miércoles, 22 de octubre de 2014

La Danza de la Muerte (1): La Danse Macabre des Saints Innocents de Paris





Tel je fus tu es, tel que je suis tu seras.
Richesse, honneur et pouvoir sont déporvus de valeur au moment de votre trépas.
Le Dit des Tres Vifs et des Tres Morts. Anónimo de probable origen bizantino u oriental.

Es la vida un continuo diálogo con la muerte; 
quien esto niega, ni vive exprimiendo el jugo a la vida,
ni se prepara convenientemente para la muerte.
Aprender a vivir es aprender a morir: 
en la escuela de la Vida, la Muerte es siempre la asignatura pendiente.
Le es duro al hombre conocer su funesto destino final,
pero es locura vivir como si se desconociese.
Ecuación de difícil resolución; complejo despejar las incógnitas
si uno no domina la fórmula ni el manejo de las variables.
Pero es bueno saber que la Vida sólo ofrece todo su esplendor
cuando la mortecina luz de la muerte la ilumina.
Tener esto presente es conocer la teoría de la cuestión fundamental;
mas es preciso ensayar de continuo su práctica
para vencer el miedo que paraliza y condiciona.
De las cosas de este mundo. Héctor Amado


Introducción

.....Aproximación y primeras reflexiones. ¿Tabú? ¿Tema intocable? Lagarto, lagarto. ¿Hay belleza en la innombrable? ¿Hermosura en la descarnada segadora? ¿Poesía en la carne corrupta o los huesos blanqueados? Pues... todo depende: depende de cómo se enfoque, de cómo se enfrente, de cómo se afronte. Hay muertes gloriosas y bellas, no por la muerte en sí, sino por su significado, por cuanto es abordada —y ninguneada— por el vivo de forma sublime, abnegada, altruista o heroica. Pero no me refiero a esta belleza, de carácter didáctico y ejemplar. Sino a la muerte per se, al acabamiento, a la aniquilación, al fin  de todo fin. Objetos hermosísimos, esos mausoleos y otros monumentos funerarios que el hombre ha erigido para dotar de belleza lo que pudiera calificarse de más horroroso. Con ellos el hombre funda su esperanza y hace declaración de principios: por la belleza hacia Dios —o la inmortalidad, su más atractivo atributo—, cualquiera que sea, si es que alguno debe ser. Se realizan, así, homenajes a los muertos no porque estén muertos, porque se ensalce esta negativa fase de la existencia, sino por ensalzar a aquellos que fueron en vida. El monumento funerario es la memoria viva en pugna con la muerte; derrota de su afán aniquilador: aquí yace... Perviviendo para los anales en la memoria de las piedras y las letras.
.....Pero tampoco me refiero a esta belleza sobrevenida al hecho. Sino al hecho mismo, el hecho de morir. Nada de bello puede haber en ello, pero sí lo puede haber —y de hecho, pese al truculento tema, lo hay— en su representación. Otra manera de quitarle hierro al asunto: tomárselo a chirigota, a escarnio, a broma; ironizar sobre ello, someterlo a sátira, realizar sobre su truculencia una representación dramática que incluya el baile, la danza amenizada por muertos músicos que hacen sonar sus instrumentos de ultratumba para convocar a los vivos a su danzante tránsito hacia su condición de muertos.

.....Tiene la muerte un triple carácter, en lo ejemplar, para el hombre; tres características que irradian con todo la intensidad de las tinieblas sobre los vivos. La primera es que la muerte iguala a todos, pobres y ricos, grandes y chicos, eminentes y miserables, gordos y flacos, virtuosos y pecadores; es la gran niveladora, la muerte no conoce ni distingue preeminencias ni categorías, es universal. La segunda enseñanza es que toda forma terrenal es transitoria: todo pasa, aunque todo quede, lo propio del hombre, como forma terrenal, es pasar —que diría el sabio poeta—; se trata del ubi sunt? (literalmente: ¿dónde están... —aquellos que un día fueron?). Y la tercera característica, para consuelo de feos, y torpedo directamente dirigido a la línea de flotación de la Vanitas, es que toda belleza, toda hermosura, toda lozanía, todo vigor, son efímeros; la vanidad, el contemptus mundi, acabará siendo presa de la corrupción igualmente, de nada vale vanagloriarse por lo que, a fin de cuentas, está sujeto a decrepitud y desaparición. La única salvación para este desatino, y la única justificación para su Creador, es que éste haya dispuesto otra vida después de esta, duradera y compensadora, una especie de premio para chicos buenos, que tras pasar por este valle de lágrimas que es la vida terrena, habrán de gozar de la eterna gloria de los cielos (al lado de la plana mayor de los diversos Panteones divinos que en mundo son).

.....El culto a los muertos, la necesidad de un consuelo, se exacerba en épocas en que la Muerte está especialmente presente, se torna caprichosa, ubicua e impredecible. El tiempo de gran mortandad es el que proporciona la excusa para buscar ávidamente remedios a la angustia que supone vivir de forma perentoria. Y la Baja Edad Media fue una de esas épocas en la que confluyeron las circunstancias que hicieron posible la luctuosa tormenta perfecta: Europa desgarrada de norte a sur y de este a oeste por múltiples guerras (frecuentemente por motivos religiosos, para más inri), hambruna por alteraciones del clima y despoblamiento (causado por las mismas guerras, el mismo clima adverso y las enfermedades), y, además, consecuencia de las anteriores, por la peste que diezmó de forma radical las ciudades. En este escenario es donde surge la necesidad de una catarsis, una expiación, a veces por medio del flagelo y la penitencia, pero también, otras veces, por medio de la ironía y la burla. En este contexto es donde brota la planta funeraria de la Danza de la Muerte.

Crucero, Capilla y Osario del Cementerio de los Santos Inocentes de París

.....Sobre la Vida, la Muerte y la Religión. No es raro encontrarse en todas las culturas una especie de supersticiosa actitud hacia la Muerte. De hecho, podría decirse que la superstición misma, como género costumbrista, surge por las múltiples fisuras que la realidad ofrece en cuanto al fatal destino del hombre. Esta superstición se manifiesta de muy diversas maneras, y no es la menos extendida la que promueve un silencio total sobre el hecho mismo de la muerte. Trae mala suerte hablar de ella —se nos dice—, por lo que se recomienda silencio. Ni nombrarla se debe; pues, al nombrarla, el inseguro y débil ser supersticioso que así piensa, cree que de alguna manera se la está convocando.
.....El mayor problema con que se topa el vivo, es su propio acabamiento, su muerte. Es obvio, con ella todo termina... hasta los problemas. Por lo que el vivo prefiere vivir, sea cargado de problemas, que no hacerlo, por mucho que de ellos se sienta liberado. Pero ni en todas las épocas, ni todas las culturas, se han enfrentado al hecho de la muerte de la misma forma; aunque todos los individuos, de todas las épocas y de todas las culturas, sí sientan  paraecido pavor ante la muerte.

.....Tampoco está de más recordar aquí que el concepto religioso de la existencia le debe a la Muerte su razón de ser. La Religión es la mayor superstición de todas, la que intenta erigir una sólida estructura, véase templo salvífico, con la que proteger del vértigo que la muerte supone al hombre. La Cultura del hombre es inseparable de la actitud determinada ante el momento del tránsito. Incluso se achaca, a esta toma de conciencia del ser humano ante su mismo óbito y lo que eso significa, el momento de la hominización de la bestia que hasta ese momento no es consciente de su finitud. Cuando el incipiente ser humano es capaz de concebirse y percibirse desde la no-existencia, es cuando —se considera— ha entrado de lleno en otra categoría, en otra de especie: la del ser reflexivo, capaz de inteligencia superior (caracterizada por la autoconciencia). Pero con ella, con esa conciencia vigilante, perceptiva y sagaz, también adquiere la dimensión comparativa entre el estar vivo y el estar muerto, la predicción, la visión consciente de lo que irremediablemente ha de acaecer. Y es tal el vértigo que siente, que para no volverse loco, y llevar una existencia enajenada de lo efímero, se inventa y crea un consuelo, un solaz, una artimaña que le permita elucubrar otra vida más allá de la vida, otra existencia más allá de la muerte: crea la Religión, y, en ella, la superstición toma cartas de nobleza, se oficializa, y se convierte en dogma de fe (porque creer en un Dios clemente y creer en la vida eterna es lo mismo, precisa del mismo esfuerzo especulativo, que no es más que la necesidad de creer en lo que no existe para dar una oportunidad, ofrecer una salida, a la insoportable evidencia del fatal destino, que ése sí, inexcusablemente, existe).

.....Y, así, todas las culturas tienen su edificio religioso, sus teodiceas, sus mitologías, sus paraísos y sus infiernos. Y todas las culturas, para soportar la presión de la carga de los elevados muros de ese virtual edificio —religioso— que se levanta hacia lo alto (lejos de la tierra y su podredumbre), dispone de, más o menos airosos, más o menos macizos, arbotantes y contrafuertes de moral. Todo el edificio descansa sobre gruesos e inamovibles pilares que son los dogmas (indemostrables, y, por tanto, no sometidos al rigor de la especulación reflexiva, —so pena de castigo), y bajo el abrigo de su rígida techumbre los fieles se resguardan, y allí esperan su final, confiados en que no todo acabará con el último suspiro, sino que, al exhalarlo, ascenderán a un reino donde un Dios los acogerá, salvándolos de la aniquilación. Este esquema, con más o menos variaciones, se repite en todas las culturas, es la síntesis de todas las religiones: ofrecer una solución al problema de la aniquilación, dispensar un consuelo alternativo a la desesperación, y delimitar la senda que hace posible la salvación, es decir, el camino a seguir para poder ganarse el derecho a la solución.

.....En cuanto a lo que nos toca de cerca a las culturas occidentales, la Religión levantada en torno a la figura del originario Dios-Yavéh, y que tiene en la figura de Cristo su paradigma particular (el Cristianismo), la Muerte tiene una explicación simplista pero eficaz: en el principio (de la Creación) no existía el dolor ni la muerte, el ser humano vivía en armonía y concordia con la naturaleza y con su Creador, sin conocer el paso del tiempo ni sus consecuencias, en un locus amoeni donde tenía a su disposición cuanto podía necesitar; pero hete aquí que pecó (no me detendré ahora en los pormenores ni circunstancias concretas), perdió su situación privilegiada y fue expulsado de ese paraíso, condenado a partir de entonces a padecer dolor y sufrimiento, y, sobre todo, a morir. La Muerte fue, según el Cristianismo, consecuencia de un pecado original. Sus autores, Adán y Eva, condenaron a la especie humana a morir, los abocaron a la aniquilación. Luego ya hay un  primer componente de culpa: el ser humano es culpable de su propia muerte. Pero como no todo podía quedar ahí, había que administrar una cura, una terapia sanadora, regeneradora, que le permitiera (al ser humano pecador) zafarse de ese cruel destino. Habría enmienda, pero para ello se debía ganar la opción: habría que cumplir una serie de preceptos y condiciones, estipulados en las Tablas de la Ley y toda su normativa accesoria. Quien no siguiera esta Ley ni su normativa no se salvaría, y estaría condenado, no ya a la aniquilación (con ser pavorosa), sino a un perpetuo padecimiento, sometido a todo tipo de torturas —preferentemente las relacionadas con los vicios morales del pecador— en un lugar más afrentoso que el limbo: el averno.
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La Danza Macabra o Danza de la Muerte

.....Y es así, como se dijo al principio, que surge, allá, tras la cada vez menos neblinosa Edad Media, forzada y favorecida por unas circunstancias vitales cada vez más difíciles y adversas (guerras incesantes, devastadoras hambrunas y letales pestes), la manifestación de la danza macabra: una forma de acercarse al tema tabú por excelencia desde la ironía y la sátira, sin dejar de contemplar el sentimiento religioso, ni la preceptiva Ley.
.....Como nos dice Herbert González Zymla:

"La danza macabra es un género literario y figurativo muy popular al final de la Baja Edad Media que se proyectó a lo largo de las Edades Moderna y Contemporánea coincidiendo con periodos de graves crisis demográficas. Examinada en su conjunto, es una gran sátira social que contempla la Muerte como elemento unificador de toda la humanidad, con independencia de cualquier tipo de escala económica, estamento o grupo social. Aunque durante el siglo XIV esta idea fue fomentada esencialmente por las órdenes mendicantes, la universal validez del mensaje explica la fortuna iconográfica de la danza de la Muerte a lo largo de los siglos XV y XVI y su rápida expansión hasta convertirse en un tema recurrente en las artes plásticas, sermones, poesía y teatro de la Baja Edad Media y Primer Renacimiento. Es muy discutido saber si la danza macabra apareció antes en las artes plásticas o en las escénicas. Al no ser un tema doctrinal, sino alegórico, popular y vinculado a la literatura sapiencial, las formas de representarla son muy diversas, relacionándose siempre con los tópicos del ubi sunt, memento mori, vanitas vanitatum y mundus inversus."

Y más adelante:

"En principio, muestra un grupo de figuras, variable en su número, con una serie de vivos que bailan con muertos, emparejados e intercalándose. Cada imagen suele ir acompañada de textos rimados, escritos en latín o en lengua vernácula, muy fáciles de entender, en un lenguaje muy comunicativo, [habitualmente] dentro de filacterias. Imagen y texto construyen un doble código (iconográfico y literario) perfectamente integrado y complementario. Los textos son alusivos a la fugacidad de la vida, a la brevedad de los placeres e incluyen sentencias sapienciales y refranes populares que varían según las regiones. Cada una de las estrofas tenía la intención teórica de consolar a quienes las leían con la idea de que la Muerte era la única que trataba por igual a todos los humanos, pero la lectura de los epígrafes, al final, más que un consuelo, resultaba ser demoledora y contundente. Al ser representados los vivos junto a los muertos, se produce el contraste entre los cuerpos en mayor o menor plenitud de los vivos con los cuerpos en proceso de degradación o reducidos al esqueleto de los muertos. Los muertos arrastran a los vivos, como si los sacaran a bailar, y los vivos se resisten o se quedan petrificados ante una farándula de la que son, tristemente y a su pesar, protagonistas. Todos participan de un mismo y único baile en el que, con independencia de la edad, del estamento de
pertenencia, o de la categoría socioeconómica, el denominador común es que, por el hecho de estar vivos, la Muerte los tiene que llevar. Los artistas aprovecharon la ocasión para fijar las muy diferentes actitudes del vivo ante la Muerte: unas veces se queda petrificado, otras es arrastrado por la fuerza y obligado a moverse, frecuentemente llora y está triste, pero a veces aparece dialogando y bailando con agilidad, moviéndose al compás que le marca la Muerte, e incluso existen ejemplos hedonistas en los que vivo y muerto coquetean. Pocas veces hay serenidad y resignación. Es un verdadero catálogo de expresiones y gestos."

[Revista Digital de Iconografía Medieval, Vol VI, nº 11. 2014, pag 23-51
Herbert González Zymla. Univ. Complutense de Madrid, Depto. Historia del Arte I (Medieval)]

Cementerio de los Santos Inocentes de París hacia 1550, en un grabado de finales del siglo XIX
.....La Danse Macabre du Chernier du Cimètiere des Saints-Innocents de París. La Danse Macabre, o Danza de la Muerte, pintura al fresco que figuraba sobre los muros del pórtico del Osario del Cementerio de los Santos Inocentes de París, en 1824-25, por Jean Le Fevré, es tenida como la madre de todas las danzas. Desgraciadamente desapareció, junto al edificio que la albergaba, en el siglo XVIII, cuando Louis XIV no creyó conveniente tener esa institución en pleno centro de la capital de Francia, alegando que no iba con el estilo imperante en la época, y porque se quedaba ya pequeño para albergar tanto huésped. Felizmente, Guyot (o Guy) Marchand (o Marchant), pintor y grabador e iluminador de libros, realizaría una copia bastante fidedigna del fresco original, le añadió un texto lírico, en forma de poema rimado, compuesto por la mano de Jean Gerson, y lo dio a la imprenta en 1485.
.....Fue la edición princeps, e incluye 17 escenas en las que se repite la misma composición: dos figuras representativas de vivos, acompañadas de sus respectivas parejas de muertos (en forma de esqueletos bailarines ) que los conducen en comitiva; cada pareja de vivos está formada por un representante eclesiástico (o asociado a él) y un representante laico más o menos equivalente en rango o categoría social; los diferentes cuadros siguen un orden progresivo jerárquico: tras una introducción del Autor, abren la comitiva el Papa y el Emperador, tras ellos, el Cardenal y el Rey, les siguen, el Patriarca y el Condestable, el Arzobispo y el Caballero (Barón), el Obispo y el Escudero, el Abad y el Magistrado, el Sabio (asociado al estamento eclesiástico) y el Burgués, el Canónigo y el Mercader, el Cartujo y el Sargento, el Monje y el Usurero (y éste con el Pobre), el Médico y el Amante, el Abogado y el Trovador, el Cura (de parroquia) y el Labrador, el Franciscano y el Niño, el Clérigo y el Eremita, y cierran la comitiva y la Danza, el Autor y el Rey Muerto. Sobre las representaciones iconográficas de cada cuadro figura un texto latino explicativo de cada tema, y bajo ellas un texto-poema, en francés arcaico y caracteres góticos, en el que dialogan cada muerto con su personaje vivo incautado, diálogo que ofrece una visión casi siempre satírica, burlesca, crítica o moralizante de cada personaje. Sólo el Franciscano, el Cartujo, el Niño y el Eremita, salen bien parados de estos diálogos (figuras bien paradas a las que habrá que incluir al peregrino de la 2ª edición, la de 1486).
.....Tras esta primera edición, y dado el inusitado éxito cosechado, Marchand realizó otra en 1486, a la que añadió seis cuadros/parejas más: los Cuatro Músicos Muertos, el Legado (papal) y el Duque, el Maestro de Escuela y el Hombre de Armas, el Procurador y el Carcelero, el Peregrino y el Pastor y el Alabardero y el Loco. Además incluye la leyenda de los Tres Vivos y los Tres Muertos (que se cree es el origen de toda la Danza en sí; existente ya en el siglo XIV, y procedente, se cree, de Oriente), y un diálogo entre el Alma y la Muerte.

.....Es esta doble versión de Guyot Marchand la que se presenta aquí, en una traducción de los textos por parte de Erika Mergruen ( de la Universidad de México) de la obra actualizada al francés moderno por Patrick Pollefeys (obra que podrá consultarse en la red, y de la que se ofrece enlace al final del post). Tanto la actualización-interpretación  de Pollefeys, como la traducción de Mergruen son manifiestamente mejorables (atendiendo al original de Gerson). He intentado hacer realidad esa mejora acudiendo al no siempre fácilmente legible texto original; y digo que no es fácil ni legible su interpretación, tanto por los caracteres góticos con que está escrito, como por mi falta de especialización filológica en francés arcaico medieval. Simplemente me he limitado a realizar una lectura transversal ceñida al rigor en la interpretación, siempre coherente con el sentido de los textos originales. Especialmente ardua ha sido la labor de traducción íntegra de los cuadros añadidos en la edición de 1486, que no recoge Pollefeys. Además de completar los textos que éste omitía de la edición princeps (de los monólogos de los cuatro Músicos Muertos, sólo cita al primero, omitiendo los otros tres; y del diálogo final entre el Autor y el Rey Muerto sólo ofrece la mitad). Creo que salvo un par de fragmentos casi imposibles de traducir con precisa literalidad, en los que he tenido que echar mano de la imaginación, socorrida por el sentido común, en el resto he conseguido ceñirme más al original de lo que tanto Pollefeys como Mergruen han logrado. De todas formas reconozco y estimo la valiosa función referencial de estos dos textos.

.....En aras de la imprescindible veracidad y la deseable exactitud, he autenticado, completado y sintetizado o aumentado los datos de la espléndida y completa página danesa dodedans.com —que en todo momento me sirvió de guía—, y los de la página de Patrick Pollefeys, que sirven de base a la traducción del original, antes reseñado, con las diversas versiones/ediciones de las Danses Macabres que la Bibliothèque National de France (BnF) alberga en su edición digital (gallica, Bibliothèque Numérique). Así mismo he comparando y cotejando los facsímiles escaneados que ofrece la Wikipedia —que son los que aquí figuran—, con los documentos digitalizados alojados en gallica. He optado por las imágenes de la Wikipedia por ofrecer mayor accesibilidad de las copias de las páginas completas de los manuscritos originales, que contienen tanto las imágenes como el texto, y que coinciden con la versión archivada en gallica con el epígrafe: Illustrations de Danse Macabre [non identifie]; [anonyme], 1486.
.....Además he utilizado, entre otros documentos y sitios: un valioso artículo de Pierre Vaillant (historiador medievalista, autor de la reedición impresa (1969) de la edición princeps sita en Grenoble), albergado en la página web de Persee, Revues Scientifiques; y una edición de la Danse Macabre de Guyot Marchand, impresa por Le Petit Laurens en fecha indeterminada (pero siempre posterior a 1494), incunable ubicado en la Médiathèque François Mitterand, de Poitiers.
.....De todos ellos se ofrecerá enlace al final del post.

Pórtico del Osario del Cementerio de los Santos Innocentes, de París

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LA DANSE MACABRE
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(DANZA MACABRA/TOENTANZ/DANCE OF DEATH)

Versión original
del
Cementerio de los Santos Inocentes de París
Guyot Marchand
(Libro con texto e ilustraciones publicado, en su 1ª versión, en 1485 —17 grabados, en negro—; 
completada con los personajes añadidos en la 2ª versión, de 1486 —6 grabados, en azul)


1. El Autor

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El Autor
Oh, tú, criatura pensante
que deseas la vida eterna
he aquí una enseñanza digna de atención
para terminar bien tu vida de mortal.
Se intitula La Danza Macabra
que cada uno aprenda a danzarla.
Es natural para hombres y mujeres,
la muerte no desprecia ni al grande ni al pequeño.
En este espejo cada cual puede leer
que es conveniente danzar así.
Sabio es el que aquí se reconoce.
La muerte conduce a los vivos:
verás a los poderosos partir los primeros
que no hay persona a la que la Muerte no venza;
Mas es consolador saber
que todo está hecho de la misma materia.



2. Los Muertos Músicos

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Los Muertos Músicos
Primer Muerto
Vosotros a quienes un destino común
hace vivir en condiciones diversas,
todos vosotros, tanto buenos como malos,
bailaréis un día esta danza.
Vuestros cuerpos por los gusanos serán devorados.
¡Ay, observadnos, vednos!:
muertos, podridos, tufantes, esqueléticos;
tal como somos, así vosotros seréis.

Segundo Muerto
Decidnos por qué razones
vosotros pensáis que no vais a morir,
cuando la Muerte está en vuestras casas.
Hoy uno, mañana otro, (seréis) requeridos
sin que se os pueda socorrer.
Es malo vivir sin pensar en ello
y demasiado grande el peligro de perecer.
Forzoso es que haya que bailar así.
Tercer Muerto
Escuchad lo que os digo:
jóvenes y viejos, pequeños y grandes,
día a día, según el decir
de los sabios, todos vais a morir;
pues vuestros días van mermando
y todos habréis fallecido,
aquellos que vivís, antes de cien años.
Desgraciadamente cien años pasan pronto.

Cuarto Muerto
Antes que hayan pasado cien años
todos los vivos, como tú dices,
de este mundo habrán pasado
al Infierno o al Paraíso,
mi Compañero; pero yo te digo:
pocos serán los que se salven
al fallecer, no por nuestros dichos.
El hecho es que será una ventura yaciente.
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3. El Papa y el Emperador

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La Muerte
Vosotros que vivís: aunque os inquiete,
cierto es que todos vosotros bailaréis.
¿Mas cuándo? ¡Eso sólo Dios lo sabe!
Reflexionad sobre lo que entonces haréis.
Papa, Vuestra Santidad, el primero vos seréis.
Por vuestro título del más digno señor
seréis honrado con esta consideración.
El honor es el privilegio de los grandes soberanos.

El Papa
¡Vaya! Necesario es que comande esta danza
el primero, pues soy Dios en la tierra.
He poseído, al igual que san Pedro,
la más alta dignidad en la Iglesia.
Mas la Muerte me requiere como a todos.
Y aunque no me preocupe morir aún
la Muerte a todos declara la batalla.
¡Poco vale el honor cuando es fugaz!
La Muerte
Y vos, quien no tiene en el mundo otro igual,
príncipe y señor, gran emperador,
debéis arrojar la manzana de oro,
armas, cetro, corona y estandarte
ya no os los permitiré ostentar.
Ya no reinaréis;
disponer de todo es mi costumbre.
Los hijos de Adán han de morir.

El emperador
No sé ante quién apelar
contra la muerte que así me requiere.
Me es preciso armarme de pico, de pala
y de mortaja, para mi desgracia.
Sobre todos he tenido grandeza mundana
y por toda recompensa he de morir.
¿Qué es el poder de los mortales?
Ni siquiera los poderosos lo conservan.
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4. El Cardenal y el Rey

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La Muerte
Parece que estáis sorprendido,
Cardenal, ¡pero adelante,
sigamos a los otros, todos unidos!
Vuestra sorpresa de nada os servirá.
Vos habéis vivido magníficamente,
colmados de honores y comodidad,
Tomad de buen grado la escapada,
que vivir con honor nunca se olvida.

El cardenal
Razón tengo al asustarme
por verme seguido tan de cerca:
la Muerte me sale al paso.
Nunca más ni de verde ni de gris vestiré;
con gran desazón debo dejar
mi sombrero rojo y mi suntuosa capa.
Yo no había aprendido esto:
que toda alegría termina en tristeza.
La Muerte
Venid, noble rey de coronada cabeza,
reconocido por tu fuerza y tus proezas.
En otro tiempo vivíais en medio
de la pompa de la alta nobleza.
Pero hoy toda grandeza
abandonaréis; no estáis sólo.
Vuestra riqueza de nada os servirá:
el más rico no posee más que una mortaja.

El rey
Jamás aprendí a bailar
una danza tan desenfrenada;
¡Ay!, Se puede constatar y meditar
qué valen el orgullo, la fuerza y el linaje.
La muerte todo lo destruye, es su costumbre,
tanto al grande como al pequeño,
Cuanto menos presuma uno, más sabio será:
pues al final sólo polvo seremos.


5. El Legado (del Papa) y el Duque

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La Muerte
Legado, quedáis arrestado;
ya no viajaréis, yo os confino;
teneos señor y aprestaos
para morir, yo os certifico
que la muerte hoy os desafía.
Eescuchad, es vuestro destino.
Que nadie confíe en una vida larga,
La voluntad de Dios debe cumplirse.

El Legado
Del Papa me viene el poder,
que ello no sea óbice
para ir como Legado de Francia,
aunque siéndolo de otra forma.
Pues a morir voy: cuándo, cómo,
o en qué lugar, yo no lo sé.
Mi Dios es quien lo sabe solamente:
la Muerte sigue al hombre, paso a paso.

La Muerte
Muy noble duque, famoso sois
por vuestras proezas
realizadas allá donde os encontréis:
bellos hechos de armas y de nobleza.
Mostrad aquí vuestro arrojo
y danzad para ganar la recompensa.
Aunque a todo el mundo la muerte caza,
los grandes a menudo son la primera presa.

El Duque
La Muerte me acosa duramente,
y no sé cómo defenderme;
Veo que la muerte, tanto al fuerte
como al débil, siempre alcanza.
¿Qué voy a hacer? Esperarla
pacientemente y de buen grado
rendir cuentas ante Dios.
El alto rango no da garantías.

6. El Patriarca y el Condestable

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La Muerte
Patriarca, no basta agachar la cabeza
para quedar exento,
vuestra amada Cruz de Lorena
justo es que a otro pertenezca.
No penséis más en honores,
nunca seréis Papa en Roma;
ahora os llaman a rendir cuentas,
las absurdas esperanzas sólo engañan al hombre.

El patriarca
Bien veo que la gloria mundana
me ha engañado: en verdad os digo
que mis júbilos se han tornado tormento.
¿De qué sirven los honores?
Pretender la cima no es de sabios.
Un alto cargo corrompe a tantos
y sólo algunos logran verlo.
Cuanto más alto se llegue más dura será la caída.
La muerte
Gentil condestable,
llevaros a la danza es mi derecho
que hasta los más fuertes —como Carlomagno—
son tomados por la Muerte.
En este duelo de nada os sirven
el gesto feroz ni la armadura,
pues de un solo golpe abato al más robusto.
Las armas no protegen el asalto de la Muerte.

El condestable
Aún poseo el espíritu
para asediar castillos y fortalezas,
forzando su rendición,
obteniendo riquezas y honores.
Mas veo que todas estas proezas
serán truncadas por la muerte, a mi pesar.
Todo es lo mismo: dulzura y rudeza;
contra la muerte no hay respuesta.


7. El Arzobispo y el Caballero (Barón)

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La muerte
De nada sirve ser altivo,
Arzobispo, acercaos.
¿Teméis ser vencido?
De ello no dudéis, seguidme.
¿Acaso la muerte no está a lado del hombre
caminando a su lado hombro con hombro?
Se deben pagar las deudas,
rendir cuentas al que os hospeda.

El arzobispo
Ay, no sé dónde posar la mirada
así de grande es la zozobra
en la que la muerte me sumerge.
¿A dónde huir para escapar de ella?
Aquel que cobra de esto conciencia
jamás perderá la razón.
Nunca más dormiré en cuartos suntuosos;
debo morir, es la ley. Cuando deba ser, será.
La muerte
Vos, que entre los grandes barones,
erais famoso caballero,
olvidad las trompetas y los clarines,
y seguidme sin tardanza.
Entreteníais a las damas
haciéndolas bailar durante horas,
Es preciso ahora cambiar de danza.
Lo que uno hace, otro lo destruye.

El caballero
Yo adquirí mi reputación
con hechos de armas que me dieron renombre.
Fui apreciado por grandes y pequeños
así como amado por las damas.
En la corte de los grandes señores
jamás fui calumniado.
Pero de golpe me he quedado pasmado.
Bajo el cielo, nada es eterno.


8. El Obispo y el Escudero (Señor)

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La muerte
Pronto no poseeréis ya nada
de los bienes de este mundo ni de la naturaleza,
Obispo: eso se acabó para vos,
a pesar de vuestra prelatura
vuestro destino es incierto.
Es preciso que rindáis cuentas de vuestros actos.
Dios hará justicia con cada cual.
No hay seguridad ni para el que sube demasiado alto.

El obispo
Mi corazón no puede regocijarse
ante las nuevas que me trae la muerte.
Dios querrá pedirme cuentas de todo
y eso es lo que más me desasosiega.
El mundo tampoco me reconforta;
él, que al final de todo nos despoja.
Se queda con todo, nada nos deja.
Todo es efímero, salvo el mérito.
La muerte
Aproximaos, noble señor,
vos que conocéis todos los pasos de la danza.
Ayer portabais lanza y escudo,
y hoy vuestros días llegan a su fin.
No existe nada que no siga su curso.
Danzad, seguid el ritmo.
No podéis ser socorrido:
no es posible huir de la Muerte.

El escudero
Ya que la muerte me tiene en sus ligaduras
permitidme al menos decir unas palabras:
adiós placer, adiós disfrute
adiós mujeres, nunca más reiré.
Pensad en el alma que aspira al reposo
y no os preocupéis en demasía
de vuestro cuerpo, que día a día envejece.
Todos debemos morir, aunque ignoremos cuándo.


9. El Abad y el Magistrado

.
La muerte
Abad, venid ya. ¿Huís?
No pongáis cara de espanto.
Seguir a la muerte es conveniente
aunque la odiéis.
Despediros de la abadía
que os volvió así de corpulento, así de obeso.
De modo irrevocable y rápido os pudriréis:
los más gordos se pudren primero.

El abad
No tengo ánimos
pero debo franquear el umbral.
Ay, que yo en mi vida
he observado sin desmayo la regla de mi orden.
Guardaos de poseer demasiado
Vosotros que aún vivís
si queréis morir como es debido.
Es demasiado tarde pensarlo ante el óbito.
La muerte
Magistrado, que sabéis lo que es la justicia
y sobre lo que conviene a grandes y pequeños
con el fin de gobernar a todo tipo gentes,
¡venid ahora a esta audiencia!
Yo aquí os convoco de inmediato
para rendir cuentas de vuestro actos
ante el Gran Jurado que a todos juzga.
Cada uno cargará con su propio fardo.

El magistrado
¡Oh, Dios! He aquí una ardua jornada;
yo no me he prevenido contra este golpe.
La suerte me ha dado la espalda.
Entre los jueces fui respetado
y he aquí que la muerte me hace tragar mi alegría,
ella, quien me ha convocado sin previo aviso.
No veo escapatoria,
contra la muerte no hay apelación posible.


10. El Astrólogo (Sabio) y el Burgués

.
La muerte
Hombre sabio, ni vuestros estudios
sobre los astros, ni todo vuestro conocimiento
podrán detener a la muerte.
Nada vale la astrología
contra la genealogía*.
De Adán, que fue el primer hombre,
viene la muerte: esto lo enseña la teología.
Todos debemos morir por culpa de una manzana.

El sabio
Ni mi ciencia ni mi rango
sabrá cómo ayudarme.
Mi único pesar, ahora,
es el de morir en confusión.
En definitiva,
no sé más que lo descrito (anteriormente),
y en ello vuelco mi razón.
Que aquel que quiera morir bien, viva bien.
La muerte
Burgués, apuraos, no tardéis más
que no poséis ni patrimonio ni riqueza alguna
que pueda protegeros de la muerte.
Si de los pingües bienes que os fueron otorgados
habéis sacado provecho, habéis sido sabio.
Lo que de otro viene, a otro se va.
Loco es quien se mata a masar
sin saber para quién amasa.

El burgués
Me duele abandonar tan pronto las rentas,
los bienes, los impuestos y las ganancias;
pero tú, muerte, desdeñas tanto al rico como al pobre,
está en tu naturaleza.
Sabia no es la criatura
que ama demasiado los bienes que pertenecen
por derecho al mundo.
Aquellos que más tienen, más infelices mueren.


11. El Canónigo y el Mercader
.
.
La muerte
Señor canónigo, de la prebenda
ya nada os será distribuido.
No esperéis ni un solo centavo.
Consolaos con esto:
por toda retribución
debéis morir de inmediato.
No tendréis prórroga.
La muerte suele llegar cuando menos se la espera.

El canónigo
Eso en nada me conforta.
Yo fui prebendado por numerosas iglesias
pero la muerte es más poderosa.
Ella se lleva todo, es su manera de ser.
A la muerte debo darle
mi sobrepelliz blanco y mi capuchón de piel.
¿De qué vale la gloria así envilecida?
Cada quien debe aspirar a bien morir.
La muerte
Mercader, mirad lo que os digo:
habéis recorrido varios países
A pie o a caballo:
Nunca más lo haréis,
he aquí vuestra último negocio.
Es obligado pasar por esto,
de todo cuidado seréis dispensado.
Tal codicia quien tiene bastante.

El mercader
He recorrido montes y valles
para mercadear donde se pudiera.
He andado, por mucho tiempo, a pie y a caballo
pero ahora pierdo toda esperanza.
Con ahínco adquirí bienes;
la muerte me somete cuando todo poseo.
Es conveniente ir por el camino de la moderación:
Quien mucho abarca, poco aprieta.



12. El Maestro y el Soldado (Hombre de Armas)
.
.
La Muerte
Hombres diversos son queridos y apreciados
a lo largo del tiempo, y en la religión.
los cuales sin embargo proceden
de gentes de baja condición.
La doctrina y corrección
de vuestro maestro así los ha formado,
mas moriréis. Conclusión:
El hombre siempre es derrotado por la muerte.

El Maestro de Escuela
La Gramática es ciencia sin fábula,
frente a toda otra propuesta,
a jóvenes juzgo convenientemente,
pues sin ella, os aseguro,
que otras ciencias no tienen posibilidad
de acceder al entendimiento.
Así lo quiere Dios y la Naturaleza.
Para todo es necesario un principio.
La Muerte
Ni sobre corcel o palafrén,
soldado, montaréis
más, pues la muerte os ha cogido:
reparad en cómo seréis.
El mundo todos dejaréis,
no esperéis manejar ya la lanza.
Miradme: tal así seréis;
todos reos de muerte son a ultranza

El Soldado
Adiós al servicio del rey
Se acerca la noche, y de la mano
de la muerte huyo, presa del desasosiego;
sin respiro hasta el mañana.
A esta danza por la mano
soy conducido piadosamente,
la muerte obliga a todo humano.
Morir es necesario; no merece más comentario



13. El Cartujo y el Sargento
.
.
La muerte
Andad, mercader, no dilatéis,no me resistáis más.
Nada os queda por obtener.
Uníos también vos, cartujo,
hombre de abstinencia:
soportadla pacientemente,
lucíos en la danza,
no penséis en vivir más.
La muerte vence a cualquiera.

El cartujo
Tiempo atrás, para el mundo, yo ya he muerto;
he aquí el por qué mis deseos de vivir son menores
toda vez que los hombres temen a la muerte
Cuando mi carne sea vencida
pido a Dios que mi alma liberada
vaya al cielo después de fenecer.
Esta vida es un vacío miserable.
Tal vive ahora el que mañana no vivirá más.
La muerte
Sargento, que portáis la maza,
me ha parecido que os rebeláis.
Sin razón hacéis mala cara,
si os parece injusto ¡decidlo!,
la muerte os llama.
Quien se rebela sólo ilusiones se hace.
Los más fuertes son los primeros en ser vencidos.
No hay adversario que a Ella pueda hacer frente.

El sargento
A mí, que soy oficial regio
¿cómo osa la muerte golpearme?
Ayer ejercía mi oficio
y hoy ella me ha pillado.
No sé por dónde huir,
por todos lados he sido acorralado.
A pesar mío me dejo atrapar.
Contrariado muere quien no se resigna.



14. El Monje, el Usurero y el Pobre
.
.
La muerte
Venid por aquí, sargento.
No os molestéis en defenderos;
no atemorizaréis a nadie más.
Monje, seguidle sin tardanza.
Decid lo que pensáis si queréis ser escuchado:
Muy pronto vuestra boca será cerrada.
El hombre no es más que polvo y viento;
La vida terrena es tan poca cosa.

El monje
Yo preferiría aún
seguir en mi claustro y ejercer mi servicio:
es un lugar santo donde se hace el bien.
Pero, como un loco, en el pasado
yo cometí numerosos pecados
de los que no hice penitencia alguna.
¡Que Dios sea misericordioso conmigo¡
No todo el que danza es feliz.
La muerte
Usurero de espíritu maligno,
venid rápido y miradme con atención.
La usura os ha cegado de tal forma
que ardéis en deseos por ganar más dinero.
Mas por ello seréis castigado
porque si Dios en su gloria
no se apiada de vos, todo perderéis.
Peligroso es jugarse todo a una sola tirada.

El usurero
¿Tan pronto debo morir?
Es una pena, una gran tristeza.
No pueden ayudarme
ni mi oro, ni mi plata, ni mi haber.
Moriré, la muerte se acerca,
cosa que me disgusta sobremanera.
¿Por qué esa mala costumbre?
Cuanto más bellos los ojos, menos ven.
El pobre
La usura es un gran pecado
como todos saben
y este hombre, al que la muerte se acerca,
no lo tiene en cuenta.
Este mismo dinero que él cuenta sobre mi mano
me lo presta todavía con usura.
Ello le será tomado en cuenta.
No será exonerado quien debe aún.



15. El Médico y el Amante
.
.
La muerte
Médico, en toda vuestra orina
¿acaso veis el remedio para libraros de esto?
Ayer sabíais todo sobre medicina
para poder recetar.
Ahora la muerte os demanda:
Debéis morir como todos.
Nada podéis hacer.
Buen médico es quien de la muerte puede sanarse.

El médico
Hace tiempo que al arte de la fisiología
he dedicado toda mi atención
Poseía de esta ciencia la práctica y la teoría
para sanar enfermedades diversas.
Más ya no sé lo que debo hacer:
ninguna hierba ni raíz sirven
ni ningún otro remedio que se recete.
No existe medicina contra la muerte.
La muerte
Bello amante, cortés y galante
que os jactáis de vuestra apostura,
estáis aprendido: la muerte os agarra.
Partiréis de este mundo con pena.
Vos que tanto lo amasteis, lo que es una locura,
y que tan poco habíais pensado en la muerte.
Muy pronto cambiaréis de color;
la belleza no es más que una máscara .

El amante
Ay, ¿No hay entonces ninguna ayuda
contra la muerte? Adiós amoríos:
Cuan fugaz es la juventud.
Adiós sombreros, ramos y galanteos;
adiós amantes y doncellas.
Pensad en mí a menudo
y recordad, si queréis ser sabias,
que la lluvia acaba con los vendavales.



16. El Abogado y el Trovador
.
.
La muerte
Abogado, sin hacer un gran proceso,
venid a litigar vuestra causa.
Siempre habéis sabido atraer a las personas,
no hay novedad en ello.
Ningún consejo podrá ayudaros.
Debéis comparecer ante el Gran Jurado,
estáis advertido de ello.
Bueno es adelantarse a la Justicia.

El abogado
Es natural que se haga justicia,
pero ahora no sé cómo defenderme.
Nadie obtiene tregua ni trato de favor ante la muerte.
Nadie puede apelar su sentencia.
Algunas veces tomé los bienes del prójimo,
cuando lo recuerdo por ello temo ser condenado.
El día de la revancha ha de temerse.
Dios pondrá justo precio a todo.
La muerte
Trovador que danzáis y sabéis vuestras notas
y que tan bien os servís de ellas
para alegrar a tontos y a tontas
¿qué opináis, vamos bien?
Puesto que os tengo, debéis enseñar
a los otros un paso de danza.
Contradecirme de nada os servirá:
El maestro debe mostrar su talento

El trovador
Ningún deseo tengo de bailar así,
y lo hago, es cierto, de mal talante
pues no hay pena más ardua que la de morir.
He puesto mi instrumento bajo el banco.
Nunca más tocaré el salterio,
ni danza alguna:
la muerte me lo impide y debo obedecerla.
Una danza tal, sin sentimientos.



17. El Cura y el Labrador
.
.
La muerte
Avanzad, cura, sin pensar en ello
siento que estáis abandonado.
Habéis estafado a vivos y muertos
pero pronto seréis arrojado a los gusanos.
Ayer fuisteis ordenado
para ser espejo de otros y ejemplo para ellos.
Seréis recompensado según vuestros actos;
Toda acción tiene su precio.

El cura
Lo quiera o no debo rendirme;
no existe hombre que la muerte no venza.
Ay, nunca más recibiré de mis parroquianos
las limosnas y las cuotas de sepelio.
Debo presentarme ante el Juez y rendir,
con gran dolor, cuentas de mis actos.
Temo fallar (esta prueba).
Bienaventurado sea el que recibe la gracia de Dios.
La muerte
Labrador, que habéis vivido siempre con penas,
carencias y zozobra,
debéis morir, es una certeza.
De nada sirve cuestionar o recular.
Debéis regocijaros con la muerte
ya que ella os libera de vuestros sufrimientos.
Acercaos, yo os espero.
Loco aquél que cree vivir por siempre.

El labrador
Muchas veces deseé la muerte
pero ahora de buena voluntad le huiría.
Preferiría estar, con lluvia o vendaval,
en los viñedos donde largamente aré;
y le tomaría gusto infinito
pues el miedo me hace perder la razón.
¿No hay alguien que pueda librarse de este mal paso?
No existe descanso alguno en este mundo.


18. El Procurador y el Carcelero
.

La Muerte
Procurador, acudid al tribunal
sin tardanza, y estad advertido,
responder de manera extensa o breve,
en la forma que mejor os convenga;
ya que estáis acusado
de no haber siempre realizado
vuestro oficio honestamente,
y tal hecho exige enmienda.

El procurador
Yo habría recibido mañana un soborno
De un hombre que esperaba sentencia,
por consentir que fuera absuelto
mediante engaños en la audiencia.
Pero no debo pensar en esto.
La muerte me ha sorprendido con su zancadilla
Necesito tomármelo con paciencia:
bien carga derecho quien no tropieza.
La Muerte
Con cuidado, pena y trabajo
habéis de guardar prisiones, carcelero.
A menudo se os ha hecho despertar
cuando dormíais o en pleno sueño.
Ya no haréis más este trabajo
Venid a danzar, aunque no os plazca,
allí, a donde habéis de velar.
Es necesario morir, cuando a Dios place.

El carcelero
Yo he tenido buenos prisioneros
de los cuales he llegado a recibir
bolsas llenas de dinero
por dispensarlos y por haberlos
custodiado bien, y cumplido mi deber
de tratarlos lealmente.
Cuando uno muere debe ser sincero.
Dios sabe quien dice verdad y quien miente



19. El Peregrino y el Pastor
.


La Muerte
Peregrino, habéis ido
a marchar en peregrinaje,
lo que conlleva penas y fatigas
lejos de vuestro aldea.
Este es vuestro último viaje
que buena sea la recompensa.
El fin corona toda empresa:
según se ejecute, será el pago.

El peregrino
En todo momento
viajar era mi deseo
pero he sido detenido por la muerte,
alabo a Dios, se haga su voluntad,
y le ruego que me conceda
confesar todos mis pecados
para que yazca mi alma en reposo
el día que haya de dejar todo.
La Muerte
Pastor, danzad alegremente,
no es cosa de fantasear,
Vuestras ovejas están sin duda
ahora en otro peligro,
pues vos deberéis para abreviar
pasar de todo; ya no podéis vivir.
El estado del hombre puede cambiar pronto,
quien muere de todo se libera (¿?).

El pastor
¡Ay!, están en gran peligro
mis ovejas en los campos pastando;
lobos aviesos, para comerlas,
en esta hora las rodean.
Es preciso volver en su ayuda...
Los lobos son malvados por naturaleza,
con su aullido van y vienen.
A todos los vivos la muerte corta el resuello.



20. El Franciscano y el Niño
.

La muerte
Despejad el camino: estáis en la sinrazón,
labrador. Seguidle ahora, franciscano.
A menudo habéis predicado acerca de la muerte:
Debéis sorprenderos menos y aún menos alarmaros
que no existe hombre tan fuerte
que la muerte no detenga,
por lo que bueno es prepararse para morir.
La muerte siempre acecha.

El franciscano
¿Qué es el vivir en este mundo?
Ningún hombre está seguro de aquí permanecer.
Todo es aquí vanidad,
que la muerte viene y a todos arremete.
Mi mendicidad no me tranquiliza en lo absoluto;
se debe pagar la multa por nuestras malas acciones.
Dios juzga rápidamente:
sabio es el pecador que se enmienda.
La muerte
Niño pequeño, apenas nacido,
poco placer tendrás en este mundo.
Como los otros, serás invitado a la danza
pues la muerte tiene poder sobre todos.
Desde el día del nacimiento
todos están consagrados a la muerte:
loco aquél que no lo tenga presente.
Quien más vive, más ha de sufrir.

El niño
A, a, a, aún no sé hablar;
soy un niño pequeño y mi lengua está muda.
Ayer he nacido y ya hoy debo partir.
No he hecho mas que entrar y salir.
No he cometido mal alguno, pero sudo de miedo.
Tomar la muerte de buena gana es mejor:
Nada altera los mandatos divinos.
El joven muere al igual que el viejo.



21. El Clérigo y el Eremita
.
.
La muerte
Consternado clérigo,
¿creéis escapar a la muerte reculando?
No bulláis tanto.
Aquel que sube alto
de súbito ha de caer.
Venid de buena gana, vayamos juntos,
ya que es inútil rebelarse.
Dios castiga cuando le parece.

El clérigo
¿Es necesario que un clérigo fervoroso
que realiza su servicio con gusto,
pues espera progresar en su magisterio,
deba morir de repente? Es frustrante.
No soy libre de elegir otro estado;
ahora debo así danzar.
La muerte me ha elegido;
esto parece cosa de locos.
La muerte
Joven clérigo, no os rehuséis a danzar:
¡haced acopio de valor!
No estáis solo, levantaos,
para tocarme, os conviene.
Venid después, es mi voluntad,
hombre de la ermita,
no sintáis pena.
La vida es una herencia incierta.

El eremita
Para una vida ardua y solitaria
la muerte no concede aplazamiento.
Se sabe y hay que aceptarlo en silencio.
Pido a Dios me conceda su gracia
y borre todos mis pecados.
Feliz soy por todos los beneficios
con los que él me ha bendecido.
Quien no tiene bastante, no tiene nada.
La muerte
Bien dicho, así se responde
Nadie se libra de la muerte.
Quien mal vive, mal acaba.
Si cada uno piensa en vivir bien,
Dios todo sopesara en la balanza.
Bueno es meditar en esto día y noche:
aunque el saber no libere,
ni nadie conozca
el porvenir.



22. El Alabardero y el Loco


.
La Muerte
A las buenas gentes aldeanas
les coméis la volatería,
les bebéis el vino; les afrentáis
sin pagar dinero ni prenda.
Con vuestro sombrero de paja
Alabardero, venid rápido
y danzaréis, mal que bien,
como el primero y el último.

El Alabardero
Temo pasar el trance
de la Muerte, nada más verla.
Quien no la teme, no es sabio.
De nada me sirve la alabarda,
ni servirá una bombarda
si pretendiera defenderme.
Cada uno se protege a sí mismo;
Cuando la Muerte acosa, es preciso rendirse.
La Muerte
Si danzáis por costumbre
mi amigo loco, bien se advierte
que danzáis por más sabio.
A todos les conviene bailar,
las escrituras, si bien recuerdo,
dicen en un pasaje: quien bien lo interpreta;
el hombre olvida pronto
que cada cosa tiende a su fin.

El Loco
Ahora son todos buenos amigos
y danzan aquí de mutuo acuerdo,
Cuando muchos eran enemigos
cuando vivían, y desavenidos.
Pero la Muerte les ha puesto de acuerdo,
la cual dispone que todo sea uno,
sabios y locos: cuando Dios decide
que todos los muertos tengan un estado común



23. El rey Muerto y el Autor


El rey muerto
Vosotros que en estas imágenes
habéis visto bailar a hombres de rangos diversos
pensad en lo que es la naturaleza humana:
nada más que carne para los gusanos.
Yo soy la prueba de esto: yo que ahora yazgo,
ayer era testa coronada.
Así seréis todos, tanto los buenos como los malos,
gente de todos los rangos: ofrenda para los gusanos.
Bueno será pensar en ello día y noche,
pensarlo será provechoso.
Tal es hoy quien morirá mañana.
Pues no hay nada más verdadero
que morir, ni menos estable
que la vida recibida; uno lo percibe
en soledad, porque no es cosa de broma,
y nadie lo cree hasta que le sucede.
El autor
Nada es el hombre para quien en el ser
reflexiona: es viento, es cosa transitoria.
Cada cual lo ve en esta danza.
Por ello, a vosotros que miráis esta historia,
debéis guardar memoria de todo esto.
En ella se exhorta, a hombres y mujeres,
a buscar la gloria del paraíso.
¡Bendito aquel que llega a las puertas del cielo!
Mas hay otros que no se ocupan
en aprender cómo es el paraíso y el infierno:
¡ay, esos tendrán calor!
En las antiguas escrituras
los santos lo muestran con bellas palabras.
Aprendedlo bien, vosotros que pasáis,
y haced el bien: sólo eso debo deciros.
Las buenas acciones valen mucho a los muertos.
.


.ooo.

Enlaces de Interés

dodedans.com: más que completa, exhaustiva página sobre las Danzas de la Muerte
lamortdanslart.com: página web de Patrick Pollefeys
gallica.bnf.fr: página web de la Bibliothèque National de France
bm-poitiers.fr: página web de la Mediathèque François Mitterand, de Poitiers
persee.fr: portal de las Revistas Científicas (Ciencias Sociales y Humanas)