia del hombre una emanación más, emanación determinada por la especie, de la inteligencia general de la Naturaleza, que no es más que una parte esencial del mecanismo merced al cual ésta lleva a cabo su proceso infinito hacia... el infinito? ¿Por qué hemos de creer que en las plantas o en los animales es la Naturaleza quien obra inteligentemente a través de ellos, y, en cambio, nosotros, los seres humanos, concebimos nuestra inteligencia como propia? ¿Qué nos induce a pensar de modo tan parcial y egocéntrico? Sin duda, la perspectiva. Nosotros somos quienes nos preguntamos, quienes poseemos la conciencia indagadora, quienes padecemos el miedo y el asombro, y puesto que somos nosotros el origen de todo el problema (de la consciencia de la existencia) nada más lógico que atribuirnos el centro del círculo alrededor del cual todo gira. Ésto no deja de ser, a estas alturas, de un antropocentrismo trasnochado y ya superado.

.....Por otra parte, podríamos concluír que quizá no otro sea el destino de la evolución de la mente del ser humano: su conciencia veraz del lugar que ocupa en la naturaleza, que no es otro que el de ser un objetivo sin objetivo, un simple eslabón de un mecanismo oculto --incognoscible-- que propicia e impulsa la existencia, y, por ende, el descubrimiento de la verdadera realidad en la que la nuestra, como humanos, está inmersa, como una pieza más, permeable e interrelacionada con todo, de ese impulso hacia el devenir, infinito, que la Naturaleza/Dios se ha dado.


.....¿La Naturaleza obra como nosotros, o al revés, nosotros imitamos a la naturaleza? Cuando decimos que la Naturaleza obra inteligentemente, ¿queremos con ello aludir a un proceso semejante a nuestro proceder inteligente? Mas bien creo que, muy al contrario, deberíamos convenir que la inteligencia del hombre, si impregnada de lo maravilloso, en nada puede compararse con la inteligencia general de la Naturaleza, pues mientras ésta es capaz de crear seres (organismos más y menos complejos) capaces de adaptarse a las circunstancias y durar milenios o eones, al tiempo que va modificándolos a medida que lo hacen las circunstancias del medio, las obras del ser humano están marcadas por el sello de lo efímero. Incapaz de insuflar en ellas el impulso vital, nacen muertas, meras recreaciones inertes de lo que la Naturaleza crea y lanza lleno de vida hacia el devenir. Lo realizado por la Naturaleza goza de una perfección y eficacia infinitamente superior a lo inventado por el hombre, quizá porque la Naturaleza no crea con ningún afán utilitarista, no crea con ninguna finalidad, sino sólo por el mero afán de crear, como un impulso irrefrenable e imparable que es. La Naturaleza no crea para imperar sino para persistir, y cuando crea lo hace con la máxima perfección en cada ensayo, en cada ser. En la Naturaleza no hay finalidad, luego tampoco interés. Crea por un exceso de generosidad, por un desbordamiento de su voluntad de ser, de ser posible. El hombre, en cambio, casi todo lo que hace, casi todo lo que inventa, lo hace y lo inventa buscando un beneficio propio; pocos son los que se resisten a este impulso egoísta que nace con la individualidad (egoísmo incluso de especie hacia las demás especies, lo que le lleva a esquilmar recursos y aniquilar o extinguir creaciones que, en rigor, tienen tanto o más derecho a la existencia. El ser humano ha llegado así a constituirse en parte del medio hostil contra el que la creación natural debe de luchar, adaptando sus criaturas a este nuevo ser devastador).

.....Se pierde continuamente la perspectiva de que el juicio nace contaminado de lo humano, de sus limitaciones y características, que, con mucho, no abarcan las de la naturaleza conocida, cuanto menos la que permanece oculta (ese "el verdadero y gran milagro empieza donde se detiene nuestra mirada"). ¿Cómo, pues, osamos decir o concluir que somos nosotros, parte, y sólo parte, de la Naturaleza, los que podamos determinar lo que la Naturaleza puede o es? ¿Hasta dónde llegará la miopía, o ceguera, del antropocentrismo? Nosotros podremos llegar a nuestras propias conclusiones, dependientes de nuestro limitado juicio, a cerca de la realidad, pero éstas no deben de confundirse con las de una realidad que nos contiene y nos rebasa infinitamente. El hombre sabe lo que le es posible saber, e ignora o desconoce inmensamente más de lo que sabe (o sabrá). 

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GALERÍA


Henri Fantin-Latour
1836-1904


FLORITURAS (4)

Otros Bouquets (1)
(1860-1881)
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Bouquet of Flowers, 1860
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Flowers, Cyclamens, 1860
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Autumn Flowers, 1861
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Dahlias, Queens Daisies, Roses and Corn Flowers, 1861
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Autumn Bouquet, 1861
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Flowers, 1862
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Flowers Camelias and Tulips, 1862  //  Narcissus and Tulips, 1862
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Flowers, 1863  //  Diverse Flowers, 1864
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Bouquet of White Chrysanthemums, 1869
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Flowers, 1871Narcisses Hyacinths and Nasturtiums, 1871
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Daisies and Dahlias, 1872
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Flowers, 1872
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Lilacs, 1872
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Asters in a Vase, 1875
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Narcisses in an Opaline Glass Vase, 1875
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Vase of Peoinies and Snowballs, 1878
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Flowers Large Bouquet with Three Peonies, 1879
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Hydrangias, Cloves and Two Pots of Pansies, 1879
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Spring Flowers, 1879
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White Peonies and Roses, Narcissus, 1879
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Wildflowers, 1879
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Nasturtiums, 1880
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Summer Flowers, 1880
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Zinnias in A Vase, 1880
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Bouquet of Diverse Flowers, 1881
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Flowers in a Vase, 1881
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Gladiolas and Roses, 1881
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Petunias, 1881
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Flowers, 1881
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