lunes, 28 de octubre de 2013

Comentarios a Kafka (II) - GALERÍA: René Magritte (2)





Una reflexión tempestiva sobre Kafka en la actualidad

.....¿Realmente hay alguna diferencia entre la sociedad que Kafka percibía alienada a principios del siglo XX, sociedad que hoy en día nos parece hasta ingenua y bucólica, sociedad aún joven e inmadura, en formación, si ya esclava de la revolución industrial, sociedad que debía pasar por dos terribles pruebas antes de alcanzar la madurez que da la conciencia de un mundo global, interrelacionado, una sociedad que vería perder la inocencia en la creencia de paraísos aislados, a la carta, exclusivistas; y esta de ahora, la que surgió de aquel mundo en llamas, más armado y letal que nunca, más consciente de su interdependencia (y aun así, empecinado, por ceguera interesada, en mantener las diferencias regionales, las diferencias de bienestar, las diferencias en la detentación de poder), más lanzado a una loca carrera tecnológica, más consumista y materialista que nunca? ¿Estaba el ser humano más alienado entonces que ahora? ¿No habría hoy tanto o más motivo para esgrimir la metáfora, o alegoría, de un Gregorio Samsa metamorfoseado en diligente insecto? ¿Se ha movido algo, ha cambiado algo, realmente, en la conciencia del ser humano que merezca decir: "No, eso hoy en día es imposible. Hoy el hombre es más libre, está menos determinado, posee más información, más tiempo, depende menos de las altas instancias del poder"? ¿O por el contrario, hoy está más en vigor que entonces una imagen así?

.....¿Realmente no parecen nuestras ciudades enormes hormigueros, colonias de insectos, donde los individuos realizan su función sin apenas margen para ejercer un libre albedrío que vaya más allá de la simple elección a cerca del tipo de esclavitud que se desea? ¿No es el consumismo, el ocio ordenado, otro tipo de esclavitud, de determinación, enmascarada de supuesta voluntad libre? Todos esos individuos que se esfuerzan para realizar un trabajo durante cuatro, ocho, diez o doce horas al día, que los permita llevar una vida aparentemente cómoda (frecuentemente anodina), enfocada a un destino consumista, de disfrute del tiempo libre (dentro de unos cánones fijados por la autoridad competente, el poder), obedientes a las leyes de la comunidad-hormiguero, canalizados por usos y costumbres interiorizados que actúan con la propiedad de verdaderas cadenas invisibles: la Ley. ¿Realmente creemos que el universo kafkiano está obsoleto, no es aplicable al actual estado de cosas? ¡Hay alguien tan ingenuo que lo cree?

.....Adecúense ciertas expresiones, ciertos modos, ciertos paisajes, a las características formales de un siglo después (es decir, hoy) y veremos cómo casi todos los mensajes contenidos en las literarias botellas de Kafka pueden resultar de la más "rabiosa" actualidad. Incluso podrían calificarse algunas de sus visiones de ingenuas y poco imaginativas (¡!) ante lo que diariamente acontece a nuestro alrededor. No es difícil imaginarse a Kafka reaccionando ante estos casos de asesinos abruptos que irrumpen en colegios o en islas de esparcimiento y se lían a matar a diestro y siniestro, sin otro motivo, a fin de cuentas, que el odio a la especie; o el de esos pederastas que coleccionan niños esclavos, o el de ese poder que mira hacia otro lado ante las poderosas industrias bélicas, farmacéuticas o financieras; o este rizar el rizo de obviar --el poder, los ciudadanos-- que estamos en una aldea global, asumiendo que unos vivan en una sociedad del ocio, y otros mueran por no poder cubrir las necesidades básicas; o... ¿Realmente creemos que no estamos en un mundo aún más kafkiano que el que el propio Kafka elucidó?

.....Se podría coger La Metamorfosis y aplicarla casi punto por punto a la humanidad actual, que no sólo no se ha movido apenas del lugar (espiritual) que ocupaba en tiempos del escritor austriaco, sino que ha hundido aún más sus raíces en la sinrazón (con la excusa, paradójicamente, de una mayor adquisición de racionalidad). Las mismas preguntas ontológicas cabe hacerse ahora que entonces, solo que ahora hay más motivos para la desesperanza: el ser importa tan poco, comparado con el poseer... La muerte, o eclipsamiento, de las ideologías, el marchitamiento del pensamiento como motor de la evolución, la preeminencia de la tecnología y la Ciencia, la individualización (ese cocooning puesto de moda en los años 90s por Faith Popcorn, del que ya no se habla porque es un hecho ya consumado y asimilado, con la inapreciable ayuda de la revolución que ha supuesto internet) frente a una socialización que allí donde aún se produce es mirada por el poder como una amenaza (los movimientos de indignados, las primaveras árabes, las asociaciones de ayuda a los desheredados --o desahuciados)...

.....Definitivamente, Gregorio Samsa no está obsoleto, sino que su significado, la fuerza de su imagen, están más vivos que nunca, sólo que hoy día son (¿somos?) tantos los seres humanos metamorfoseados en insectos, que a nadie le extraña ya estar convivendo con ellos. Incluso la gente reivindica oficialmente su derecho a ser insecto, y reafirma esta su voluntad metamórfica cada vez que acude a las urnas para votar que nada cambie, que se le siga permitiendo y favoreciendo su inclusión en una sociedad de ordenados y temerosos insectos. Insectos, por otra parte, con inteligencia superior (al menos eso creen ellos), con conciencia (al menos, eso creen ellos), con sentido de la libertad (al menos, eso creen ellos), a pesar de dar toda la impresión de haber renunciado a ejercitar todas estas cualidades de las que, con fatuo orgullo, presumen. Quizás, después de todo, la terrible (o no) verdad sea que no haya ninguna diferencia entre un insecto y un humano, que ambos son expresión de sociedades organizadas, orden que esclaviza inevitablemente a los individuos que las componen y que, a la vez, los liberan de tener que pensar por su cuenta y de afrontar la vida a voluntad libre y descubierta. El valor de la obra de Kafka (y el de todos los lúcidos visionarios), qué duda cabe, está en el hecho de que su mensaje es intemporal, ajeno a modismos y actualidades, porque escarban en las raíces de la especie, en los fundamentos de su naturaleza, e, incluso, porque denuncian, desvelando, la realidad a la cual todas las especies pertenecen.

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Franz Kafka

COMENTARIOS
Selección II
(En rojo el texto del escritor; en negro mis comentarios)

Consideraciones sobre el Pecado,
el Sufrimiento, la Esperanza
y el Camino Verdadero

35. No hay un «tener», sólo hay un «ser», sólo un «ser» anhelante del último suspiro, de la asfixia.
37. Su respuesta a la afirmación de que quizá él posee, pero no es, fue exclusivamente temblor y palpitaciones.

Dos aforismos encadenados. En el primero, una declaración de la realidad ontológica del ser: el tener es ficción, un espejismo, mero material de relleno, poco más que paja; lo que verdaderamente hay es un "ser", pero no un ser satisfecho consigo mismo, sino un ser anhelante por dejar de ser, que suspira por la asfixia (concepto místico donde los halla, de disolución en Dios que es Todo que es Nada y que es Uno). De aquí se sigue el segundo aforismo: ante la constatación de que no es más que lo que posee, el poseedor vacío de ser tiembla y sufre palpitaciones, pues sabe de la vacuidad ricamente ornamentada que su vida supone. Sólo en el ser --parece decirnos Kafka-- el hombre puede dar la verdadera medida de sí mismo, sin ser no es nada (el éxito no sería así más que fuego fatuo o caja hueca de resonancia), menos que nada: es vacío de sí.


46. La palabra «sein» significa en alemán ambas cosas: «existir» y «pertenecerle a él»

Si creo entenderlo, en este aforismo el escritor bohemio nos abunda en la idea de ser pertenecer-se (ser y estar en sí). El sentido preciso de "pertenecerle a él" se me escapa por la traducción (del término "sein", alemán, al castellano), aunque deduzco que a quien dice pertenecer es al mismo existir, por cerrar, y encerrar, en el mismo círculo existencia y pertenencia. Si lo consideramos así, todo cobra sentido, y el único pertenecer, la única posesión que merece la pena, la única verdadera, sería la del ser que se posee a sí mismo, y, además --añado-- es consciente de ello. En el caso de que esa relación de pertenencia fuese más allá del "estar en" la propia existencia, o tenga otras connotaciones semánticas que ignoro, me consideraría incapaz para determinar el sentido exacto del aforismo (por ejemplo, se me ocurre, si el escritor alude en ese "él" al Creador, a quien, mediante la fórmula expresiva "sea", realizara la Creación de los seres desde su propio y ubicuo ser --por tanto, pertenecientes a él).


48. Tener fe en el progreso no quiere decir que ya se haya producido algún progreso. Eso no sería tener fe.

Puede pensarse que una lavadora automática, el gas natural o la energía eléctrica, el motor de combustión, los antibióticos, la microcirugía, el acelerador de partículas, entre otra ingente caterva de adelantos tecnológicos, son suficiente prueba de que un progreso existe. Ante la vista de las condiciones materiales que rodean al ser humano actualmente, comparadas con las existentes hace un siglo, en la edad Media o en el Neolítico, parece descabellado e ingenuo sostener que no haya habido progreso. Pero no es a este progreso al que se refiere Kafka: el progreso material no es sino un lenitivo, un remedo, del progreso hacia el que tiende la naturaleza humana. Y la prueba de que apenas se ha movido del sitio (si no ha retrocedido) en el ámbito espiritual, esencial, sustancial (ése que le daría cumplida respuesta a su angustia vital) es que pese a todos estos adelantos, el ser humano no ha perdido la fe, posee una fuente inagotable de ella, en que el progreso es posible, en que alcanzará la meta (en que hay una meta que alcanzar), que lo libere del dolor y la muerte (y sus adláteres).


50. * El ser humano no puede vivir sin poseer una confianza duradera en que hay algo indestructible en sí mismo, por lo que tanto lo indestructible como la confianza pueden permanecer ocultos para él de manera duradera. Una de las posibilidades de expresión de ese «permanecer oculto» es la fe en un dios personal.

De ahí nos surge la fe, nos dice Kafka, de una confianza oculta, de una indestructibilidad ignota: lo mismo que el mosto de la vid no conoce las profundas raíces de la cepa que año tras año procuran el milagro de la fructificación. El ser humano siente una confianza indestructible en que algo hay en él de indestructible, de duradero, de permanente con vocación de eternidad. Y nos dice el autor que una de las posibles manifestaciones (expresiones) de esta confianza oculta es la fe en un dios personal. Llámesele como se le llame, lo cierto es que el ser humano necesita hacerse patente ese algo oculto que le da fuerzas para vivir, porque le susurra lo que en él hay de indestructible y duradero: lo llama dios, pero está en él, quizás lo sea él.


51.* Necesitaba la intercesión de la serpiente: el Mal puede seducir al Hombre, pero no puede convertirse en Hombre.

Aforismo con gran carga de profundidad. Pura inmersión en la ontología del ser humano y la del Mal. Atribución del Mal a una categoría distinta a la que corresponde/ocupa aquel a quien condiciona. El Mal como ente separado, como entidad ajena, en primera instancia, al Hombre. El Mal como potencia que se inmiscuye en la vida del Hombre. Visión ésta de Kafka religiosa donde las haya. Si hay una entidad ajena a la naturaleza del hombre, a la que le es imposible acceder sino es desde la misma materia (animal, serpiente), nada impide que haya otras entidades semejantes (de signo diferente). El Mal puede seducir al Hombre, es deseable, pues, seductor, pero para poder ejercer esa seducción y llevarla hasta la posesión necesita imbricarse en la misma dimensión que el Hombre, hacerse material (y por lo tanto ser factible de moralidad). Esto quiere decir, ni más ni menos, que el Mal, en sí mismo, no puede encarnarse, humanizarse, si no se materializa. Como potencia no es sino una de las formas en que el Ser se expresa, la forma que hace posible esto que llamamos vida cuyo motor es la lucha (el Mal). El Mal materializado, hecho hombre no sólo seduce --añadiría yo--, también hace patente el horror que habita en la naturaleza humana.


54. Sólo existe el mundo espiritual; lo que denominamos el mundo de los sentidos es sólo el Mal en el mundo espiritual, y lo que denominamos el Mal es sólo una necesidad de un instante de nuestra evolución eterna.
* Con la luz más fuerte se puede descomponer el mundo. Ante unos ojos débiles se torna sólido, ante ojos más débiles le surgen puños, ante ojos todavía más débiles se vuelve tímido y destruye a todo aquel que osa mirarle.

Si de profundidades hablamos este aforismo se sumerge en ámbitos abisales... o siderales. Expresión palmaria de la naturaleza de la realidad verdadera sólo alcance de un visionario místico: sólo existe el mundo espiritual; para añadir lo que denominamos el mundo de los sentidos es sólo el Mal (en el mundo espiritual), con lo que identifica mundo de los sentidos (el mundo, para entendernos, tan afín al demonio y la carne) con el Mal. El Mal es la lucha --de los contrarios-- que promueve y posibilita la vida, el Mal es el mundo de los sentidos que perciben esa vida, pero la realidad verdadera es que sólo existe el mundo espiritual, y éste (que denominamos) de los sentidos no es más que un atributo, una necesidad de un instante de nuestra evolución eterna. Algo se ha dicho en este blog, y no sólo una vez, acerca de esta cosmovisión del mundo y su realidad última (o primera, o única). Se priva, así, al Mal de toda connotación peyorativa, y se le concede la importancia que tiene como facilitador de la vida y procurador de su conciencia por parte del ser humano.
La metáfora de la luz, de la iluminación, es la del ser consciente, iluminado, la del ser que supera su estadío de debilidad ocular, la del ser que es capaz de mirar con la luz más fuerte (más intensa que la razón). Cuanto más débil la mirada, más apegado el ser al mundo de los sentidos, al Mal, a lo efímero, al horror. Con la luz más fuerte se puede descomponer el mundo, ésa que buscan todos los místicos, de todas las religiones --o no-- que en el mundo han sido.


55. Todo es mentira: tanto buscar el mínimo de ilusión, como permanecer en lo usual o buscar el máximo. En el primer caso engañamos al Bien, ya que pretendemos apropiarnos de él con demasiada facilidad, y al Mal por querer dictarle unas condiciones de lucha demasiado desfavorables. En el segundo caso engañamos al Bien, al no aspirar a él ni una sola vez en la tierra. En el tercer caso engañamos al Bien porque nos apartamos de él todo lo posible, y al Mal, por albergar la esperanza de anular su poder por medio de su intensificación. Preferible sería aquí la segunda opción, pues siempre engañamos al Bien, pero, en este caso, no al Mal, al menos según las apariencias.

Declaración de intenciones, higiene existencial, recomendación del camino a seguir, terapéutica del buen vivir. Todo es mentira (terrible afirmación, aparentemente, pero que concuerda con el hecho de que el único mundo sea espiritual, y el de los sentidos no más que un instante necesario), y dentro de esta mentira que es todo (todo es nada, ¿recuerdan?), caben tres opciones o caminos a seguir: el de la mínima ilusión, el del conformarse con permanecer en lo usual o el de la máxima ilusión. Nos sugiere Kafka que la primera opción supone engañar al Bien, pues pretendemos apropiarnos de él con facilidad (al Bien, por tanto, sólo puede accederse con dificultad, no es fácilmente accesible); y al Mal por subestimarlo y reducir su capacidad de lucha. También nos denuncia el engaño al Bien en la tercera opción, pues cuanto mayor es la ilusión, más se aparta uno del Bien (el Bien, por tanto, no es ilusión); así mismo se engaña al Mal al pretender hurtarse a él por intensificación (¿embriaguez de los sentidos?, el Mal, por tanto, es ilusión). Sería preferible, nos dice, la tercera opción, pues a pesar de que se engañe al Bien, al renunciar a él en la tierra, no se engaña al Mal, al aceptarlo, aceptando una vida usual. Lo que no dice Kafka es si en esa preferencia se oculta una imposibilidad ineludible para alcanzar la iluminación (que en el anterior aforismo parecía conceder posibilidad).


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GALERÍA


René Magritte
1898-1967

Pintura Surrealista. Años de París (2)
1926-1930
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Discovery, 1927
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Faraway Looks, 1927
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Imp of the Perverse, 1927
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The Beneficial Promise, 1927
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The Double Secret, 1927
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The End of the Contemplation, 1927
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The Female Thief, 1927
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The Forest, 1927
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The Man of the Sea, 1927
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The Meaning of Night, 1927
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The Menaced Assasin, 1927
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The Muscles of the Sky, 1927
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The Secret Player, 1927
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Young Girl eating a Bird (The Pleasure), 1927
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Adulation of Space, 1928
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Attempting the Impossible, 1928
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Intermission, 1928
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Secret Life IV, 1928
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The Acrobas Exercises, 1928
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The Delights of Landscape, 1928
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The Disguised Symbol, 1928
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The Empty Mask, 1928
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The False Mirror, 1928
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The Familiar Objects, 1928
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The Flood, 1928
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The Heart of the Matter, 1928
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The Invention of Life, 1928
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The Lovers, 1928
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The Lovers, 1928
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The Six Elements, 1928
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The Submissive Reader, 1928
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The Simmetrick trick, 1928
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The Titanic Days, 1928
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The Voice of Space
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The Voice of Space, 1928
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Courtesan's Palace, 1929
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The Giantess, 1929
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Annunciation, 1930
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On the Treshold of Liberty, 1930
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Portrait of E.L. Mesens, 1930
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The Eternal Evidence, 1930
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The Titanic Days, 1930
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