miércoles, 7 de agosto de 2013

TEXTOS AMIGOS: La pátina del tiempo (Henry James, 1903) (II) - GALERÍA: Evelyn De Morgan (2)





LA PÁTINA DEL TIEMPO
(II)

.....Me sentí no menos desconcertado que alarmado; pero un instante después me eché a reír para quitarle hierro a la situación:
.....––¡Oh, bien, puesto que yo no habré de conocerlo en persona! Ya veo que lo tendremos ––dije según salíamos, pues verdaderamente había activado un resorte. De hecho había activado el resorte.
.....Sus repercusiones iban a ser, más o menos, como muy pronto tendría ocasión de comprobarlo, multilaterales. Fiel a mi promesa, fui a casa de la señora Bridgenorth para informarla del resultado, y aunque dijo sentirse muy complacida por el buen éxito de mi misión, me di cuenta de que la defraudaba un poco el hecho de que la señorita Tredick no hubiese manifestado el menor deseo de una entrevista preliminar.
.....––Me parece que lo lógico habría sido que deseara verme, y que se imaginara que yo desearía verla a ella ––declaró.
.....Pero procuré infundirle todos los ánimos posibles: ––La verá una vez que esté acabado el cuadro. Podrá verla para expresarle su gratitud. ––Y para pagarle su precio, supongo ––dijo mi anfitriona, riéndose con un deje de aspereza que, al fin y a la postre, resultaba comprensible––. ¿Tardará mucho en acabarlo?
.....Reflexioné:
.....––Está tan interesada en el tema que yo diría que lo pintará de un tirón.
.....––¿Está interesada, pues? ––preguntó; y al enterarse de hasta qué punto, aunque yo sólo se lo desvelé a medias, exclamó admirada––: ¡Ustedes los artistas son seres rarísimos! ––Fue casi con un sentimiento de culpabilidad como le di la razón, y mientras ella aclaraba que había querido referirse a nuestra infinita capacidad de comprender y yo aducía que también a eso había querido referirme yo, me hizo pasar a otra estancia para enseñarme el lugar reservado al cuadro; acto éste que tuvo por efecto confirmar singularmente la verdad en cuestión. El lugar reservado al cuadro ––en su habitación personal, como la denominó ella, un gabinete de la parte posterior desde el cual se contemplaba el jardín comunitario de uno de esos modernos conjuntos residenciales y al cual, dijo, únicamente le faltaba ese detalle final–– resultó ser exactamente el lugar (un amplio panel del blanco maderaje encima de la repisa de la chimenea) de la descripción que yo le hiciera a mi amiga. Me preguntó abiertamente––: ¿Se da usted cuenta del efecto que causará? ––Y me miró con gran intensidad, como buscando algún indicio de que, gracias a mi sensibilidad, yo comprendía lo que no había manifestado ella en palabras. Tan transparentemente lo manifestaba la pobre mujer, que no tuve dificultad ninguna en comprenderlo. El retrato del más elegante caballero que nadie hubiera visto jamás, una vez enmarcado con sumo gusto y colocado allí reverentemente, contribuiría a realzar el prestigio de ella misma todavía más que el de su habitación.
.....He de consignar sin demora que mi escrutinio de la señora Bridgenorth no pudo menos que reafirmarme en el cultivo de esa pasión a que ya he aludido. A la luz de la impresión que ella me producía, la vida se me antojó tan prodigiosa y Londres tan asombroso como yo nunca había dejado de afirmar, y nada habría podido confirmar más plenamente esta idea que la manera en que todo nos quedó de manifiesto sin que nada fuera verbalizado. Nos mantuvimos en la superficie con esa tenacidad de los náufragos que se aferran a una tabla. Nuestra tabla fue nuestra mirada excluyentemente concentrada en el presente de la señora Bridgenorth. Permitimos que el pasado existiera para nosotros bajo la sola forma de las bellezas que había sabido ella conservar donosamente y a las cuales permanecían adheridos algunos vestigios de su antigua identidad. Era persona afable, distinguida, siempre decorosa. Me producía sobre todo la impresión de ser, esencialmente, una mujer que aguardara. Se parecía a una casa tan reciente y felizmente «reformada» que maravillara no verla habitada. Aguardaba que algo aconteciera, que alguien apareciera. Aguardaba, más que nada, el cuadro de Mary Tredick. Obviamente contaba con sacar partido de él.
.....Mis previsiones se revelaron atinadas; el cuadro fue ejecutado con prisa febril: raudamente, o por lo menos confiadamente, habida cuenta de la clase de obra que resultó ser. Al principio respeté la soledad de mi amiga, dejé actuar el fermento, sin importunarla con sugerencias ni asaetearla a preguntas; así transcurrieron dos o tres semanas sin que me acercara a ella. Por fin, una tarde, a la hora en que la luz declinaba, me dejé caer por su taller. Inmediatamente comprendió lo que yo deseaba:
.....––Oh, sí, estoy enfrascada en él.
.....––Pues bien ––dije––, he respetado tu intensidad, pero he sentido mi curiosidad.
.....Quizá no sea exacto decir que ella nunca estaba tan triste como cuando se reía, pero lo que sí es cierto es que siempre se reía cuando estaba triste. En puridad, sin embargo, ¿cuándo no lo estaba la pobrecilla, aunque procurara ocultarlo? Sus pequeños éxtasis de risa correspondían justamente a sus peores amarguras. Pero ¿por qué tenía que sentir amargura precisamente en ese instante?
.....––¡Oh, ya me conozco tu curiosidad! ––repuso; pero mi curiosidad no fue satisfecha por el pequeño estremecimiento que me produjo su carcajada––. Ya va saliendo, pero aún no puedo mostrártelo. He de resolverlo a mi manera. Ha insistido en ser, después de todo, el retrato de una persona reconocible ––añadió––. Pero nadie lo sabrá jamás.
.....––¿Nadie?
.....––Nadie que vaya a visitarla a ella.
.....––¡Oh, a la pobre ––repliqué–– no parece ir a visitarla nadie!
.....––Tanto mejor. Voy a arriesgarme. ––Tras lo cual comprendí que habría yo de aguardar todavía, pese a mi súbita impaciencia. Pero me demoré allí y, mientras tanto, explicó––: Si lo que estoy haciendo es intrínsecamente un retrato, la culpa es de la condición requerida. Si tenía que pintar al hombre más guapo del mundo, sólo podía pintar uno determinado.
.....Intercambiamos una mirada; seguidamente me eché a reír.
.....––¡Dudo que tal hombre sea yo! Pero ¿reflejará ––pregunté–– el matiz esencial?
.....––¿La vileza? Oh, sí, Dios mediante.
.....Me asaltó nuevamente la sensación de desconcierto, e incluso, de momento, apenas si me sentí autorizado a exigirle mayores confidencias. Pero quedaba siempre el recurso al buen humor:
.....A lo que me refería era a la pátina del tiempo.
.....––¿Que si la reflejará, mi querido amigo?
.....La pátina del tiempo es algo que no puede fallarme. ¿Acaso no la exhibo en mí misma? ––suspiró repentina y extrañamente, adquiriendo su rostro una expresión hasta entonces desconocida para mí––. ¿Acaso no voy a saber darle ese tono a mi modelo cuando, durante todos estos años, él me lo ha estado dando a mi?
.....Me fue imposible discernir qué pretérita pasión, qué perjuicio inolvidado, qué mezcla de placer y de dolor habían reavivado inintencionadamente mis palabras. Semejante consecuencia de las mismas no pudo menos que suscitar, en mí, una inmediata lástima, la cual, sin embargo, sólo exterioricé de forma indirecta:
.....––Es el tono ––sonreí–– con que hablas ahora.
.....Esto sirvió, desgraciadamente, como una especie de obstáculo.
.....––No era mi intención hablar ahora. ––En seguida, fijando la mirada en el lienzo, añadió––: Todo quedará dicho aquí. Vuelve dentro de tres días. La obra estará completa.
.....Sin duda que lo estaba cuando finalmente pude verla. Ella había pintado algo extraordinario: un cuadro maravilloso, ideal, para el papel que había sido llamado a desempeñar. Mi sola reticencia, desde el primer instante, fue que resultaba demasiado bueno para su prefijado destino, que algo mucho menos «sincero» habría servido igualmente al propósito de la señora Bridgenorth, y que su relegación a la «habitación personal» de esta dama ––por mucho efecto que pudiera causar allí–– lo condenaría irremisiblemente a una cruel obscuridad. Ahora mismo tengo el cuadro frente por frente de mis ojos, de modo que nada me cuesta describirlo, aunque ninguna descripción puede hacerle justicia. La figura representada es un hombre de alrededor de treinta y cinco años, mostrado de cintura para arriba, y ataviado, como percibe el espectador, según una moda obsoleta y que ya en la propia época de su composición distaba de estar en boga. Su arrogante rostro, un poco longilíneo, que tal vez parecería excesivamente aguileño a no ser por el equilibrio de la frente y la seducción de la boca, desprende un hechizo que aún hoy, al cabo de tantos años, subyuga mi imaginación. El personaje posee una distinción que uno juzga enérgicamente plasmada pero no groseramente enfatizada. Los ojos quizá están demasiado próximos entre sí, pero, merced a una extraña paradoja, son al mismo tiempo indiferentes y apasionados, en tanto que los labios, las mejillas y el mentón, tersos y límpidos, son de un delineado admirable. Toda su presencia expresa, de un modo palpable, juventud, así como alegría y orgullo de vivir, la desenvoltura de un temple altanero y la esperanza de una gran fortuna, con la insolente inconsciencia de quien piensa que todo le es debido. Un hombre que nunca ha conocido una humillación o una decepción y cuya presentación toda, si mi imaginación no se engaña, es prueba de que morirá sin haber sufrido jamás. En pocas palabras: un ser tan bello que apenas si puede leerse en su pensamiento, y tan afortunado que apenas si puede leerse en su corazón.
.....Por supuesto, me apresuro a agregarlo, el cuadro es de perceptiblemente femenina elaboración, ligera, delicada, misteriosa, imperfectamente sintética: insistente y esquiva, sobre todo, en los lugares donde no debería serlo; pero no por eso deja de ser bella la composición e infinita su sugestividad. En verdad me pareció, al primer vistazo, que su mayor fuente de grandiosidad provenía de la inmensa audacia artística con que se fingía pintado hacia 1850. En aquella tenebrosa época habría constituido una extraña flor de refinamiento. La «pátina» ––la del tiempo pretérito al que el cuadro afectaba pertenecer–– se hallaba en él casi con exceso: un halo negruzco hacia el cual parecía retirarse la imagen misteriosamente. En este instante la figura representada me mira al través de muchos años y muchos acaecimientos, pero lo que en un principio sentí fue que había logrado erigirse simultáneamente en un experimento logrado y en una evocación plausible. Me redujo al silencio por tan variados motivos de sobrecogimiento, lo recuerdo, que ni en sueños se me habría ocurrido preguntar quién era. Todo cuanto dije, tras mis primeros balbuceos de admiración ante la consumada maestría de mi amiga, fue:
.....––Y ¿has llegado sin ningún documento a tal efecto de realidad?
.....––Depende de lo que entiendas por documento.
.....––¿Sin apuntes, sin estudios, sin bocetos?
.....––Los destruí todos hace muchos años.
.....––Entonces, ¿los tuviste en otro tiempo?
.....Hizo una pausa momentánea.
.....––En otro tiempo lo tenía todo.
.....Esto me reveló a la vez mucho más y mucho menos de lo que yo pretendía; lo suficiente, en todo caso, para que mi siguiente pregunta, tal como la formulé, sonara un poco absurda aun a mis propios oídos:
.....––Así, pues, ¿está hecho enteramente de memoria?
.....Desde donde ella estaba contempló su obra una vez más; tras lo cual se orientó bruscamente hacia mí y, avanzando varios pasos, se me reunió con una expresión desconocida ––pese a que llevaba algún tiempo viéndole muchas expresiones hasta entonces desconocidas para mí–– en su aspecto y sus palabras:
.....––¡Está hecho enteramente de odio! ––me espetó, y seguidamente salió del taller. Entonces creí comprender el motivo de aquella retirada. Extremadamente conmovida por la impresión que su cuadro me había producido, no podía evitar las lágrimas y quería ahorrarme el espectáculo. Me dejó a solas con su portentosa creación durante un rato, y nuevamente, en su ausencia, reflexioné sobre la situación. El hombre del cuadro estaba muerto, debía de estarlo hacía ya muchos años; la sola humillación, como la he denominado, que estaba destinado a sufrir le había sido impuesta por la muerte. El lienzo lo plasmaba y lo contenía, en todo caso, como únicamente se hace con los muertos. Ella había sufrido por él, se me antojó, todo lo que una mujer puede sufrir, y la herida que él le infligiera, aunque oculta, no había cicatrizado jamás. Había tornado a sangrar mientras ella lo pintaba. Cuando volvió a entrar en el taller, no obstante, sólo supe decirle una cosa:
.....––Advierto, bien lo sabe Dios, su belleza. Pero lo que soy incapaz de advertir es eso que denominas su vileza.
.....Le lanzó una última mirada; nuevamente se orientó hacia mí:
.....––Oh, así era él.
.....––Pues bien, comoquiera que él fuese ––recuerdo que repuse––, no se me alcanza que accedas a desprenderte de él. ¿No sería mejor enseñarle primero el cuadro aquí a la señora Bridgenorth?
.....Titubeó respecto de aquello:
.....––Creo que no me apetece que venga.
.....Quedé maravillado:
.....––¿Sigue resultándote tan desagradable la idea de verla?
.....––¿De qué serviría? Si me pidiera que modificase el cuadro, por nada del mundo consentiría yo en hacerlo.
.....––¡Oh, no te pedirá eso! ––dije riéndome––. Lo adorará tal como está.
.....––¿Tan seguro estás de lo que quería?
.....––¿De que quería alguien a quien hacer pasar por el señor Bridgenorth? Vaya, aunque no hubiera estado seguro desde el principio, mi querida amiga, lo estaría en este momento. ¡Es imposible que, ante una oportunidad así, no se entusiasme! Sí, lo hará pasar por el señor Bridgenorth.
.....––¡El señor Bridgenorth! ––hizo de eco, logrando, con su helada risita, que el nombre sonara grotescamente indigno de él. En verdad podía ser un príncipe, y me pregunté si no lo habría sido. Ella tuvo, en todo caso, una idea novedosa––: ¿Te molestaría que lo hiciera llevar a tu taller para que ella lo viera allí? ––Lo cual (toda vez que yo acepté de inmediato, inclinándome ante sus razones, cualesquiera que fuesen) hizo cumplir a la mayor brevedad.

(continuará)

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GALERÍA



Evelyn De Morgan
1855-1919

Galería 2
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Night and Sleep, 1878
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Night and Sleep (détail), 1878
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The Mourners
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Night and Dawn
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Loves Passing, 1883-84
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The Passing of the Soul
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Death of the Dragon
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Gloria in Excelsis
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Kingdom of Heaven
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Love the Misleader
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The Litle Sea Maid
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Lux in Tenebris, 1885
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Evening Star over the Seas
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Sunbeam and Summer Lover
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Twilight
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The Soul's Prison House, 1888
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Tobias and the Angel
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By the Waters of Babylon, 1882-83
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Hero Awaiting the return of Leander, 1885
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The Captives
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The Cadence of Autumn, 1905
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Life and Though have gone Away
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The Poor Man Who saved the City
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The Gilded Cage, 1919
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The Gilded Cage, 1919
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Our Lady of Peace, n.d.
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Port after Stormy Seas, 1905
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Port after Stormy Seas, 1905
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The Prisioner, 1907-8
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A Soul in Hell
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The Worship of Mammon, 1909
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The Garden of Opportunity, 1882
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The Garden of Opportunity, 1882
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Blidness and Cupidity
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Demeter Mourning
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The Vision
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Daughters of the Mist
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Venus and Cupid
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Mercury
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In Memoriam
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Sleep and death, the children of the Night
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Mombeans dipping into the Sea
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Death of Butterfly
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Portrait of William De Morgan, 1909 

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