viernes, 1 de noviembre de 2013

Comentarios a Kafka (IV) - GALERÍA: René Magritte (4)




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COMENTARIOS
Selección IV
(En rojo, el texto del escritor; en negro, mis comentarios)

Consideraciones sobre el Pecado,
el Sufrimiento, la Esperanza
y el Camino Verdadero

79. El amor sensual engaña acerca del celestial. Solo no podría hacerlo, pero como posee en sí mismo y de manera inconsciente el elemento celestial, lo puede hacer.

Oscuro aforismo, heraclíteo. Y, siempre, la paradoja presidiendo el sentido, cuestionando los significados. ¿Por qué considera Kafka que el amor sensual engaña acerca del celestial? Muy simple: porque el amor sensual, como perteneciente al mundo de los sentidos, él mismo está fundado sobre el engaño (el sueño, el Mal --en su sentido mundano, no malvado), luego nada puede considerar, si se mira a través de él, que no conlleve la turbidez mentida de su naturaleza. Poco tiene que ver el amor sensual con el celestial (¿espiritual?)... y mucho, porque al ser amor, posee, aunque sea de manera inconsciente, el elemento celestial del cual procede, ya que la característica esencial del amor es la unión, el sentimiento de unión presente en toda manifestación particular del ser (el ser tiende a sentir todas sus partes como una sola e indivisa). El amor sensual está definido por la búsqueda de la unión en el otro (con el otro), mientras que el amor celestial busca la unión con todo (con el todo que lo Uno es). El que este amor celestial esté presente en todo ser humano de forma inconsciente es lo que da la clave para explicar la posibilidad de empatía con el otro, la sintonía inconsciente con su sentir, la íntima comprensión de su forma de actuar (aunque sea ésta la de un asesino).



80. La verdad es indivisible, es decir no puede reconocerse a sí misma; quien quiera reconocerla, debe ser mentira.

La verdad es una, no es, pues, divisible; si lo fuera, no sería verdad. La verdad, en presencia de sí misma, no puede ni necesita reconocerse: simplemente es, y por lo tanto no puede reconocerse en lo que es, pues no tiene perspectiva. Para poder ser reconocida como tal, la verdad debe ser contemplada desde afuera, es decir, desde la mentira. Alusión a los dos mundos: el espiritual y el de los sentidos. En el primero habita la verdad, el segundo es el reino de la mentira (aunque un existencialista podría muy bien defender lo contrario). Y volvemos a sintonizar con el taoísmo y su naturaleza inmanente: no busques un camino para llegar a ser, . El camino --la duda-- se orientará de forma natural hacia la meta: la unión. Desde la mentira hacia la verdad, ¡bonita, paradójica y genial conclusión!


82. ¿Por qué nos lamentamos por el pecado original? No por su causa fuimos expulsados del paraíso, sino por el árbol de la vida, para que no comamos de él.
83. No somos pecadores sólo porque hayamos comido del árbol del conocimiento, sino también porque no comimos del árbol de la vida. Pecador es el estado en que nos encontramos, independientemente de la culpa.
84. Fuimos creados para vivir en el paraíso; el paraíso estaba destinado a servirnos. Nuestro destino fue cambiado, que lo mismo ocurriera con el destino del paraíso, no ha sido dicho.

Tres aforismos encadenados. Cascada de pensamientos, cayendo de uno en otro por gravedad. Vuelta de tuerca al mito de la caída, del pecado original y el Paraíso. No por transgredir la Ley fuimos expulsados --sostiene el checo-- sino para que no comamos del árbol de la vida, es decir, para acceder a la eternidad. De donde se sigue, que el ser Hombre comporta ser efímero, en el momento que el Hombre fue hecho ya estaba condenado, sería expulsado del Paraíso por necesidad del guión: había de ser hombre, luego debía pecar, negarse a sí mismo el Paraíso, la vida eterna, la unión con Dios (la unión del ser consigo mismo).
Luego --nos dice--, no somos pecadores sólo por comer del árbol del conocimiento  (pese a la admonición), lo que nos abrió los ojos a la Ley, la Medida y lo Contingente, sino por no haber comido del árbol de la vida (quizá porque comer de ambos sea excluyente, una contradictio in terminis). Lo cierto es que nos encontramos en esta (angustiosa y confusa) situación por no haber comido del árbol de la vida, y poseer conocimiento (parcial), lo que nos convierte (más allá de la culpa) en pecadores (sólo una eternidad podría serle efectiva al conocimiento para saber lo que el espíritu, por sí, y en sí, mismo sabe.
El tercer aforismo apela a la nostalgia del paraíso: estaba destinado a servirnos, era pues nuestro hogar natural; pero en algún momento de nuestra primigenia existencia esto fue cambiado, nuestro destino viró, y con este viraje fuimos privados del goce y disfrute de nuestro hogar natural, el paraíso. Ahora bien, ¿dónde el cambio?, ¿por qué?, ¿por quién?. No cabe otra respuesta que la misma naturaleza de la creación: el Hombre, en el momento que comenzó su andadura de hombre, que quiso ejercer plenamente de hombre, llevar hasta el fin su humana condición, no pudo sino desviarse --repito, por imperativos de guión--, su destino en el paraíso no se adecuaba a su naturaleza, debía salir y enfrentarse a un medio más inhóspito, donde el dolor, la angustia, el miedo y la muerte prevalecían. Ahora bien, el paraíso no tiene por qué haber dejado de serlo... quizás esté allí (aquí), esperando.


89. Un hombre posee libertad volitiva y, además, por triplicado: en primer lugar, era libre cuando quiso esta vida; ahora, sin embargo, ya no puede anular la decisión, pues ya no es el mismo que quiso con anterioridad; sería como si ejecutara su voluntad primigenia al vivir.
En segundo lugar, el hombre es libre porque puede escoger el camino y la forma de marchar por la vida. 
En tercer lugar, es libre al poseer la voluntad, como aquel que será de nuevo una vez, de marchar por la vida en cualquier condición y de esta manera llegar hasta sí mismo, aunque por un camino que, si bien es elegible, es en todo caso tan laberíntico que no podrá dejar sin tocar el más pequeño fleco de esta vida.
Ésta es la trinidad de la libertad volitiva, aunque también, ya que se produce simultáneamente, constituye una unidad, y constituye en el fondo tal unidad que no hay lugar para una voluntad, ni libre ni esclava.

Reincidimos en la paradoja. Kafka se acerca cada vez más al pensamiento de Zhuangzi (Chuang-tzu), o de Heráclito. Pensamiento paradójico que trata, mediante atajos y rodeos a la lógica, acercarse a lo que es, a despecho de lo que parece. Esta vez, la reflexión es en torno a la libre voluntad, a la libertad volitiva, la que se expresa en la libre elección de las opciones. Y nos dice que es de tres tipos, que se expresa de tres modos diferentes, según el estadio y el ámbito en que se considere: primero, la libertad para querer ser lo que se es; segundo, libertad para escoger el camino y la forma en que se quiera recorrer éste; y tercero, es libre para querer marchar, en cualquier condición, por la vida para llegar hasta sí mismo, aunque el camino que tenga que recorrer sea tan laberíntico que haya agotar todas las posibilidades que la vida le ofrezca. Trinitaria libertad volitiva que como vemos le supone un reto más que una ventaja. Y ahora, con un triple salto mortal --o vital, más bien-- hacia atrás, cae de pies sobre... la santísima trinidad de la libertad volitiva, que es trina pero una al mismo tiempo, y está tan profundamente identificada con el ser, está de tal modo imbricada a su trama, que no puede hablarse ya de voluntad siquiera, ni libre ni esclava, como si con ello dijese: la absoluta libertad de que dispone el ser para ser, no puede quererse a sí misma, pues no puede el ser otra cosa que ser, y el no poder ser otra cosa distinta a lo que es anula toda posibilidad de elección: sólo en el mundo de los sentidos --en el mundo de la mentira y el engaño, de las divisiones y las diferencias, de las elecciones-- puede hablarse de libertad y de voluntad. Triple libertad volitiva, doble naturaleza, un solo ser.


90.* Dos posibilidades: hacerse infinitamente pequeño o serlo. Lo segundo es perfección, o sea inactividad; lo primero comienzo, o sea acto.

Dos posibilidades (para el hombre)... ¿Para qué? Para vivir. Sólo puede vivirse de dos maneras: hacerse infinitamente pequeño o serlo. Actuar --nos dice-- es la forma de hacerse infinitamente pequeño, tender hacia la más absoluta pequeñez, la pequeñez que en su límite se confunde con lo inmenso, con la creación, con el ser que dará lugar a todo. La inactividad, la contemplación, la inacción (voluntaria), es la perfección: me identifico con el ser que soy y no me resisto contra él, queriendo ser algo, otra cosa, diferente. Ser infinitamente pequeño, esta es la prerrogativa del sabio que ha accedido a su sabiduría de forma inmanente, no buscada, no pretendida, no querida. La voluntad incita a la acción; permanecer inamovible, soltando las amarras que nos unen al mundo de los sentidos y dejando, de este modo, al espíritu libre, es el camino de la perfección, un camino que no puede ni debe emprenderse, sino poseyendo la conciencia clara de que ya se está en él. La meta está en el mismo punto de partida, otra perspectiva será engañosa (añagaza espúrea del Mal sobre el Hombre).


94. Dos tareas para el comienzo de la vida: reducir cada vez más tu círculo y examinar una y otra vez si no te estás escondiendo en algún lugar fuera del círculo.

Este aforismo, consecuencia o matización del anterior, se dirige a la línea de flotación del simulacro que el ser humano, que busca el camino verdadero y su meta, por lo común, se construye: forjar un decreciente círculo de perfección (un búnker, una atalaya, una guarida de topo), pero quedándose uno escondido en algún lugar fuera de él. Algo así como "nadar guardando la ropa". Lo que, a todas luces, sólo conduce a la confusión y la oscuridad. Y: ¿por qué para el comienzo de la vida? Porque estas dos tareas marcarán nuestro rumbo a seguir, y de ellas dependerá que nos extraviemos o que nos orientemos adecuadamente. Reducir el círculo supone liberarse de ataduras, desligarse del mundo de los sentidos; no esconderse en algún lugar fuera del círculo que me constriñe (hasta liberarme), significa no sucumbir al deseo en ninguna de sus formas (otra vez, en este caso, el camino de Gautama: renunciar al desear, como medio para romper el círculo sin fin que nos mantiene en el mundo de las apariencias, de los sentidos, de la mentira).


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GALERÍA


René Magritte
1898-1972

Periodo Sunlit 
(1943-1947)
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Call of Peaks, 1943
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The Fire, 1943
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The First Day, 1943
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The Harvest, 1953
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The return of the Flame, 1943
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The Smile, 1943
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Favorable Omens, 1944
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The Clearing, 1944
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The Domain of Arnheim, 1944
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Alice in Wonderland, 1945
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Applied dialectics, 1945
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Black Magick, 1945
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Natural Encounters, 1945
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Flowers of Evil, 1946
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Poster:  Exciting Perfumes by Meme, 1946
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Soir d'Orage, Strange Perfume by Mem, 1946
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The Cutt-glass Bath, 1946
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The Intelligence, 1948.
The Sea of Flames, 1946
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The Taste of Tears, 1946
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Cicero, 1947
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The Rights of Man, 1947
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The Sage's Carnival, 1947
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Periodo Vache
(1947-1948)

Philosophy in the Bedroom, 1947
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Poster of International festival of cinema and fine arts in Brussels (1947), 1947
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The Fair Captive, 1947
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The Liberator, 1947
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The Pictorial Content, 1947
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The Tow Plug, 1947
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The Triumphant March, 1947
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A Strock of Luck, 1948
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Depths of Pleasure, 1948
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God's Saloon, 1948
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Jean-Marie, 1948
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Lola de Valence, 1948.
Pom'po pom'po pon po pon pon, 1948
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Prince Charming, 1948
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Prince Chraming, 1948
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Pure Reason, 1948
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The Drop of Water, 1948
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The Ellipse, 1948
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The Famine, 1948
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The Imaginative Faculty, 1948
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The Lost Jockey, 1948
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The Maimed, 1948
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The Marck, 1948
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The Psychologist, 1948
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The Staging Post, 1948
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The Trichery of Images (This it not a Pipe), 1948
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Titania, 1948
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