viernes, 9 de agosto de 2013

TEXTOS AMIGOS: La pátina del tiempo (Henry James, 1903) (III) - GALERÍA: Ford Madox Brown (1)





LA PÁTINA DEL TIEMPO
(III)

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.....Al día siguiente recibí el cuadro, en consecuencia, y al otro se presentó la señora Bridgenorth, a quien ya había enviado recado. Yo lo había ubicado bien a la vista, enmarcado y en un caballete, y jamás olvidaré la mirada y el grito que, nada más percatarse de él, asomó en su rostro y brotó de sus labios. Fue un momento insólito, tanto más cuanto que me cogió enteramente desprevenido; tan insólito que, en un principio, apenas si comprendí lo que sucedía. Cuando cobré conciencia de ello, por lo demás, ya habían sucedido otras cosas, de modo que al sobreponerme procuré asimilar la situación en toda su complejidad. Ella había identificado al modelo inmediatamente: he aquí la impresión que dominó a todas las otras y que era inconfundiblemente vívida en ella. Esta identificación le había insinuado, con la rapidez del rayo, la posibilidad de que el golpe le hubiera sido preparado adrede: he aquí la segunda impresión, que la había hecho arrebolarse como si hubiera recibido una bofetada en plena cara. La tercera de las impresiones ––y fue realmente la más portentosa–– fue su raudo impulso de disimular tanto su singular reconocimiento del modelo como su obscura sospecha. Lo que no pudo disimular, sin embargo, pobre mujer, fue el gran sonrojo de sus mejillas y las prontas lágrimas de sus ojos. No dejaba de mirar fijamente el lienzo, nerviosa, boquiabierta, procurando ganar tiempo. Sorprendida o despechada, reflexionaba intensamente, sintiendo, por encima de todo, el riesgo que corría si se dejaba dominar por la emoción; e incluso en ese momento me di cuenta de que nada habría podido ser más admirable que su esfuerzo por sofocar su conmoción en diez segundos. 
.....Cuántos segundos terminó necesitando, no lo cronometré; los suficientes, a buen seguro, para que yo también sacara provecho de la coyuntura. Yo gané más tiempo que ella, y sin duda lo más singular de todo fue mi jugada: el más rápido cálculo que, guiado por una mera intuición imprecisa, haya realizado yo jamás. Dado que ella había identificado al imponente caballero representado en el lienzo y, sin embargo, instantáneamente había resuelto no darlo a entender, toda mi lealtad hacia Mary Tredick me inspiró una rápida contramaniobra. Me ofrecieron un buen pretexto sus arreboladas mejillas: 
.....––¡Caramba, pero si lo conoció usted! 
.....Advertí que por un instante se preguntaba si no podría fingir convincentemente que su turbación se había debido nada más que a un arrebato de placer, a la natural alegría que le causaba su adquisición. Estaba patéticamente, aunque a la vez casi cómicamente, indecisa. Su propensión era hasta tal punto borrar sus huellas, que cualquier confesión de una relación pasada se le aparecía como un peligro; pero asimismo le convenía a su seguridad el averiguar, a la luz de nuestra pasmosa coincidencia, en qué medida estaba ya desenmascarada. Por lo pronto escamoteó el problema con objeto de evitar su discusión. Sonrió entre las lágrimas: 
.....––¡Es una obra absolutamente magnífica! 
     Pero yo le concedí, como digo, escasísimo tiempo: 
.....––¿Quién es él? ¿Quién era él? 
.....Probablemente lo que la decidió fue mi mirada en aún mayor medida que mis palabras. No vaciló sino un instante más, resolló, rió, lloró nuevamente, y luego, desplomándose en el asiento más próximo, se rindió tan por completo que me sentí casi avergonzado. 
.....––¿Cree usted que pienso decirle su nombre? ––El peso de los años pretéritos (todo lo borrado y destruido) revivió en el tono mismo de sus palabras, casi como los sones de una música olvidada resucitan con la violencia de un choque emocional. Las intuiciones, sin embargo, según me lo demostró inmediatamente, eran un juego al cual podían jugar dos. Le bastó escudriñarme un instante––. ¡Caramba, pero si usted realmente no lo sabe! 
.....Juzgué que lo mejor sería mostrarme franco: 
.....––No lo sé. 
.....––Entonces, ¿cómo es que lo sabe ella? 
.....––¿Cómo es que lo sabe usted? ––dije riéndome––. Mi caso es aparte. 
.....Por un momento les dio vueltas interiormente a las cosas, fija la mirada en el lienzo: 
.....––¡Qué parecido, qué parecido! ––Resultaba casi excesivo. 
.....––¿Tan fiel es el retrato? 
.....––Mucho más de lo que pueda usted figurarse. 
.....Reflexioné: 
.....––Pero semejante parecido con una persona reconocible... va contra sus deseos. 
.....Ante esto se incorporó con una protesta vehemente: 
.....––Oh, nadie más se dará cuenta. 
.....Exterioricé nuevamente, me temo, mi diversión: 
.....––¿Nadie salvo usted y ella? 
.....––¡Que lo haya pintado a él! ––No cabía en sí de asombro––. ¿Palabra de honor que ella no lo sabía? 
.....––¿Que éste es el mismísimo caballero que usted habría solicitado si hubiera tenido el valor? Ni por asomo. ¿Cómo podía saberlo? Ella no sabía nada... palabra de honor. 
.....La señora Bridgenorth continuó maravillándose: 
.....––¿Lo escogió como modelo simplemente a causa de que su tipología...? 
.....––...¿corresponde a la descripción que yo le hice de lo que usted deseaba? Exactamente. 
.....––Pero ¿cómo... al cabo de tantos años? ¿De memoria? ¿Porque fue amiga suya? 
.....––A partir de sus recuerdos, sí. En nuestro rarísimo gremio, ¿sabe usted?, la memoria visual es algo portentoso. Él era lo ideal, sencillamente, para su propósito. Bien, ¿está usted satisfecha? ––añadí tras un instante. 
.....Se había aplicado a contemplarlo de nuevo, y ante aquello volvió la mirada hacia mí; pero advertí que no podía hablar, o por lo menos no pudo más que articular irreproduciblemente: «¡Satisfecha!», de modo que no me sorprendió en lo más mínimo que ––al igual que lo hiciera Mary, pues, por lo visto, el modelo tenía la facultad de desatar el llanto femenino–– estallara repentinamente en sollozos. Al confesarlo ahora, piénsese de mí lo que se quiera, no siento mayores remordimientos que entonces, pero lo cierto es que mientras se entregaba a llorar me asaltó literalmente una nueva inspiración destinada a servir los intereses de la señorita Tredick. Yo sabía exactamente, por lo demás, antes de que mi visitante pudiera sobreponerse, la petición que ésta me formularía en seguida; conque la suscité deliberadamente para terminar de una vez por todas. Expliqué que no sospechaba yo en modo alguno la identidad del modelo, ya que nuestra artista no me había brindado ningún indicio. Únicamente tenía la impresión de que ella lo había conocido... conocido bien; y de que, cualesquiera que hubiesen sido sus razones para utilizarlo, el hecho de que la señora Bridgenorth compartiera ese conocimiento era, lisa y llanamente, una coincidencia. Tan pasmosa como se quisiera, pero estas cosas sucedían. Mi visitante me escuchó con avidez y confianza. Se sintió tranquilizada en cierta medida. Entonces llegó su petición: 
.....––Pues bien, si ella no se figura ni remotamente que él desempeñó un papel en mivida (ni que ahora lo volverá a desempeñar), voy a pedirle a usted, como un muy especial favor, que no se lo diga jamás. A buen seguro, ella querrá saber qué impresión me ha producido su obra. Naturalmente que usted le dirá que estoy entusiasmada, pero ¿puedo exigirle que no agregue nada más? 
.....Había súplica en su semblante, pero tuve que meditar: 
.....––Hay condiciones que antes debo exigirle a mi vez, y una es asimismo una pregunta, sólo que más directa que las suyas. Ese hombre misterioso, malogrado por la muerte, ¿tenía que casarse con usted? 
.....Lo afrontó con valentía: 
.....––Ciertamente, si hubiese vivido más. 
.....No sentí sino diversión ante la rotundidad de aquel «ciertamente». 
.....––Muy bien. Entonces, ¿por qué desea que esta coincidencia...? 
.....––...¿le sea ocultada a ella? ––Sabía exactamente el porqué––: Porque si la sospechara se negaría a entregarme el cuadro. Por consiguiente ––añadió con resolución–– tiene usted que aceptar que se lo pague en seguida.
.....––¿A qué llama usted en seguida? 
.....––Tan pronto como llegue a casa le mandaré un cheque. 
.....––Oh ––dije riéndome––, vamos a ver. ¿Por qué cree usted que se negaría a entregárselo? 
.....Su respuesta se hizo esperar, pero cuando la formuló fue perfectamente clara: 
.....––Porque adivinaría lo mucho que debo desearlo. 
.....––¿No sería más bien al contrario... ya que una parte del acuerdo estipulaba claramente que el cuadro no habría de presentar ninguna semejanza con una persona real? 
.....––Oh ––dijo con impaciencia la señora Bridgenorth––, el hecho de que no me haya importado la semejanza sería lo que la alertase. Sacaría sus conclusiones por sí sola. ––Entonces manifestó su verdadera aprensión––: Se pondría celosa. 
.....––¡Ah! ––exclamé riendo. Pero me había sobresaltado. 
.....––¡Me odiaría! 
.....Quedé maravillado: 
.....––Pero no creo que él le resultase simpático. 
.....––¿No lo cree? ––Me miró fijamente, mientras hacía de eco a cuenta de todo lo que pudiera haber en ello, y luego pareció decidir que era muy poco––: ¡Yo lo afirmo! 
.....Se ponía casi cómicamente al descubierto la antigua señora Bridgenorth. 
.....––Pero, por lo que he podido inferir, él se condujo mal con ella ––dije. 
.....––Y ¿cómo se condujo ella con él? 
.....Apenas si vacilé: 
.....––Y ¿cómo se condujo usted? 
.....––Eso es asunto de mi exclusiva incumbencia. ––Y fijó otra vez la mirada en el retrato––. Él se condujo lo bastante bien con ella como para que ella lo recuerde así. 
.....Lo contemplé una vez más: 
.....––Artísticamente hablando, habida cuenta del modo como ha sido hecha, es una de las obras más singulares que haya visto yo jamás. 
.....––¡Es una verdadera joya! ––dijo más sencillamente la pobre señora Bridgenorth. 
.....Lo era, lo es en verdad; eso era precisamente lo que volvía tan interesante el caso: 
.....––Sin embargo, tengo la indefinible sensación de que, como digo, él no ha sido pintado con amor. 
.....Fue extraordinario cómo me entendió: 
.....––Ha sido pintado con rabia. 
.....––Entonces, ¿qué tiene usted que temer? 
.....De nuevo, lo sabía exactamente: 
.....––Lo mismo que ha sucedido cuando ella me ha puesto celosa a mí. Hasta tal punto ––manifestó–– que si usted me da su palabra de guardar silencio... 
.....––¿Y bien? 
.....––Pues que doblaré la cantidad. 
.....––¡Oh––repuse, paseándome de un lado para otro en mi excitación ante el hecho de que concordáramos––, eso es justamente lo que (para mejor servir los intereses de ella) yo iba a proponer! 
.....––¿Queda convenido, pues, que tengo su palabra de honor? ––Se mostraba tan vehemente que esto decidió a efectos prácticos el asunto, aun cuando seguí paseándome un poco mientras ella me observaba en suspenso. La vibración del ambiente atestiguaba que se había enamorado de la obra con reprimido apasionamiento y que una relación muy íntima había resucitado en aquel rato. No se ignora que una persona genuinamente desprendida es capaz de plantear en beneficio ajeno exigencias que nunca plantearía en beneficio propio. Resueltamente, se imponía servir los intereses de Mary. La obra valía realmente mucho más de lo estipulado, y si la propia compradora optaba por creerlo así era problema suyo. Me decidí: 
.....––Si queda igualmente convenido que yo tengo la de usted. 
.....De tan buena gana convinimos, que nos estrechamos la mano para sellar nuestro entendimiento. 
.....––¿Cuándo podré hacer que vengan a recoger el cuadro? 
.....––Caramba, esta noche tengo que verla a ella. Digamos mañana a primera hora. 
.....––Mañana a primera hora. 
.....La escolté hasta su cupé, y mientras se despedía, lo recuerdo, expresó su pesar por no poder llevarse el lienzo en él en ese mismo punto y hora. La consolé observando que no habría podido meterlo en un carruaje de esas características... lo cual no era cierto. 
.....Antes de cenar fui a ver a Mary Tredick y, a pesar de no sentirme idealmente seguro del terreno que pisaba, le comuniqué la noticia sin pérdida de tiempo: 
.....––Quedó tan entusiasmada que sentí en conciencia que debía sacar partido de ello en beneficio tuyo. No lo comprará en los términos iniciales. Subí el precio. 
.....Mary quedó sorprendida: 
.....––Pero ¿hasta cuánto? 
.....––Pues hasta cuatrocientas libras. Si lo deseas procuraré incluso que sean quinientas. 
.....––Oh, no me parece correcto. 
.....––¿Por qué? 
.....––¿Después de haber hecho un trato? ––Estaba muy seria––. No me gustan nada los regateos. 
.....––Pero, mi querida amiga, te las has ganado. Te comprometiste a entregarle una baratija simplemente decorativa y has producido una viviente obra maestra. 
.....Reflexionó: 
.....––¿Es así como lo calificó ella? ––Luego, como yo vacilara por tener que reflexionar también, prosiguió––: ¿Qué es lo que sabe? 
.....––Sabe que desea poseerlo. 
.....––¿Con tanto ardor? 
.....Ante esto hube de hacer acopio de fuerzas: 
.....––Con tanto ardor que esta misma noche me mandará el cheque, y yo te lo reexpediré para que lo recibas en el primer correo de la mañana. 
.....––¿Antes de que ella haya tomado posesión del cuadro? 
.....––Oh, hará que vengan a buscarlo mañana. ––Y, como iba yo a cenar fuera y aún tenía que cambiarme, se me había agotado el tiempo. Mary me escoltó hasta la puerta, donde le confirmé mi garantía––: Recibirás el cheque en el primer correo. ––A lo cual añadí––: ¡Si el primer precio era aceptable para una mujer deseosa de cualquier marido, hay que convenir en que el segundo es irrisorio por uno como el que le has proporcionado! 
.....Yo tenía prisa, pero ella me retuvo: 
.....––¿O sea que has visto confirmada tu idea? 
.....––¿Mi idea? 
.....––La de que es eso lo que le he proporcionado. 
.....Súbitamente tuve la sensación de haber ido quizá demasiado lejos; pero ya había hecho esperar mucho a mi carruaje de alquiler y monté en él sin demora. 
.....––¡Vaya, digamos ––le grité con forzada jovialidad mientras me alejaba–– que le has proporcionado, en cualquier caso, una esposa a él! 
.....Cuando regresé a casa aquella noche después de cenar, mi primer cuidado, en el oscuro taller, fue encender una luz para contemplar otra vez al caballero pintado por Mary. Sentía el impulso de darle las buenas noches, pero, para mi indecible sorpresa, ya no estaba allí. Su lugar estaba vacío: había desaparecido sin dejar rastro. Comprendí, no obstante, pasado mi primer asombro, lo sucedido; y además lo comprendí, sinceramente, con cierto alivio. Como mis criados estaban acostados era imposible interrogar a nadie, pero la señora Bridgenorth, cuya nota adjuntando el cheque reposaba sobre la mesa, seguramente no había sido capaz de reprimir su impaciencia. La nota, comprobé, no mencionaba nada excepto el cheque adjunto; pero debía de haber sido traída por un emisario particular, y era su silencio sobre cualquier otra cuestión lo que desvelaba el misterio. El 
emisario había debido de acudir con instrucciones de «actuar»: habría venido en un vehículo, se habría llevado en él tela y marco. Por consiguiente, ya estaba pagado el precio y concluida la aventura. Al día siguiente, no sé muy bien por qué, había dormido mucho mejor gracias a mi conciencia de ambas cosas, y tan pronto como acudió mi fámulo le pedí detalles. Por ello me dejó tanto más atónito su respuesta: 
.....––No, señor, no vino ningún emisario; se presentó ella personalmente. Vino sola en una berlina de alquiler, pero yo la ayudé, y entre los dos introdujimos el lienzo en ella. Hubo peligro de romperlo, señor, pero estaba decidida a llevárselo. 
.....Quedé maravillado: 
.....––¿Vino en una berlina... pero sin su criado? 
.....––En efecto, señor. Vino, como quien dice, por su cuenta y riesgo. 
.....––¿Y ni siquiera en su cupé, que habría resultado más espacioso? 
.....Mi fámulo, según acostumbraba, sopesó aquello: 
.....––¿Es que ella tiene un cupé, señor? 
.....––Caramba, el mismo con que ayer vino aquí. 
.....Entonces se hizo la luz: 
.....––¡Ah, esa dama! No fue ella, señor. Fue la señorita Tredick. 

(continuará)

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GALERÍA



Ford Madox Brown
1821-1893

Galería 1
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The Bromley Family, 1844
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The Seeds and Fruit of English Poetry, 1845
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The Seeds and Fruit of English Poetry, 1845
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John Wycliffe reading his translation of the Bible to John of Gaunt, 1847
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Lear and Cordelia, 1848
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Chaucer at the Court of Edward III, 1851
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Chaucer at the Court of Edward III, 1851
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Pretty Baa-Lambs, 1852
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At the Grain Harvest, 1854
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The Hay Harvest, 1855
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Hampstead from my Window, 1857
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Portrait of William Michael Rossetti (1829-1919) by Lamplight, 1856
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The Last of England, 1860
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The Last of England, 1860
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The Last of England, 1860
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The Irish Girl, 1860
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Work, 1852-63
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Elijah restoring the Widows Son, 1868
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The finding of Don Juan by Haidee, 1869
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Jacob and Joseph's coat, 1868-71
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Romeo and Juliet, 1871
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Cordelia's Portion, 1866-72
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Henry Fawcett; Dame Millicent Garrett Fawcett (née Garrett), 1872
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Jesus washing Peter's Feet, 1876
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Madeline Scott, 1883
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Stages of Cruelty, 1890
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The Nosegay
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The Young Mother
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