sábado, 14 de mayo de 2016

Dafnis y Cloe (II) - GALERÍA: Dafnis y Cloe en la pintura (2). Marc Chagall (I)





Sí, Amor es necesidad. Necesidad de trascendencia,
de reconocerle otro valor a lo necesario, un valor ilimitado,
imposible de tasar ni satisfacer, de justificar o prever.
De comida uno se harta, de reconocimiento también,
pero no de amar y ser amado, sino cuando el mismo amor lo quiere.
Amamos sin saber por qué o de dónde nos viene,
amamos sin acertar a comprender nuestro propio sentimiento;
no lo necesitamos: nos basta con experimentarlo.
Un sentimiento que nos hace olvidar cualquier otra necesidad
que no sea la de satisfacerse a sí mismo en su insaciable deseo;
un sentimiento —el amor— que nos induce a pensar
que algo de divino habita en nosotros trascendiendo la realidad,
o, al contrario, indicándonos que la divina esencia de la realidad está hecha de amor,
y que nosotros sólo accedemos plenamente a ella cuando amamos.
Empédocles de Acragante (Agrigento), el poeta místico, el taumaturgo mistérico
ya lo dijo en su fundacional y controvertible cosmogonía elemental,
que hace de la alternancia Odio-Amor el motor de la existencia:
"...y el Amor alcanza el centro del remolino,
en él se concentran las cosas para ser un solo ser".
Amor nos posee a nosotros, y no al revés:
somos gozosas víctimas de su divino impulso, intermitentes posesos de su voluntad.
Amor nos sobrepasa porque nos contiene, somos parte de su ser en el cosmos,
aunque sólo de vez en vez nos permite, loado sea por ello, percibirlo y sentirlo.
Pensamientos últimos. Héctor Amado



Las Pastorales de Dafnis y Cloe
(Romance a partir de la obra de Longo de Lesbos)

II

Libro I

2. Primavera (I): El despertar del amor en Cloe

Pasaron raudos los años,
desvelando una belleza
que en los niños, ya  crecidos,
de lo rústico reniega.
Cuando Dafnis sume quince
y Cloe los trece tenga,
Lamón y Dryas comparten
un mismo sueño en la siesta:
creyeron ver a las Ninfas
(las mismas de aquella cueva
donde Dryas encontrara
a Cloe junto a su oveja)
encomendando a los niños
a un rapaz, cuya presencia
de arrogancia y maravilla
es proporcionada mezcla,
alitas tiene en los hombros,
en las manos arco y flechas
y cruzándole los ojos
una blanca y sutil venda;

quien, disparando certero
una única saeta,
el corazón de los dos
niños, virtuoso, enhebra;
y quien manda que pastores
en lo venidero sean:
él, de saltarinas cabras,
de mansas ovejas, ella.
No poco afligió a los viejos
el sueño con su conseja,
que destinaba a sus hijos
ocupación tan modesta,
cuando ellos auguraban
mejor suerte por sus prendas,
para lo cual con regalo
su crianza fue dispuesta:
en los saberes del campo
y en los de las cultas letras,
por disponerles la mente
para alcanzar altas metas.

Resolvieron, sin embargo,
obedecer sin reservas
la voluntad de los dioses,
su divina providencia.
Comunicándose el sueño
compartido, se conciertan
a ofrecer un sacrificio
propiciatorio en la cueva
de las Ninfas al mozuelo
de las alas y las flechas
—de quien ignoran el nombre,
en su ignorante simpleza—;
tras lo cual a los dos hijos
el pastoril arte enseñan:
de qué modo apacentar
al ganado en toda época,
cómo antes del mediodía,
cómo después de la siesta,
cuándo llevarlo al aprisco
y cuándo a la fuente fresca,

cuándo emplear el cayado,
cuándo la voz zalamera,
—ya la autoridad reclame,
ya la persuasión requiera.
Los muchachos, del oficio
encomendado, se alegran
más que si investidos fuesen
de dignidad principesca.
Amaron, pues, a sus cabras
y ovejas con más entrega
de lo que suele el común
de la pastoril ralea.
No en vano Dafnis y Cloe
agradecidos recuerdan,
y bien nacidos no olvidan,
que les deben la existencia:
él a generosa cabra,
a rumbosa oveja, ella,
que, si madres de sus crías,
de ellos madres parecieran.


Despertando del invierno
bostezó la primavera
cubriendo de flores todo:
prados, montañas y selvas;
despertar que es saludado
por alegre cantinela:
el gorjeo de las de aves,
el zumbar de las abejas,
el balar de recentales,
y el retozar de las bestias
que en su triscar ejecutan
toda suerte de piruetas.
Del regocijo reinante
Dafnis y Cloe se infectan,
remedando cuanto advierten,
replicando cuanto observan:
así el canto de las aves
o el triscar de cabras sea;
e, imitando a quien el polen
de las flores recolecta,
recolectan ellos flores
por adornar su apariencia
o confeccionar guirnaldas
que a las Ninfas son ofrenda.

Juntos todo lo realizan
con sentida complacencia
de tal modo que sus hatos
fronterizos apacientan:
si una oveja se extravía,
Dafnis la traerá de vuelta;
si una cabra busca el risco,
Cloe la espantará presta.
A veces los dos rebaños
al cuidado de uno quedan
mientras que el otro descansa
o, jugando, se recrea.
Juegos serán de zagales
que ejercitan su agudeza:
ella con juncos formando
leves jaulas donde encierra
las cigarras que sorprende
descuidadas en la hierba;
él cortando finas cañas
que unirá con dócil cera
para tocar la zampoña
con meritoria destreza.

Suelen también compartir,
fraternales, la merienda,
que acarrean desde casa
en los zurrones dispuesta:
leche recién ordeñada
o queso de la despensa,
mosto recién fermentado
o vino de la bodega
y pan recién horneado
o tortas de masa prieta
que, fritas en la sartén,
y con miel, llaman hojuelas.
En suma, más fácil fuesen
cabras y ovejas dispersas
que a Dafnis y Cloe ver
separados una arveja;
tan anudados se crían,
sus lazos tanto se estrechan,
que parecen las dos caras
de una única moneda.



Y entre sus juegos, Amor,
empezó a darles penas,
según acostumbra hacer
con intrigante estrategia.
Una loba, ya parida,
que a su camada sustenta,
diezmando andaba el ganado
de la región, carnicera.
Por cuanto los aldeanos,
reunidos en asamblea,
deciden ponerle coto
a esta rapiña sangrienta.
Para lo cual cavan zanjas
en los cerros y praderas,
aprovechando en la noche
el velo de sus tinieblas.
Las excavan bien profundas
echando lejos la tierra,
y las cubren de hojarasca
sobre finas ramas secas,
de tal modo que, al pisarla,
la celada pronta ceda.
Mas la loba, muy astuta,
de las trampas sale ilesa,
siguiendo en sus correrías
que al ganado pierde y diezma.

Están dos machos cabríos
topándose con las testas:
es la brama, y los campos
se convierten en palestra,
donde los machos combaten
con furibunda violencia
entrechocando sus cuernos
por el favor de las hembras;
cuando a uno de los machos,
obcecado en la refriega,
un cuerno que topa mal
por la raíz se le quiebra;
con mugidos lastimeros
huye ya de la pelea,
mas el macho victorioso
no contento con su gesta
lo persigue, despiadado,
sin proporcionarle tregua.
Dafnis que lo ve, furioso
ante tamaña soberbia,
enarbolando el cayado
tras el vencedor se apresta.

(Huye ahora precavido
quien antes huir hiciera:
son lecciones que la vida
con asiduidad enseña).
Ya el cabrón amonestado
ya el pastor que lo amonesta,
corren sin mirar el suelo,
absortos en su carrera,
cuando, al peso de sus pies,
cede mentida la senda:
al hoyo se precipitan
destinado a loba artera;
sobre el lomo del carnero
Dafnis a caballo queda,
lo que evita mayor daño
que el bochorno y la sorpresa;
el carnero, por su parte,
ambos cuernos se fragmenta,
en revancha del vencido
que uno sólo se rompiera.

Llorando Dafnis se duele
de su dignidad maltrecha,
pues no hay daño más agudo
que el que inflige la vergüenza.
Pero Cloe que es testigo
a distancia de la escena,
en volandas de la angustia
hasta el hoyo, veloz, llega;
y allí viendo a Dafnis vivo,
aunque preso en honda celda
de socorro grandes voces
esparce por las praderas.
De suerte que hasta un boyero
en alas del viento vuelan,
el cual raudo se apresura
al reclamo de la alerta.
Ya llegado, busca entorno
una auxiliadora cuerda,
que le sirva al pobre Dafnis
de oportuna agarradera.
Mas no hallando cuerda alguna
y, acuciados por la urgencia,
se le ocurre a Cloe usar
la cinta que ata sus crenchas;
y así, lanzando un extremo
a la mazmorra, liberan
a Dafnis sus salvadores
izándolo asido de ella.
Al boyero, agradecidos,
y en pago de sus asistencia,
Dafnis y Cloe regalan
el cabrón de rota cuerna.



Vueltos, después, al lugar
donde se halla el hato encuentran
que paciendo en paz está,
guardando fiel las ausencias.
Sobre el tronco de una encina
entonces Dafnis se sienta
porque Cloe le examine
ejerciendo de galena.
Ni encarnada sangre ve,
ni herida alguna detecta,
sólo barro que lo ensucia
de los pies a la cabeza.
No queriendo preocupar
a su padres, Dafnis piensa
liberarse de aquel barro
 y con él de su vergüenza.
En la gruta de las Ninfas
purificará su afrenta,
bañándose en el arroyo
de agua clara, pura y fresca.

A Cloe entrega el zurrón
y el quitón de alba franela
que ceñido a la cintura
a medio muslo le llega,
y, desnudo, en un remanso
que es del arroyo represa,
se mete hasta la mitad
de sus bien formadas piernas:
ya del pecho el barro quita
ya aclara su cabellera,
realzando el agua clara
la luciente piel morena
y la negritud rizada
de sus brillantes guedejas;
Cloe fascinada mira
la inadvertida belleza
que el baño le otorga a Dafnis,
a la que antes fuera ciega;
y al lavarle con las manos
a Dafnis la espalda encuentra
que lo suave de su piel
la complace y la deleita
(no pudiendo distinguir
cuál de las dos pieles tenga
—comparada con la suya—
más suave delicadeza).

Como el sol pronto declina
con los hatos ya regresan
cada uno hacia su casa
con sensaciones diversas.
Sintiendo en su seno Cloe
un germen de nueva siembra,
un anhelo palpitante
que creciente la gobierna:
quiere ver de nuevo a Dafnis
en el baño que le presta
a su cuerpo una hermosura
que a ella tanto la contenta.
Mientras Dafnis, contrariado,
siente el eco de la ofensa
que en su orgullo malherido
late aún con insistencia.
Mas no hay mal que en sangre joven
mucho tiempo permanezca,
y al siguiente día Dafnis
del percance ni se acuerda.
Vedlo cómo saca alegre
de la flauta las corcheas,
mientras cuida de las cabras
que encantadas son su audiencia.
Y ved cómo Cloe está
sentada a su lado inquieta:
si a su grey le presta ojos,
a Dafnis se los da presta.
Hermoso le pareció
tocando la flauta amena,
como si tal hermosura
la música se la diera;
y así le dio por tocar
la flauta también a ella,
por ver si la melodía
le investía de belleza.



Y quiso verlo otra vez,
bañarse sin vestimenta,
yendo luego a aquel remanso
que ya usaran por bañera:
el agua que a Dafnis lustra,
es fuego que a Cloe quema;
alabándolo, después,
con palabras lisonjeras
—que alabanza es del amor
principio, señal y prueba.
Niña candorosa, tiene
en el campo simple escuela,
e ignora lo que le pasa
pues de amor no sabe señas.
Desasosiego en el alma,
que se agita turbulenta,
siente Cloe a todas horas,
desconcertada y perpleja:
por el día apenas come
por las noches sólo vela,
los ojos no hallan descanso
sino cuando en Dafnis se echan;
cuando habla no halla frases
que de insistente manera
no digan algo de Dafnis
o que a Dafnis se refieran;
abstraída y abismada
desatiende a las ovejas,
que la miran sorprendidas
cómo, presente, se ausenta;
tan pronto ríe que llora,
tan pronto, dormida, despierta,
tan pronto la palidez
con el sonrojo se alterna;
nunca se agitara más
una apacible becerra
que, picada por un tábano,
de su escozor se doliera.
Con soliloquios, a veces,
se analiza y se lamenta,
por buscar nombre al amor
que, ignorándolo, profesa:

estoy mal y el mal ignoro,
padezco, mas sin afrenta,
me lamento sin razón
y a la sombra ardo entera;
sin lágrimas sufrí injurias
de zarzales y de abejas,
pero esta espina, más cruel,
hasta el corazón penetra.
Si Dafnis bello florece,
una flor no es menos bella;
si él canta lindamente,
también un ave embelesa;
¿por qué, pues, en Dafnis pienso
y no en aves o azucenas?
¡Flauta de vibrante caña,
en sus manos ser quisiera,
porque me diese su aliento
que a mi alma tanto alienta!
¡Quisiera ser cabritillo
porque en sus brazos me mezca,
contra su pecho me estreche
y me bese en la cabeza!
¡Oh, agua que generosa
a él luces y hermoseas,
mientras que a mí, más tacaña,
sólo me ofreces limpieza!
Yo me muero, Ninfas mías,
salvad a vuestra doncella,
la misma que bien criasteis
en la consagrada cueva.
¿Quién de flores de arrayán
os hará lindas diademas
si yo muero de este mal
que, ignorado, me violenta?
¿Quién cuidará a los corderos?
¿Y a la cigarra parlera
que con fatiga cogí
porque acunase mi siesta?
En vano me canta ahora,
pues que Dafnis me desvela.

(continuará)
.



GALERÍA

DAFNIS Y CLOE

Marc Chagall
1887-1985

Serie Litográfica de Daphnis et Chloé (I)

.....Apunte biográfico/crítico. En 1956 el editor francés Teriade comisionó a Marc Chagall para ilustrar la antigua novela pastoral Daphnis et chloé. El artista pasaría los siguientes cinco años, de 1956 a 1961, realizando las 42 litografías en color de que consta la serie, y en las que se narra gráficamente varios decisivos pasajes de esta narración clásica. La realización de Daphnis et Chloé coincide con el segundo matrimonio del pintor, con Valentina (Vavia) Brodsky; es decir, en un momento de renovación vital, incluido un nuevo romance en su vida. Durante la luna de miel los recién casados viajaron a Grecia, donde visitaron Delfos, Atenas y Poros, donde el pintor se inspiraría para su obra.
.....Tanto técnica como estéticamente la serie de Daphnis et Cloé, de Chagall, es un rotundo éxito. Cada una de las impresionantes litografías en color fue impresa en 20-25 colores individuales. Desde un punto de vista técnico, emplear por separado 20-25 colores requiere una gran cantidad de paciencia y precisión. Desde un punto de vista estético, la incorporación de 20-25 vibrantes colores en cada litografía, inspira asombro y aporta vitalidad a cada obra.
.....La serie de litografías de Daphnis y Chloé, de Marc Chagall, es sobre todo conocida por el uso del color y por el romanticismo e imaginación de sus imágenes. Reconocido como un maestro del color, la impresionante habilidad de Chagall brilla especialmente en estas litografías de colores exquisitos. Como reflejo de su estilo pictórico y de su rica paleta de colores, la serie litográfica de Daphnis et Chloé esta considerada como una de sus series gráficas más importantes. 
(traducido del inglés de la web masterworksfineart)
...

.....Sobre la presente GALERÍA. Se incluirá la serie completa, es decir, las 42 litografías que Marc Chagall realizara para la edición de Teriade de Daphnis et Chloé; pero en dos formatos: en uno, con cada litografía  se adjunta la leyenda correspondiente a su descripción correlativa en el relato, en una página —tal y como se presentan numeradas en la edición—; en el otro, la litografía, ya sin la leyenda, en alta resolución. El primer formato se incluirá en el presente post; el segundo formato irá en el próximo. No he querido prescindir de ninguno de ellos porque, en el primer caso, se dispondrá de la utilísima leyenda que describe el momento del relato que la litografía muestra; y, en el segundo, se dispone de una copia en alta resolución de cada obra. Tampoco he querido reducir el tamaño de cada reproducción en alta resolución (cada imagen tiene un peso de 1 MB aproximadamente), y es por eso que no las incluya en un solo post, por no sobrecargarlo.

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Litografías + Leyenda


Portada
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1. Lamon Discovers Daphnis
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2. Dryas Discovers Chloe
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3. The Dream of Lamon and Dryas
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4. Springtime in the Meadow
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5. The Wolf Trap
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6. Daphnis and Chloe at the Spring
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 7.  Chloe
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 8. Chloe's Judgement
.
 9. Chloe's Kiss
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 10. Dorcon's Strategy
.
 11. Mid-Day in Summer
.
12. The Little Swallow
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 13. The Death of Dorcon
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 14. Daphnis and Cloe in the Nymphs Cave
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 15. The Wine Harvest
.
 16. Phileta's Garden
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 17. Phileta's Lesson in Love
.
18. The Young Methymneans
.
 19. Chloe is Carried Off by the Methymneans
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 20. Daphnis Dreams of the Nymphs Promise
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 21. Captain Bryaxis Dreams of Pan's Warning
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 22. Sacrifice to the Nymphs
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 23. Pan's Banquet
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24. The Sirinx Legend
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 25. The Meal of Dryas's House
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 26. Spring
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 27. Daphnis and Lycenion
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 28. The Echo
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 29. Summer
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30. The Dead Dolphin and the Three Thousand Drachmas
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 31. Daphnis and Chloe
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 32. The Royal Garden
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 33. The Altar of Dionysus
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 34.  The Trampled Flowers
.
35. Daphnis and Gnathon
.
 36. The Arrival of Dionysophanes
.
37. Chloe is Dressed and Brided by Cleariste
.
38. Megacles Recognizes His Daughter during the Feast
.
39. The Wedding Feast in the Nymphs Grotto
.
40. The Wedding Night
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Contraportada
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