martes, 10 de junio de 2014

Auguste Rodin: Gigante y Titán (IV) - GALERÍA: Señor del fuego (2)





«Para Rodin la belleza está en todas partes para quien la comprende y la desea;
nace de las cosas, de la vida de las cosas, al mirar una piedra, el torso de una mujer...»
«Rodin posee la convicción de que lo ínfimo o lo inmenso participan de la misma
 inconmensurable grandeza, aquella que puebla el mundo con sus formas infinitas.»
Rainer Maria Rilke


Tres perspectivas en la vida de Rodin 
Camille Claudel, Rainer María Rilke, Rose Beuret

Camille Claudel
.....De nada sirve taparse los oídos. Los gritos son tan espantosos (sobre todo por las noches) que es imposible aislarse de ellos. Ni la cera de las velas, ni la miga del pan... he probado con todo: es inútil, penetran toda barrera que intento levantar para frenarlos. Parece como si los alaridos se hubiesen instalado en el interior de mi cerebro, y allí rebotasen en las paredes del cráneo propagándose tercamente. Pero no, no están dentro de mí (por más que así algunos lo quieran creer: aquellos que disfrutan manteniéndome aquí, en esta situación inhumana). Sobre todo por las noches, cuando los últimos rayos del sol atravesando los altos tragaluces pintan de oro viejo las paredes antes de desaparecer definitivamente... comienza como un murmullo, que va creciendo poco a poco. Es horrible ser consciente de ello, no pertenecer a la manada que emite tal fragorosa barahúnda. Es como si se pusiesen todos de acuerdo, como si al desaparecer la luz y penetrar en el reino de las tinieblas, en las mentes de todos esos pobres locos, comenzaran los fuegos fatuos, las imágenes tortuosas, las pesadillas alucinantes, insoportables, increíblemente dolorosas. Al cabo de unos minutos, en que la oscuridad se adueña del espacio y hunde a los seres en una nada negra como un abismo de noche, el murmullo ya es fragor. Se diría que aúllan a coro. No hay pautas, no hay sincronismo, pero hay contagio. A un alarido agudo, responde otro grave, y a éste contesta otro más agudo aún que el primero, que es señal a su vez para un clamor coral que se eleva y se eleva, se clava y se clava, hacia el alma, en el corazón, hasta velarla por completo, hasta atravesarlo de frío y horror. Es la humanidad quien grita, una humanidad olvidada, una humanidad alienada... y esto, siempre, siempre, me lo acaba recordando... imposible zafarme de él... ni quiero. Porque parece que hubiese caído en aquel mismo dantesco infierno en que nos volcábamos los dos... Era otro tiempo, yo era muy joven, bonita, apasionada, y él... bueno, él era un dios para mí... no, un dios no: era un héroe, era Prometeo y Teseo y Hércules, y Héctor y Aquiles... era un hombre, todo un hombre habitado por el genio más poderoso de su tiempo, por la pasión más intensa que nunca he conocido (sólo comparable, acaso, con la mía).

.....Auguste, Auguste, ¿por qué me abandonaste? Sí, sí, ya sé que fui yo quien te dejé. Tú nunca lo hubieras hecho, pese a mi carácter, pese a mis reproches, pese a mis razones... tenías tu razón, tu pasión (que no era yo, como ingenuamente me hiciste creer, porque hasta tú mismo lo creíste). Tu pasión fue tu trabajo, querido mío, no yo, ni esa bruja de Rose, ni ese impulso de fauno tan común a todos los creadores, y del que tú, sin jactarte de él, te sentías tan orgulloso (como todos...). ¡Cómo no quererte! ¿Cómo no dejarse envolver por tu fecundidad?¿Qué puede desear mejor una mujer dueña de sí misma -o no- que ser tomada por una fuerza que la sobrepasa, que la colma y la satisface tanto como para no dejarla nunca satisfecha? ¿Quién podía resistírsete? Pero habrás de reconocer, querido mío, mi amor nunca satisfecho, que los doce años que pasamos juntos (porque juntos estábamos, aunque cada uno enfocado en su obra, y a pesar de esa bobalicona de Rose) fueron los más fecundos y felices de tu vida. Eso me lo habrás de reconocer (y lo harás, si existe otra vida y el azar procura que nos volvamos a encontrar).
¿Recuerdas? ¿Cuando entré en tu taller? Yo tenía diecinueve años, tú cuarenta y tres. Las edades perfectas para realizar locuras juntos: yo, todo por aprender y unas ansias infinitas de experimentar y abrirme a la vida, al arte, al amor, a la pasión; tú, deseando refrescar la creatividad desde el cenit 
de tu madurez. ¡Si saltaron chispas de tus ojos, cuando me presenté a ti, que yo las vi! Chispas como las del cincel sobre la piedra cuando encuentra en su camino una veta inesperada. ¡Y qué veta, era yo, no me lo negarás: un filón de ardorosa ternura, un yacimiento de fogosa pasión creadora -como la tuya!

..... ¿Recuerdas el primer encuentro? ¿El primer mes? ¿El primer año? Ni tu encontrabas la fatiga, ni yo hallaba el momento de quedar saciada (empapados ambos, sí, pero en el sudor del otro). ¡Cómo no habrían de surgir obras como El Idolo Eterno El Beso? ¿Te acuerdas, amor mío, mi perdición? ¿Recuerdas cómo te convencí para sacar, esta recreación del episodio de Paolo y Francesca, del oscuro y tenebroso ambiente de aquel negro infierno en el que acabarías zozobrando durante casi cuarenta años? ¿Cómo te dije (y te probé) que El Beso debía realizarse en suave mármol y no en duro bronce? ¿Recuerdas cómo lo modelamos al alimón? ¿Acaso se te habrán olvidado aquellos apasionados besos que, desnudos, nos dábamos para sentir mejor, así, lo que debíamos transmitir a la blanca piedra? Recuerdas cómo acababan invariablemente aquellas sesiones, cuando, ya solos, nos dábamos a recrear la fusión de los labios y el abandono de los cuerpos? Todo aquello está en la obra. Si cuantos la contemplan fueran capaces de penetrar en ella, de escuchar nuestros gemidos, de sentir nuestros alientos entrecortados, de experimentar nuestras anhelantes y recíprocas caricias... ah, si fuesen capaces de ello, entonces se habrían cumplido completamente nuestros objetivos: la obra de arte que es fidedigna expresión de la intensa pasión de su creador (en este caso "creadores", tú y yo, al alimón, ¿verdad, cariño mío?).

.....Yo me revelé y me hice artista a tu lado, tú profundizaste aún más en tu maestría junto a mí. Te liberé más aún de lo que ya lo eras, y me liberaste a tu vez de la poca vergüenza que yo albergaba. Resonó como nunca antes tu poderosa voz propia; y yo adquirí, plena de singularidad, la mía. Me consuela verme representada ya por toda la eternidad en tus obras, en aquellas obras en las que posé para ti. ¿Recuerdas cómo, merced a esa meticulosa y penetrante capacidad de observación tuya, descubrías en mí un gesto, un ademán, una pose, que yo, bien en plena batalla de amor, bien en la tregua subsecuente, de forma natural realizaba? Interrumpías inmediatamente la tierna lucha, el lánguido descanso, para cogerme y colocarme: así, asá, un brazo aquí, el otro allá, dobla las rodillas, tiéndete sobre ellas, agazápate, déjate ir, así, así,... no, arquea un  poco más la espalda, eleva el culo, esparce la cabellera... así, así, quieta... Y te ibas a la mesa, cogías de la artesa la arcilla y comenzabas de forma febril a realizar un primer boceto. En ese momento yo ya no te importaba sino como modelo, como ocasión para capturar el efímero instante de la veleidosa inspiración. Así creaste La Danaide: ahí estoy yo, ahí permaneceré por los siglos de los siglos, aunque quien me observe y se deleite con mi figura (la figura que tú creaste conmigo), no sepa que soy yo quien le deleita.

.....¿Y en Amor Fugit? Fue toda una premonición. Ya las cosas andaban revueltas entre nosotros dos. Yo perdía la esperanza, aunque siempre me acababa engañando a mí misma, y volvía de mis enfados sumisa, ¿qué podía hacer, si mi amor, si mi pasión por ti era superior a mis fuerzas? En aquella obra los dos, en silencio, trabajamos sabiendo que era nuestra imagen, la imagen de nuestro porvenir sin futuro, quizás de nuestro presente, un presente perpetuo en el que todos los amantes se ven inmersos, pues en el fondo de su corazón saben que el amor acaba huyendo, escapándose entre los dedos del tiempo. A pesar de todo no me resigné, luché contra el desamor con todas mis fuerzas. Pero... la gota que colmó el vaso fue tu empecinamiento con la mojigata de Rose. ¡Válgame Dios! ¿Cómo un genio como tú, una inconmensurable, sublime, excelsa, criatura de la naturaleza, pudo optar por quedarse con una sonsa así? ¿Qué les pasa a los genios, que no pueden tener a su lado a una mujer igualmente genial? Me obligaste a elegir, mi amor, perdición mía; me obligaste a dejarte, para que fuese yo misma, no tu sombra... y lo fui. ¡Vaya si lo fui! ahí están mis obras (de las que se ha dicho no desmerecen las tuyas, ¡cuánto honor en esto!) para corroborarlo. Fueron diez años escasos de ser yo misma. Pero me agoté, o, mejor dicho, se agotó la paciencia del stablishment, de ese bien faire, bien penser que siempre receló de mí, y que, mientras tu sombra me protegía, se mantuvo a la expectativa, pero que, a medida que me alejé de ti para ser yo, abandonaron toda precaución y se cebaron en mí. Mi pobre padre los contuvo mientras vivió, pero al morir, quedé definitivamente sin protección, a merced de todas esas hienas bien pensantes (incluida mi madre). Era demasiado para ellos una artista (¡una mujer!) que mira y realiza sus obras sin complejos, sin recato, con absoluta libertad. Me encerraron aquí. De eso hace ya una eternidad. Ayer me enteré de tu muerte. Me dijo Paul, mi pobre y atormentado hermano, que antes de morir te casaste con ella... la bruja Rose ¡cómo la envidio! Y no por el matrimonio, sino por esa lealtad (que no fidelidad) a prueba de tiempo y de pasiones, con que la regalaste al final... (¿habrás tenido, siquiera en silencio, un último pensamiento para mí antes de abandonar este mundo? Pensar en ello me consuela)

.....Los gritos se van apagando... se acerca el amanecer. Y con el alba, el silencio vuelve a esta prisión de la que sé que nunca saldré. No sé cómo aguanto, día tras día. Quizás lo hago sólo para recordar, para revivir, para evocar aquel precioso tiempo en el que compartimos tú y yo tantos instantes rebosantes de eternidad, de dicha fecunda, de creatividad inagotable. Aquellos tiempos... aquellos tiempos... sí, los tiempos de la dicha y de la lucha... los tiempos de la esperanza y de la angustia... los tiempos de la posibilidad nunca materializada del todo. El sol introduce sus róseos dedos por los altos tragaluces. Llega un nuevo día, y yo, como todos los días a estas horas, me acuclillo, me agazapo, sigo tus instrucciones y adopto la pose de La Danaide, para sentir tus ojos fijos en mí, tu voluntad creadora penetrándome, tus manos modelando la arcilla con mi vitalidad dócil y orgullosamente entregada.
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Rainer María Rilke
.....En 1902 tiene lugar el primer encuentro entre el poeta y el escultor. Rilke llegó a París para realizar un estudio monográfico sobre Rodin para la Universidad de Breslau. Era un encargo alimenticio que el joven poeta alemán (27 años a la sazón), recién casado, llevaba a cabo obedeciendo una auto impuesta disciplina eficiente, mediante la cual intentaba realizar una vida normal. Poco duraría el intento, resultando, a la postre, infructuoso: incapaz de llevar una vida rutinaria y ordenada, poco estimulante para un espíritu romántico e inquieto como el suyo, provisto de una sensibilidad tan sutil que haría de él uno de los más grandes líricos en lengua alemana, acabaría separándose de su mujer e iniciando una vida bohemia y errabunda, fiada a la hospitalidad de incondicionales (y aristocráticos) admiradores.
.....El caso es que el artista plástico, ya sesentón, se convertiría en mentor del artista literario. Tras este primer encuentro, del que Rilke saldría vivamente impresionado por el carácter, la actitud y la entrega al trabajo del maestro, tres años después, el poeta sería reclamado como secretario personal por Rodin; huelga decir que el joven poeta aceptó. Entre septiembre de 1905 y mayo de 1906 Rilke gozaría de una estrecha relación con Rodin. Aprendió de sus métodos de trabajo, pero, sobre todo, asimiló su naturaleza de artista volcado en su labor creativa. La experiencia, que finalizaría tan abruptamente como se inició (parece que ser que debido a una pérdida de confianza por parte de Rodin, quizás a causa de la distracción creativa que la labor burocrática le suponía a Rilke), imprimiría una huella imborrable en el alma del poeta. Tras año y medio de desencuentro, tras la ruptura, restablecerían una amistosa relación, basada en el reconocimiento mutuo, hasta la muerte del escultor en 1917.

.....Fruto de este encuentro de colosos del arte serían un par de libros de Rilke, una relación epistolar y unas conferencias dedicadas al maestro, que serían así mismo editadas. El primero de estos textos, la monografía realizada en su primer encuentro, tiene un tono más académico, más artístico, propio del fin universitario para el cual se escribió. En el segundo, titulado sencillamente Rodin, Rilke da cuenta de sus impresiones a lo largo de los nueve meses que pasaría observando y conviviendo con el escultor. Habla en él de Rodin, del hombre Rodin, pero ante todo del artista Rodin. Al hilo de la metodología rodiniana que aprendiera, el poeta va trazando meticulosamente un retrato del genio, un retrato de perfiles ora suaves y redondeados, de contornos netos, ora imprecisos e ilimitados donde las luces juegan con las sombras. La mirada del poeta intenta colocarse en la perspectiva de la penetrante mirada del escultor, intenta contemplarlo como él tantas veces le ha visto hacerlo ante la obra emprendida: con absoluta apertura, sin prejuicio, intentando plasmar únicamente lo que ve, lo que aparece y lo que subyace en la apariencia, y que asoma, aquí y allá, como una irradiación del genio creador.
.....Estas son algunas de las impresiones que Rilke vertió en sus obras sobre Rodin (monográfico, cartas, libro, conferencias).

"Es trágica la suerte de los jóvenes que presienten que les será imposible vivir si no logran ser poetas, pintores o escultores y no encuentran el consejo verdadero, hundidos en el abismo del desaliento; buscando un maestro poderoso, no son palabras ni indicaciones lo que buscan, sino un ejemplo, un corazón ardiente, manos que sepan hacer grandeza. es a usted a quien buscan."

"No fue sólo para escribir un estudio que viene hacia usted. Llegué para preguntarle: ¿Cómo se debe vivir? Y usted respondió: trabajando. Lo comprendo. Bien comprendo que trabajar es vivir sin morir."

"Ayer, en el silencio de su jardín, me encontré a mí mismo. Ahora el ruido de la ciudad inmensa se ha vuelto más lejano; alrededor de mi corazón hay un silencio profundo, en el que sus palabras se yerguen como estatuas."

"No sé decírselo y mi libro tal vez no sea más que un débil recuerdo de mis impresiones y de mis sentimientos... Pero, lo que yo recibo, todos los milagros de sus manos y de su vida, todo eso no se ha perdido; presiento que la pesada riqueza que usted a dejado sobre mi corazón perdurará; en la resurrección de mis versos se levantará, belleza tras belleza, todo este tiempo enigmático."


[fragmentos de cartas escritas en 1902, con motivo del primer encuentro entre poeta y escultor]
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"Razones exteriores se han pronunciado en favor de una proposición que muchos otros motivos, íntimos, me impulsaban a aceptar con entusiasmo, pues la vecindad de Rodin crea para mí una atmósfera de trabajo cálida y fecunda; tanto como el ejemplo de su vida, advenida sabia y grande, tan discreta, tan profunda y tan clara que no se podría encontrar una fuerza parecida y una seguridad semejante, excepto en la voz de la naturaleza. Cuanto más se recorre su obra, su universo sin fisura que supera a la escala humana, más se la siente crecer: cerca de ella uno no puede menos que desarrollarse. Viniendo aquí no he hecho, pues, una mala elección; voy a aprender y adquirir potencia y capacidad de trabajo."
[Escrito por Rilke, en carta a Karl von der Heydt, al recibir la oferta de Rodin para ser su secretario personal]
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“Se percibe lo que inspiró a Rodin al modelar esta cabeza, la cabeza de un hombre envejecido y feo, cuya nariz quebrada contribuía a intensificar aún más la torturada expresión del rostro (…) -dijo Rilke en una conferencia sobre el escultor escrita en 1903-: no hay en esa cabeza una línea, un contorno, una intersección, que Rodin no haya previsto y querido. Uno cree sentir, cómo algunos de estos surcos aparecieron antes y otros después; cómo entre esta y aquella grieta que recorre los rasgos, yacen años, años de miedo; uno sabe que de las marcas de ese rostro, algunas fueron grabadas lentamente, como dudando; otras, dibujadas primero con suavidad, e intensificadas por una costumbre o un pensamiento que siempre volvía. Y se reconocen esas profundas mellas que tenían que haber surgido en una noche, como cavadas por el pico de un pájaro en la frente despierta de un insomne”.


“La mirada, cuando trabaja, parece como si atravesara el aire como un hilo; es capaz de una inmovilidad de piedra cuando sus ojos se detienen en las cosas; sus manos -dice- están hechas para tomar con fuerza, para hacer gestos que creen cosas y les den su forma; entraba en su taller con una regularidad invariable y, durante años, no se acostó sin antes haber realizado lo que había imaginado durante la jornada; nunca dejó de rehacer sus obras y, a veces, como en el caso de La Puerta del Infierno, las destruía para rehacerlas de manera más conforme con su visión...”

“En los conciertos, Rodin se mantiene sentado, con el busto erguido, algo inclinado hacia adelante, las manos reposando apenas sobre las rodillas, como hecho de una pieza, sin miradas para el mundo exterior y semejante en todo a una cosa bajo la lluvia”.

“Este sabio y este grande sabe encontrarla, una alegría inefable como esas alegrías de niño que uno recuerda (…) Las cosas más pequeñas vienen a él y se le muestran; una castaña que encontramos, una piedra, una concha en la arena, todo habla como si hubiera estado en el desierto y hubiera ayunado y meditado”.

"Permanecer en mi trabajo, poner toda mi confianza en él y solamente en él, esto es lo que aprendo en su grande ejemplo, dado con grandeza, como aprendo de él la paciencia; mi experiencia, es 
verdad, me repite sin cesar que no debo contar con muchas fuerzas; quiero, en consecuencia, tanto tiempo como sea posible, no hacer dos cosas, no separar provecho y trabajo, sino, por el contrario, tratar de hallar el uno en el otro mediante un solo esfuerzo concentrado”

[Fragmentos recogidos de diversas fuentes: cartas, conferencias y libro]
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"Es menester trabajar, nada más que trabajar. Y hay que tener paciencia. No hay que pensar en realizar esto o aquello; basta buscarse hasta construirse un medio de expresión propio, personal. Y entonces, de inmediato, decir todo, todo. Es necesario trabajar, tener paciencia."
[Citando a Rodin, Rilke recoge aquí aquella su filosofía de vida]

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Rose Beuret
.....¿Cuánto está dispuesta a aguantar una mujer por un hombre? ¿Cuánto puede llegar a sacrificar por él? Toda mujer profundamente enamorada sabe la respuesta. Toda amante, toda compañera, toda madre, sabe la respuesta. Yo lo fui todo para él. Yo sé lo que aguanté, porque, en realidad, nada me costó aguantarlo, no tuve que aguantarlo, sólo quererlo, sólo aceptarlo, reconocer su enorme talento, aunque nunca llegara a comprenderlo del todo. Su genialidad me sobrepasaba, me desbordaba, me abrumaba, pero, a pesar de no poder identificarme con él todo lo plenamente que hubiera deseado, lo quise con total entrega. A nada tuve que renunciar, pues que lo tenía todo de él, todo lo que yo quería, todo a lo que yo podía aspirar. Carezco de ambición, no soy egoísta, sólo soy una mujer amante de su hombre. Lo amé desde que lo conocí con veinte años, lo vi crecer, pues, como artista, desarrollarse; contemplé admirada, perpleja y a veces confundida, cómo su figura no paraba de agrandarse, y con ella mi capacidad de amarlo, de comprenderlo, de animarlo y soportarlo todo por él. Él siempre me quiso, a su vez. Sí, sí, a pesar de todas sus aventuras, a pesar de sus amoríos con unas y otras, nunca dejó de quererme. ¿Qué más prueba puede avalar esta certeza -que nunca dejó de quererme- que acabara sus días junto a mí, que me concediera el privilegio -él, el ser más libérrimo que nunca ha existido, sólo cautivo de su trabajo y su genio creador- de casarse conmigo antes de morir, tras toda una vida de oportunidades?

.....Bien temí su abandono cuando se enamoró de Camille, aquel capullo en flor que los dioses le ofrecieran. Mas... el capullo era de rosa, rosa de encarnada pasión, bien provista de agudas espinas. Ah, Camille, Camille, que fácil lo tuviste y qué torpe te mostraste. Lo tenías todo: juventud, belleza, sensibilidad, inteligencia,... en todo me sobrepasabas, pero antepusiste tu egoísmo, tu orgullo y tu obra. No podía salir bien. Auguste necesitaba -siempre lo ha necesitado- centrarse en su trabajo, que siempre fue su verdadera pasión, y llegó un momento que en ti, más que impulso, comenzó a sentir la pesadez de un lastre (quizás la posibilidad de una amenaza). No podía permitirse la zozobra ni la distracción. Ni aun por más placer que pudieras otorgarle con ese cuerpo de ninfa con que la naturaleza tuvo a bien regalarte. El placer es placer, sensual satisfacción, y está bien, es necesario, más no esencial para un genio como Rodin (pienso que para cualquier genio, consciente de su genialidad). Él necesitó de tu cuerpo, de tu sensibilidad, de tu inteligencia, de tu alma, de ellos bebió hasta agotar el cáliz, de ellos se sirvió para su obra (ahí están las que realizara gracias, de una u otra manera, a tu intercesión), y cuando determinó que era más lo que le restabas que lo que le sumabas, y, sobre todo, cuando pudo ver el daño que podía hacerte su omnipotencia, renunció a ti. Aun así, te concedió el beneficio de que fueras tú quien diera el paso. Él lo quería así. Me lo dijo. Hablamos más de una vez del tema. Él no era consciente de que podía hacerme daño al hacerlo, al hablarme de ti con aquella franqueza. Y, en realidad, estaba convencido de que no me dañaba al hacerlo. Él me tenía como algo mucho más profundo que una simple amante, compañera o esposa: era su cómplice, su alma mater, su consuelo constante. Sabía que en mí siempre encontraba comprensión (lo que, en realidad, así era).

.....Auguste era el hombre más observador que pueda imaginarse, era difícil engañarlo, penetraba las cosas con su mirada intensa, con su percepción concentrada, hasta llegar a su razón de ser, a su esencia (algo que puede verse en sus creaciones). Vano hubiera sido querer engañarlo, fingir compasión o ternura no sentidas, se habría dado cuenta al instante. Porque Rodin sentía como modelaba y esculpía, como creaba: con total y absoluta honestidad, con la pureza del que nace constantemente a la vida. Nunca dejó de ser niño, a pesar de ser un coloso y de poseer una sabiduría digna de un vate. Y yo le quise como necesitaba que lo quisieran. No necesitaba tenerme constantemente a su lado, le bastaba saber que yo existía, que estaba ahí para cuando me necesitara. Yo me sentía a veces como Atenea para Ulises, y, como ella, lo protegía de todo mal, cuando así me lo pedía (y aun sin pedírmelo, sin que se diera cuenta). Sus cartas están llenas de expresiones de ese profundo amor hacia mí. De su incuestionable agradecimiento. Cuántas veces, mientras él, al principio de su tumultuosa relación con Camille, se olvidaba de todo, aquélla época en que desaparecían durante días enteros, yo me pasaba por el taller y le humedecía constantemente, con suaves paños de lino, las esculturas de arcilla para que no se cuarteasen. No dejó de agradecérmelo. No me lo tenía que pedir, siquiera. Él sabía que yo estaba allí, cuidando de su obra, permitiendo y facilitando sus aventuras, apoyando sus búsquedas y extravíos.

.....Mi Auguste me quiso con ese amor profundo, callado, seguro de sí mismo que no necesita de constantes comprobaciones, sólo espontánea entrega, franca expresión, indudable reconocimiento. Una mirada a los ojos a veces bastaba para tranquilizarlo, para aquietar su espíritu efervescente, cuando alguna duda o la sombra de una angustia, lo asaltaba. Y esa mirada sólo podía obtenerla de mis ojos, pues en ellos nunca observó la más mínima reserva, el menor recelo, el más velado reproche, la más nimia nube. Cielo claro fue mi mirada para él, diáfano, profundo y seguro cielo, como un seno materno. Para él fui eso tal vez: un seno, el seno por antonomasia, uno que lo albergaba en su vida y lo daba seguridad, sin pedirle, sin exigirle, nada, dejándolo libre para que se realizara como sólo su genio requiere y demanda. Por eso me quiso, por eso no dejó de quererme jamás, por eso, al final de nuestras vidas, como un gesto simbólico de una grandeza sólo comparable a la de su espíritu, decidió sellar nuestra unión con el premio del matrimonio. Un detalle, quizás, pero uno de esos detalles que valen más que un juramento. Apenas un mes viviría yo, ya de casada; unos meses más lo haría él. Nos volveríamos a reunir otra vez, cruzado el umbral de la muerte, que no es tan terrible como parece. Desde entonces seguimos unidos, pues lo estamos en la memoria de la Historia, y con nosotros está Camille, la pequeña Camille, la desafortunada Camille, es posible que ya sin egoísmo de por medio, tal vez gozándonos como sólo pueden hacerlo los espíritus liberados de la materia.

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CRONOLOGÍA de AUGUSTE RODIN
(Musée Auguste Rodin)

En los siguientes enlaces se podrá consultar una cronología pormenorizada,
periodo a periodo, año a año, de los principales hitos de la vida personal y profesional del escultor.

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GALERÍA


Auguste Rodin
1840-1917

SEÑOR DEL FUEGO: Bronce (2)
MONUMENTOS
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La Porte de L'Enfer
1880-1917
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Musée Rodin
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Rodin Museum of Philadelphia
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Stanford University (The Gates of the Hell surrounded by Adam and Eve)
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Otras Localizaciones
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The Kunsthaus, Zurich
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National Museum of Western Art, Ueno, Tokyo
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Rodin Gallery (Plateau), Seoul, Korea
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Le Penseur
1903
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Taille original (1881-82). Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Musée Rodin (Exposición Temporal Caixa Forum)
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California Palace of the Legion of Honor. Lincoln Park San Francisco
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Ny Carlsberg Glyptotek in Copenhagen
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Grubleren. Ny Carlsberg Glyptotek
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Rodin Museum Philadelphia
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Rodin Museum Philadelphia
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Rodin Museum Philadelphia
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Museum National of  Western Art, Tokyo
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Museum National of  Western Art, Tokyo
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Plaza del Congreso, Buenos Aires
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. Le Baiser
Jardin des Tuileries, Paris
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. Les Bourgeois de Calais
.Calais
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Andrieu d'Andres (gauche) et Pierre de Wisant (droite)
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Jean de Fiennes, Eustache de Saint Pierre et Jean d'Aire
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Calais (detail)
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Jean d'Aire
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Eustache de Saint Pierre
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Pierre de Wisant
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.London
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London (Westminster al fondo)
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London
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London (details)
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London
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.Paris
Musée Rodin
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Fiennes, Eustache et d'Aire
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Otras localizaciones
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Hirshhorn Museum's Sculpture Garden
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National Museum of Western Art, Tokyo
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MET, NY
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Stanford University
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National Gallery of Art, Canberra
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Kunstmuseum, Basel
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Rodin Museum of Philadelphia
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.Monumento a Balzac
1898

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Monument à Victor Hugo: Premier Projet, deuxième étude, esquisse
1891
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Musée Rodin
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. Monument à Victor Hugo: Deuxième Projet, Esquisse
1891
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Musée Rodin
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Rodin Museum of Philadelphia
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. Monument à Victor Hugo
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Musée Rodin
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Musée Rodin
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Rodin Museum Philadelphia
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La Défense (ou L'Appel aux Armes)
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